LA CRISIS DE PERICO
Dimitió por fin Dívar, el mandamás de los jueces, con sus fines de semana pantagruélicos con olor a naftalina gilista y subvención estatal. Pero se fue cuando quiso, demostrando a los apologetas de lo políticamente correcto que en este país, según donde estés, se puede hacer lo que a uno le dé la gana. Las consecuencias, normalmente, constituyen una factura perfectamente asumible si te has estado beneficiando de las prebendas de un cargo público. Vamos, que merece la pena ser un golfo.
Al magistrado Dívar lo han hecho bueno los mismos que lo han defenestrado, pues dimite por llevar la vida padre, común a buena parte de los políticos de este país, aunque ahora anden disimulando sus extravagancias por no calentar más al público. Y es que todos hemos visto a esos concejales, o decanos, o funcionarios, que tiraban de visa para invitar a copas, que pasaban fines de semana más largos que sus semanas laborales o que se dedicaban a viajar pasando los gastos a la institución de turno con excusas peregrinas.
Pero se acabaron las vacas gordas y, como no podía ser de otra manera, no se van a ajustar el cinturón a ellos mismos. Sería de idiotas. Así que siguen con el mismo plan de siempre, tirando el dinero a manos llenas, sólo hay que leerse un periódico para comprobarlo, mientras los demás nos ahogamos en los problemas que ellos mismos han creado.
Ahora resulta que quieren recortarme hasta las siestas veraniegas, que llevo pasando desde mi más tierna infancia recostado al fresco y con la melodía de fondo del Tour de Francia. Los recortes han llegado a la RTVE. Pero no se ha reducido el sueldo de esas lánguidas presentadoras, se han roto los contratos millonarios con las productoras o se ha dejado de contar con alguno de los típicos tertulianos. Parece ser que la salvación de la patria, y de la eurozona, pasa por impedir que Perico Delgado retransmita el Tour y la Vuelta. Tras 16 años brindándonos sus conocimientos y su simpatía han dejado de contar con él sin previo aviso, pero antes ha retransmitido dos carreras: una gratis y otra bajo un contrato precario de un día de duración.
Delgado no era una máquina como Amstrong, Indurain o Contador. Perico era un tío de Segovia al que los franceses apodaron El loco de los Pirineos, por sus descensos suicidas, que ganó un Tour y perdió otro, extraviado por las calles de Luxemburgo, pero que siempre fue un gran tipo y un buen profesional dedicado a su pasión: el ciclismo. Pero para Perico, al igual que para tantos otros con menos suerte que él, ya no hay un duro. Lo triste es que sigue habiendo para los de siempre.
PUBLICADO MÁLAGA HOY
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