EDUCACIÓN:
MAL DIAGNÓSTICO, MALAS POLÍTICAS
Para que la democracia funcione bien es necesario
que el debate público esté bien informado. Por desgracia, en el ámbito
educativo ha cuajado una opinión pública (o por lo menos publicada) totalmente
errónea. Parte de los errores que está cometiendo el Partido Popular tienen que
ver con hacer suyo ese “sentido común”. El diagnóstico equivocado viene a decir
que tenemos una alta tasa de abandono escolar debido a nuestros mediocres
resultados en PISA. De ello se desprende que si mejoramos en PISA, bajará el abandono
escolar. Por ello Wert se propone limitar el currículum de la enseñanza
obligatoria a lo que se evalúa en PISA y otras pruebas internacionales
(lectura, matemáticas, ciencias e inglés), dejando de lado otras áreas de
conocimiento, como ciencias sociales, arte o incluso humanidades, el gran
caballo de batalla cuando Esperanza Aguirre era Ministra de Educación.
Pero el diagnóstico está equivocado. Uno de los
errores más frecuente al interpretar los datos de rendimiento educativo de los
jóvenes de distintos países es
presentarlos como si fuese una clasificación deportiva. Así se consiguen
titulares de prensa llamativos y se hace creer que la educación es comparable a
un deporte. Es cierto que en algunos rasgos se parecen, como la relación entre
rendimiento, esfuerzo y dedicación, pero no en otros muchos. Por ejemplo, la
educación, a diferencia del deporte, no es un juego de “suma cero”, lo que una
persona sabe no se lo quita a otra, como sucede al ganar una competición. Y en
educación la motivación más fuerte, la que da resultados a más largo plazo y
está más asociada con la creatividad, no es ganar, sino el gusto por la propia
actividad del aprendizaje.
Pero comparar las medias entre países implica otra
serie de errores. El principal es que se insiste mucho en la posición ordinal
de cada país (¡España a la cola!), pero no se tiene en cuenta que las
distancias entre esas posiciones son muy próximas. Si convirtiésemos las
puntuaciones de PISA en estatura, y la media de la OCDE fuese 1,80 metros,
España tendría una altura de 12 milímetros menos: ¿titularíamos “los españoles,
los pigmeos de la OCDE con 1,788 metros?”. Pero más importante que las
diferencias medias, es el conjunto de los datos. Cuando observamos la
distribución de rendimiento resulta que uno de cada cinco jóvenes españoles no
lo hace bien, pero es una proporción similar a la media de la OCDE, o de países
con los que nos comparamos, como Alemania, Francia o Reino Unido. Por tanto,
los que nos diferencia de estos países no es que tengamos mayor proporción de
alumnado de bajo rendimiento. Lo que nos diferencia es que prohibimos que la
gente estudie. Como lo leen. En estos países cualquier persona puede cursar
algún tipo de formación post-obligatoria, mientras que en España, la LOGSE
prohibió cursar estudios post-obligatorios a quien no tuviese el título de ESO.
Además, casi no se dice que el nivel para cursar educación post-obligatoria es
alto, pues los jóvenes que a los 15 años están en 4º de ESO son de un
rendimiento superior a la media de la OCDE, y la proporción de repetidores de
curso que hay en España es de las más altas de este grupo de países.
Al PSOE le costó mucho esfuerzo reconocer el error
de poner trabas a la educación post-obligatoria, y lo corrigió de tapadillo con
la Ley de Economía Sostenible, flexibilizando el paso de la ESO a la educación
post-obligatoria con los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI).
Por ello es irónico y sorprendente que el PP, tras dos décadas de criticar la
LOGSE, recupere de ella lo que posiblemente fue su mayor error: la Garantía
Social, un título que no permitía cursar estudios post-obligatorios.
Otro gran error del PP es creer que se puede luchar
contra el abandono escolar poniendo más trabas a los estudiantes, con las
reválidas, volviendo en esta ocasión no a la LOGSE, sino a leyes previas a las
reformas educativas de la misma dictadura franquista. Si un joven está dudando
en seguir estudiando, pues la educación post-obligatoria es voluntaria, no
entiendo por qué al ponerle más trabas le incentivamos a mejorar su formación,
más bien lo contrario. Eso sí, cuantos más filtros pongamos, más mejoraremos el
nivel educativo de los que prosiguen sus estudios, pero a costa de dejar sin
posibilidad de formación de ningún tipo a muchos jóvenes. Esto es buscar la
excelencia mediante la exclusión, mientras que PISA nos ha enseñado que los
países que consiguen mejores resultados son aquellos con menos desigualdad
educativa, como Finlandia o Corea del Sur.
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