PUBLICADO EN REBELIÓN
Con los datos siguientes intentaremos
sustentar nuestras afirmaciones:
Más de un 11% de andaluces (casi medio
millón) con respecto a las autonómicas anteriores, decidieron quedarse paseando
o en su casa, sin entrar en los colegios electorales, bajando la participación
del 73'65% al 62'23%
Los partidos que sustentan el
neocanovismo juancarlista, PP y PSOE, por mucho que pretendan maquillar el
resultado, han sufrido un batacazo de aúpa, aunque en el caso del segundo, la
posibilidad de conservar el poder le ayude a superar el mal trago.
- b) El PP obtuvo 1.556.000 (40'64 %) y
50 diputados. Sube 3 con respecto a la anterior consulta autonómica pero paradójicamente
lo hace con 170 mil votos menos, que se convierten en una disminución de 420
mil si tomamos como referencia los resultados que obtuvo en las generales de
hace 4 meses.
- Por lo tanto, miren el vaso como lo
miren, ambas fuerzas han sido castigadas por los electores, aunque el castigo
recibido por el PSOE se visualice como menor al ser mayores las expectativas de
la derecha, convencida como estaba de tener garantizado un paseo triunfal hasta
la mayoría absoluta, saboreando el gobierno sin control en la Junta como un
hecho incuestionable. De ahí las caritas, cuando han visto transformada la
soberbia en decepción.
Además, ha roto tendencias. Nuevamente
los (muy manipulados por otro lado) sondeos se han equivocado y si en décadas
anteriores lo hacían cuando daban más apoyo del que realmente se obtenía, ahora
se ha vuelto a repetir el fenómeno de las generales: el crecimiento ha sido
superior al pronosticado y, lo que es mejor, tampoco ha funcionado la manida
estrategia del voto útil, prueba de que el sector más consciente de la
izquierda, aunque veía que esta vez era verdad el “¡Que viene el lobo de la
derecha!” tenía claro que el pastor tramposo que tantas veces había utilizado
la argucia no era, por cobardía e incapacidad, el más adecuado para ahuyentarlo
y, puestos a defenderse, era mejor darle la honda y la piedra a alguien más
aguerrido a la hora de defender los intereses de la ciudadanía.
El resultado por supuesto es mejorable y
aún lejos del conseguido en los 80, lo que no debe impedir la alegría de
constatar que un creciente número de ciudadanos se nieguen a descender por
propia voluntad a la categoría de súbditos y tengan claro su ¡No! al modelo
social que las sucesivas reformas laborales zapatero-rajonianas pretenden
imponer y de camino, pese a las dificultades, sean capaces de articular un
pensamiento alternativo al único oficial.
Cuando en un artículo anterior
(“Andalucía: Izquierda Unida en la encrucijada”) componíamos los posibles escenarios
que se darían el lunes 26, una de las hipótesis barajada era:
Los electores andaluces han señalado con
su voto el camino a la izquierda por el que quieren transitar y ofrecen a IU
que sea dique contra las prácticas de capitalismo salvaje que desde los
gobiernos centrales y autonómicos se han practicado en los últimos decenios y
en la practica han supuesto arrodillamiento del Estado, de lo Público, de los
Derechos Ciudadanos, ante los intereses particulares de la oligarquía
financiera y económica que disfruta de un poder de decisión omnímodo que
ninguna urna le otorgó.
Para ello debe expresar con toda
claridad, ante su electorado y la ciudadanía, previa consulta a los militantes,
los ejes irrenunciables de lo que será su actuación política y eso implica:
No consentir que los pilares básicos de la sociedad (Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Cultura, Infraestructura...) sean arrasados en nombre de una falsa rentabilidad económica, al contrario, establecer como prioridad la recuperación de lo perdido y marcarse el objetivo de desarrollar el incompleto y demediado estado del Bienestar que hoy tenemos.
Luchar contra la corrupción y la tupida
red enchufes que se ha tejido en estos treinta años de mandato del PSOE, de los
que el caso ERE es una muestra palpable. Para ello y como paso previo, deben
auditarse todas las Consejerías por mandato parlamentario, dando público
conocimiento de las irregularidades detectadas, mientras se denuncia ante los
tribunales a los responsables de las mismas.
También debe tener muy claro lo que no
debe hacer y fundamentalmente no debe tener prisa para tomar decisiones. Las
urgencias son de otros, no suyas y si Izquierda Unida quiere seguir siendo
vista como una herramienta útil para la transformación social por quienes han
confiado en ella, no puede entrar en el cambalache del cambio de ideas por
sillones.
Es posible influir en la política
andaluza, desarrollar propuestas que hagan reconocerse en ellas a los votantes
de izquierdas, tanto en el Parlamento como con la acción de gobierno. Y que
sean los militantes quienes elijan.
Si se opta por la actuación
parlamentaria, sáquese el compromiso firmado ante notario en Jaén durante la
campaña y aplíquese.
Si se decide pasar a una acción desde el
gobierno, tener claro que ésta tiene sentido si se va a transformar la
realidad. Para gestionar burocráticamente con la excusa de que no se puede
hacer otra cosa pues lo impide el “realismo político, el posibilismo” ya están
otros y ya vemos hacia donde nos han conducido.
Entrar en esa dinámica conduce
directamente al suicidio y ya sabemos el precio que Izquierda Unida paga cuando
introduce en su norte el “rosismo” (por cierto, no debería hacer falta decir
que personajes de esa calaña no pueden ser ni interlocutores ni ocupar cargo
alguno de gestión en este nuevo tiempo político ): se convierte en un fenómeno
residual.
Desde hace bastante tiempo nuestro
Colectivo viene desarrollando la tesis de que asistimos a una revuelta de los
privilegiados que, salvando las distancias históricas, tiene muchos elementos
comunes con la que protagonizaron en el XVIII las clases dominantes europeas.
Sin importarles las consecuencias, antepusieron sus caprichos a los intereses
de la comunidad. La respuesta de los dominados llegó vestida de revolución.
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