A más recortes, más aplausos. El palmeo
de los diputados populares en el Congreso de los Diputados, jaleando al líder,
en un "¡olé!" temerario a las dramáticas medidas de ajuste, ¿se
corresponden con el sentir de los 10,8 millones de españoles que les votaron
hace unos meses? ¿A qué especie política y patriótica pertenecen quienes, en el
usufructo de la voluntad popular, aplauden una pérdida notable de soberanía
nacional? Por un momento, nos sentimos transportados a los tiempos de las
viejas lealtades inquebrantables, como si el aplausómetro que ideara el
periodista Onésimo Anciones para medir los decibelios del entusiasmo
incondicional en las Cortes orgánicas, hubiese sido recuperado.
Rajoy, en su refundación política, caído
de Guindos, no ha tenido palabras destinadas a la pedagogía de la crisis, a
transmitir confort psicológico y estimular la esperanza colectiva de la nación,
porque pocos habrán visto la luz en las alharacas de sus parlamentarios ante la
sentencia de desahucio. Aun cuando se pueda pensar que no hay más remedio que
el paso de la oca, el presidente no ofreció otra alternativa y se limitó a
trazar un panorama de pesimismo contable. Un palmetazo asimétrico, que inclina
la factura sobre los trabajadores, incluidos los funcionarios, a los que parece
se demoniza como si fueran las causantes del desastre. Poco o nada en una línea
de equilibrio, porque no es de recibo la amnistía fiscal para los grandes
defraudadores, y sigue inédita la exigencia de un mayor esfuerzo a los
patriotas de cuna, a las aves de los paraísos y a los suizos de vocación.
Es muy necesaria la pedagogía de la
crisis, como antídoto de la depresión, frente a la patología inducida del
miedo, como ayuda al ciudadano inerme. La pedagogía como estrategia, como hoja
de ruta para el rescate de una democracia secuestrada por los mercados, a los
que políticos cómplices abrieron la puerta. ¿Eran éstos los que aplaudían...?
Cierto que hurgar en las causas de la
crisis es desnudar el cadáver, agudizar las contradicciones hasta la
autoinmolación. Porque detrás de las pantallas retóricas, el chivo expiatorio
de Zapatero ya no es más que un espantajo anecdótico en el camino hacia el
acantilado. En el tráfico escaso de las ideas, llama la atención la ausencia de
actitud pedagógica también en la oposición. La mediocridad que volvemos a
sentir estos días en los ejemplos de cercanía -"Andalucía marca el
camino..."-, hace temer lo peor. No hay pedagogía porque los llamados a dar
sentido a las cosas han perdido el sentido común que la gente esperaba de
ellos. ¡Sigan aplaudiendo! ¡Sigan, sigan...!
PUBLICADO MÁLAGA HOY
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