CARTA
A TI, DIPUTADO: TÚ DESPEDISTE A MI PADRE
Mi nombre es Yeray Calvo. Trabajo desde
hace cuatro años como periodista en Público.es. Antes de ayer recibí una
llamada de mi hermano. Raro, porque él no suele llamar muy a menudo. “Siento
darte una mala noticia Yeray; han despedido a papá”, me dijo. Yo, señor
diputado, no podía dar crédito (mira por donde, como los bancos, pienso al
escribir esto. ¡Qué guasa!). No podía dar crédito, no porque no sea conocedor
de la grave situación que vivimos, sino porque en el fondo, uno tiene la sana
esperanza de que la mierda no te acabe salpicando.
Te escribo esta carta a ti (si me
permite el tuteo), diputado, porque mi padre está, desde el martes, en la calle
después de toda una vida trabajando. Cuando digo ‘toda una vida’ no es una
forma de hablar. De niño, ayudando a mis abuelos a sacar el campo adelante. De
adulto, como conductor de autobús en una empresa familiar valenciana. ¡20 días
y a la puta calle!, me repito todo el rato. Jodida reforma laboral. Si al menos
hubiera servido para algo, me digo. La indemnización ridícula que se llevará mi
padre (cercana a 20.000 euros) después de años y años de trabajo dolería menos
si supiera que, la reforma laboral, como nos dijeron, ha servido para crear
empleo. ¿Pero qué digo? ¡Si por lo menos hubiera servido para detener la
sangría de desempleados! Ni eso. De hecho, visto desde otro ángulo, diputado,
quizás mi padre ha sido despedido debido a la reforma laboral. Todos sabemos
que ahora echar a la calle a alguien te sale casi gratis y es la salida más
fácil para cualquier empresa con problemas. De este modo, extiendo mi
agradecimiento a ti, Mariano Rajoy, por tu gran contribución, por la parte que
me toca, al despido de mi padre.
Si me permites quiero hablarte un poco
de mi padre, diputado. Mi padre ha vivido siempre por encima de sus posibilidades.
Sí. Se levantaba a las cinco de la mañana para preparar el autobús para una
jornada de servicios concatenados. Comprobar que funcionaba el sistema de
apertura de puertas. Poner en marcha el viejo motor diez minutos al menos para
rodarlo y que ya no se calase durante el resto de día. Hacer algún apaño, ya
sabes cómo son los coches viejos... siempre se estropea algo. Limpiar un poco,
preparar los discos de las rutas y llegar a tiempo. Siempre llegaba a tiempo.
Por algo se levantaba tan pronto (siempre ha sido un poco exagerado y obsesivo
con estas cosas. Lo sé porque yo lo he heredado).
Diputado, yo he visto a mi padre, te lo
prometo, trabajar dos meses seguidos sin disfrutar de un puto día de descanso.
Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes,
sábado y domingo. Lunes, martes,
miércoles, jueves, viernes, sábado, y domingo. Multiplícalo por cuatro e
imagínate trabajando. Es aburrido y cansado, como leer las líneas anteriores.
Por ponerte un ejemplo, es como si tuvieras que ir al Congreso de los Diputados
(sí, ese hemiciclo que a menudo veo vacío por la tele) todos los días, tuvieras
que estar sentado (sin volante, eso sí) durante más de ocho horas al día,
durante dos meses. La empresa va mal y hay que arrimar el hombro y apretarse el
cinturón, pensaría para hacer tal salvajada. Ahora, el país está en ruina y
tampoco veo a los señores diputados perder el sueño por ello, así que, visto lo
visto, se tuvo que haber equivocado asumiendo toda la carga él solo.
Tienes toda la razón, diputado, mi padre
ha vivido por encima de sus posibilidades. Lo ha dado todo por encima de sus
posibilidades. Ahora está en la calle con 56 años y unas perspectivas en el
mercado laboral más negras que la piel de Ana Mato o Francisco Camps. Por
cierto, tengo un recuerdo especial para ti, Paco. También gracias a ti (espero
que algún día leas esto) se ha podido fraguar el despido de mi padre. Si no
hubieras arruinado el País Valencià como lo has hecho, sin las deudas a los colegios
de la región, que a su vez deben pasta de las rutas escolares a las empresas de
transporte, nada de esto sería posible. Por no hablar de mi madre, gran mujer,
que un fatal día sufrió una trombosis y que a día de hoy, años después, sigue
sufriendo las secuelas de todo aquello. De la puesta en marcha de la Ley de
Dependencia, de la que tanto pasaste, Paco, me río. Con tu permiso. Tampoco es
momento para hablar de mi hermano, diputado. Licenciado en derecho, máster,
inglés, francés, alemán, italiano y valenciano. Tiene que buscarse un futuro
fuera porque aquí no encuentra trabajo. Otro día te escribo sobre las
perspectivas laborales de mi generación.
En un momento tan difícil como este,
pensarás, es cuando uno debe recurrir a sus ahorros. Los tiempos de bonanza
pasaron y culpa tuya es si no ahorraste lo suficiente de cara a futuros malos
momentos, dirás. Como han hecho el Estado y los bancos, claro. Te va a hacer
mucha gracia esto que te voy a contar, diputado. Te vas a descojonar, pero es
que resulta que los ahorros de mi padre están en no sé qué movida de
preferentes, que un día le vendieron (engañándolo como a miles y miles de
afectados). Un buen día el encargado de una oficina de Bancaja de mi ciudad le
recomendó a mi padre meter todos sus ahorros ahí. “Los podrás sacar cuando
quieras”, le dijo. Es normal que te
entre la risa, si no son tus ahorros, resulta hasta graciosa tanta carambola
fatal seguida. No sé si decírtelo, diputado, porque ya ni me vas a creer, pero
es que mi abuela también metió parte de sus ahorros ahí justo antes de que
estallara el problema. Hay que ver, ché, qué mala suerte...
Creo que ya me estoy extendiendo
demasiado, diputado. Sé que tu tiempo es oro y no me gustaría hacértelo perder.
Para terminar, sólo quiero decir que, a diferencia de Cristiano Ronaldo o de
Esperanza Aguirre tras su marcha, yo no estoy triste. Estoy cabreado y
profundamente decepcionado. Estoy cabreado con una clase política incompetente
que huele a chamusquina y que dice merecerse los elevados sueldos que gana.
Perdóname, diputado. Sé que no se debe generalizar pero es un momento jodido
para mí. Sé que no todos los políticos son iguales y que de los ciudadanos
depende, con su voto y con su protesta, saber encontrar a los pocos íntegros
que valen la pena. Pero cabrón, cada vez lo ponéis más difícil.
Atentamente y para cualquier cosa, aquí
me tienes
PSDT: Papá, eres un héroe jodido. Un
jodido héroe. Ojalá pueda pensar lo mismo de nuestros diputados algún día
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