“La
veda se ha levantado. Los que parecían intocables hoy están imputados o les
tiran huevos. A otros no les persiguen jueces y fiscales, pero se han esfumado
de la vida pública.
En la última encuesta del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), los bancos irrumpen en la lista de
problemas del país, en el sexto lugar de la tabla. Es lógico: en un contexto de
crisis, recortes y sacrificios, a muchos les resulta insultante que los
culpables de gran parte del desaguisado salgan ganando.
Lo que sigue es la historia del auge y
caída de cinco protagonistas de una crisis con muchos más responsables. A
algunos, la Justicia les pisa ya los talones; otros, mientras, disfrutan
plácidamente de sus riquezas.
El anuncio de que Rodrigo Rato figura como
imputado –junto al resto de la directiva de Bankia- por supuesta gestión
irregular al frente de la entidad ha servido para poner fin, al menos de
momento, a las quinielas sobre su futuro. Justo antes de que se diese a conocer
la admisión de la querella presentada por UPyD, había rumores insistentes sobre
su inminente desembarco en alguna de las empresas que conforman el selecto club
del IBEX 36, según los augures económicos el justo pago del Gobierno a su
obediencia y su silencio cuando se le pidió que dejara el camino libre en
Bankia. El plan, de ser cierto, deberá permanecer congelado una temporada.
Rato (Madrid 1949) ha quemado en unos
meses todo su crédito. Ha pasado de ser aquel mago de las finanzas que apuntaló
el éxito económico de los gobiernos de Aznar, a un aficionado a la banca que no
da la talla. A pesar de ello nadie duda de su capacidad para regenerarse. Lo
demostró cuando reapareció al frente del Fondo Monetario Internacional tras ser
privado de su derecho de sucesión en beneficio de Rajoy y, después, y a pesar
de su espantada del FMI, con su designación como presidente de Caja Madrid,
cargo que aún ostenta.
Mientras aguardaba su siguiente destino
explotando su faceta como conferenciante –mañana inaugura los cursos de verano
de La Granda, en Avilés- el fiasco de Bankia se ha ido transformando en
escándalo mayúsculo del que se exigen responsabilidades.
Seguro que él ha sido el primer
sorprendido por encontrarse en la picota, convencido como estaba de que su
mutis fue un gesto señorial al que sumó su renuncia a cobrar la indemnización
de 1,2 millones –que, por otra parte, le impedía trabajar en otra entidad
financiera durante los dos próximos años. Su padre, Ramón, soñó con ser uno de
los grandes banqueros del país y terminó entre rejas por sus manejos en el
Banco Siero, propiedad de la familia. Quizás Rodrigo Rato, después de renunciar
a lo primero, tenga ahora bastante con no seguir sus pasos.
Cuando, en 2002, Eduardo Zaplana decidió
marcharse a Madrid para ser ministro de Trabajo, dejó en manos de su consejero
de Economía y Hacienda la presidencia de la Generalitat valenciana. Fue una
encomienda breve, pero muy fructífera. Al año siguiente, mientras Camps se
preparaba para coger le el relevo, José Luis Olivas (Motilla del Palancar,
Cuenca, 1952) apuntalaba su futuro con Zaplana. Éste le pregunto que quería
ser. Contestó al instante: presidente de una institución financiera valenciana.
Al menos eso se cuenta.
Olivas alcanzó en 2004 la presidencia
del Banco de Valencia y de Bancaja –aquella que cuatro años después se
presentaba como la tercera caja de España y de cuyos tiempos de esplendor no
queda rastro tras otros cuatro-. Los servicios prestados al PP –como concejal
en el Ayuntamiento de Valencia, primero, y como consejero, vicepresidente y presidente
de la comunidad, después- daban sus frutos y este especialista en Derecho
Internacional Público iniciaba así una carrera financiera fulgurante que
desembocaría en la vicepresidencia de BFA Bankia….para terminar en desastre.
José Luis Olivas dio el salto a la
Bankia de Rato en octubre de 2010, y allí estuvo el tiempo que tardó en
destaparse la realidad de su anterior gestión. Un año después su jefe le obligó
a presentar la dimisión por no contarle toda la verdad sobre la situación de
las entidades que presidía en el momento de su fusión con Caja Madrid. Acosado
por las noticias sobre la mala administración de Bancaja, la intervención del
Banco de Valencia –que ha necesitado 1.000 millones del FROB- y su imputación
en la investigación judicial por falsedad contable a administración desleal en
esa entidad, no tuvo más remedio que dejar el puesto. Para rematar la faena,
acaba de ser acusado, junto al resto de la cúpula de Bankia, de delitos de
estafa, apropiación indebida, falsificación de cuentas anuales, administración
fraudulenta y maquinación para alterar el precio de las cosas.
Ni siquiera se salió con la suya cuando
trató de sacar tajada de su salida de Bankia: no obtuvo indemnización, aunque
tampoco renunció a sus derechos de pensión, 2,9 millones. Los 1,7 millones que
cobró en 2011 como vicepresidente y los aproximadamente 300.000 euros que
obtuvo como consejero de Iberdrola seguro que ayudaron a hacer más llevadero el
disgusto.
Un empresario que acostumbraba a comer
con él asegura que hace semanas que Olivas no se deja ver: todo lo que ha
ocurrido ha dañado mucho su imagen en Valencia. En esta ciudad las apuestas se
inclinan por un posible traslado a Madrid. Allí viven y trabajan sus dos hijas
solteras, a las que siempre ha visitado con frecuencia. Ahora más, teniendo en
cuenta que, en sólo unos meses, ha pasado de ser vicepresidente de BFA y Bankia,
consejero de Iberdrola y presidente de Bancaja a no tener trabajo conocido. En
la capital puede salir a la calle con tranquilidad y pasar inadvertido. Este
hombre que parecía astuto y sagaz, capaz de hacerse con el mando de una empresa
que sus enemigos siempre creyeron que le caía grande, se ha vuelto temeroso…
PUBLICADO EN DIARIO SUR
No hay comentarios:
Publicar un comentario