Existen varios caminos por los cuales el
capital puede controlar, manipular, condicionar la información que recibe una
sociedad a través de los medios de comunicación. Por ejemplo, con los contratos
de publicidad en un medio con la condición implícita de impunidad informativa,
maniobra harto frecuente en empresas como El Corte Inglés.
Una forma que tienen los bancos de
controlar la información es gracias a su posición como tenedor de deuda, el
mismo chantaje al que someten a los partidos políticos (sería gracioso que
mañana El País destapase una información perjudicial para Botín, cuando PriSA
está pendiente de renegociar con el Santander su descomunal deuda para poder
seguir existiendo).
Pero sin duda la forma más directa y
evidente que tiene el gran capital de controlar la información, de crear en la
sociedad estados de opinión que sean favorables a sus intereses, es con la
propiedad de esos medios de comunicación. Echando un rápida ojeada a la
estructura de propiedad de los medios de comunicación se comprende rápidamente
la homogeneidad ideológica de la sociedad, instalada en el pensamiento único.
La diversidad se reduce a matices, a cuestiones secundarias.
La información es el cuarto poder, no
descubro nada. La importancia determinante de los medios de comunicación en la
formación y control de la conciencia social de un pueblo era ya evidente hace
varios siglos. En el mundo actual, un volcán de información, el control de la misma
es absolutamente necesario para que el capital consiga perpetuarse.
Que la información que recibimos, cada
vez más mascada, digerida y deglutida, condiciona nuestro voto y, por lo tanto,
la Democracia, es innegable. Entonces, yo me pregunto hasta qué punto es
legítimo que el sector de la comunicación sea mayoritaria, abrumadoramente
conservador. Que defienda sin fisuras el status quo y los privilegios
adquiridos, santificando por encima de todo la propiedad privada.
Nuestro sistema electoral cocina la
voluntad del pueblo expresada en las urnas, configurando una Cámara Baja (del
Senado mejor no hablar) que es un reflejo deformado de la sociedad española
(como los espejos convexos, que adelgazan el reflejo de quien los mira). Esa
falta de representatividad es un déficit de LEGITIMIDAD del poder legislativo,
en cuanto que la soberanía emana del pueblo.
De la misma forma podríamos preguntarnos
la legitimidad de una prensa volcada en la derecha política y económica,
teniendo las izquierdas una mayoría social clara en la sociedad española.
La prensa no es inocente. Los medios de
comunicación hace muchas décadas que dejaron de servir a los intereses (la
necesidad de información) de sus clientes, para servir a más altos intereses
(no por elevados, sino por superiores en la jerarquía social).
Nada ha cambiado. Llevamos siglos,
milenios trabajando para condes, duques o marqueses, con esos u otros nombres
(CEO, presidente-director general…). Esta misma clase dirigente lleva siglos,
milenios dictando a sus pregoneros las normas, las directrices de su sistema.
Los sacerdotes desde los púlpitos (aunque estos ya han caído en el descrédito)
y los periodistas desde sus columnas reproducen fielmente la doctrina del
poder. Ofrecen a la sociedad la visión del mundo que encaja con los intereses
de sus dueños.
Trabajamos en las tierras, en los
talleres del señor conde. Compramos los productos que nos vende el señor conde.
Y, además, atendemos respetuosamente la homilía que ha redactado el señor
conde. Cada día, a la hora de comer, la familia enmudece ante el televisor.
Y más nada. Os dejo con el infográfico;
digeridlo con calma pues está lleno de información interesante. Contiene
algunas sorpresas, pues a los nombres ya esperados de Berlusconi, Godó,
Polanco, Luca de Tena o Lara se unen otros inesperados como Ramón Mendoza,
Alicia Koplowitz, George Soros, Karlos Arguiñano, Bill Gates, Carlos Slim (la
mayor riqueza del planeta) o un imputado por la Gürtel. Incluso un empresario
condenado a dos años de cárcel por corrupción y que ahora es candidato a
presidir la Cámara de Comercio de Burgos. Nos encontramos de nuevo con el
Albert Frère que era dueño de Total y, por lo tanto, de CEPSA. Con el fondo
BlackRock, cuyo presidente tuvo una oscura entrevista con nuestro monarca. Y
con los grandes gigantes de la banca, Goldman, HSBC, el Norgesk o el Santander.
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