REFERENTES
EL pasado jueves mantuve una interesante
conversación con una profesora de Secundaria. Ella consideraba que
movilizaciones como las que emprenden ahora los mineros de Asturias cuentan con
un apoyo social e incluso político notorio, mientras que el gremio educativo,
que estos días corta carreteras y celebra encierros en protesta por la merma de
derechos y de su poder adquisitivo, se siente mucho menos respaldado, como si
sus reivindicaciones no merecieran la misma consideración.
Yo le recordé que
con los periodistas ocurre aproximadamente lo mismo. Estas últimas semanas se
han anunciado nuevos expedientes de regulación de empleo en algunas de las
empresas de comunicación más importantes del país y quienes han respondido en redes
sociales y otros ámbitos de opinión han sido, casi exclusivamente, periodistas.
En el fondo, la situación corresponde a cierta tendencia paternalista, muy
propia del carácter español y no exenta de prejuicios (perdón por la presunta
paradoja). Aquí se acepta como trabajador al obrero, al minero, al pescador, al
técnico de los astilleros, pero parece que cuesta un poco más meter en el mismo
saco a quienes desempeñan un oficio de una categoría intelectual, por más que
éstos, a menudo, tengan que separarse de sus familias durante todo un curso
escolar o no lleguen a mileuristas. En el caso de profesores y periodistas, la
situación es aún más delicada en cuanto ambos profesionales tienen capacidad
para influir en las opiniones ajenas, lo que no deja de despertar sospechas en
un país marcado a fuego por la susceptibilidad. Por no hablar de la aceptación
común de las larguísimas vacaciones de los maestros y la querencia a venderse
baratos de los periodistas como lugar común y arma arrojadiza. Sin embargo,
guste o no, los referentes siguen siendo necesarios. Y no es una cuestión de
autoridad, como afirman algunos, sino del estímulo del sentido crítico. Las
acémilas no precisan lecciones ni columnas.
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