GASOL AL RESCATE
GASOL como bandera no sólo de sí mismo,
de su abrazo hermanado con Nadal, sino también como paso adelantado de una
forma especial de hacer las cosas. Gasol, como se sabe, ha sido el primer
jugador de basket de Sant Boi en triunfar en la NBA; pero también el primer
catalán, y el primer español. En este último nivel existe el antecedente de
Fernando Martín, y después han venido muchos más.
Pero catalán no hubo ninguno
antes que Gasol, que ha disputado además el All Star y ha ganado dos anillos de
campeón con los Lakers. Que ahora lleve la bandera en sustitución de su amigo
Rafa Nadal guarda, también, un pulso de coherencia: cuando, en una entrevista,
Gasol fue preguntado acerca de la siempre espinosa cuestión del nacionalismo
catalán y el español, habitualmente eludida por los deportistas catalanes o
vascos que disputan competiciones internacionales, su respuesta fue clara: se
sentía catalán, por supuesto, pero además, y por encima de todo, español.
Un sentimiento nacional distinto merecería
el mismo respeto. Sin embargo, gustó la claridad de la respuesta, la misma que
exhibió cuando, al ser preguntado por el 15-M, se manifestó a favor. Tenemos,
entonces, que Gasol es un hombre de respuestas claras que va a llevar
claramente la bandera española de nuestra delegación olímpica, lo que quizá
supone un bofetón sin manos, elegante y esbelto, involuntario pero convencido,
al nacionalismo periférico cerril. Precisamente ha sido cierto disparate
nacionalista, empeñado en hacer un Estado dentro del Estado lo que ha provocado
el dispendio infinito de los recursos públicos. Ese nacionalismo, que empezó
siendo sólo catalán y vasco para acabar convertido en autonomías radicales en
cualquier punto de España, y ese mismo afán de competir, que no de coexistir,
con la Administración central, nos ha traído este aluvión de las duplicidades,
las inversiones millonarias sin sentido estratégico -esos famosos aeropuertos
mastodónticos- y una corrupción intestina y sangrienta.
Mientras, las cajas de ahorros financiaban
todo disparate digno de ser contabilizado en ladrillos. Mientras, los
diferentes ministerios de Economía y los sucesivos directores del Banco de
España facilitaban, con su inactividad, convertida en complicidad dolosa, que
nuestro sistema financiero reventara, con los presidentes de las cajas
convertidos, demasiadas veces, en caudillos de taifas regionales. Ahora, cuando
debemos ser intervenidos, aquellos reyezuelos debieran de volver de su retiro
bordado en pan de oro y responder con sus propios patrimonios, sus primas, sus
planes de jubilación desorbitados, y contribuir a paliar el rescate bancario.
Habría que hablar más claro, como Pau, con esa
claridad que debiera nombrar a los culpables y juzgarlos.
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