UN
ESTADO MODERNO. SALVADOR SOSTRES
Rajoy continúa sin hacer lo que tiene que hacer, que
es crear las bases de un Estado moderno y verdaderamente útil a sus ciudadanos,
y no este insalvable lastre. Sobra el 40% de los funcionarios, pero no sólo por
la crisis, sino porque un Estado no puede ser esta demencial maquinaria de
burócratas. Ni los maestros ni los médicos tienen que ser funcionarios, ni que
la Sanidad y la Educación sean servicios universales significa que la red que
los provee tenga que ser pública. Sobra 15 autonomías, con sus 15 parlamentos y
sus 15.000 cargos duplicados.
La paga extra de los funcionarios, que según Rajoy
se ha suprimido de forma temportal, tiene que suprimirse para siempre y como
concepto, porque nadie tiene que recibir nada extra por realizar bien su
trabajo; y tiene, en cambio, que poder ser despedido si su rendimiento no es
satisfactorio. Del mismo modo, la prestación por desempleo no sólo tiene que
reducirse a siete meses, sino que tendría que quedar como un mero cojín de
emergencia -uno o dos meses para parar el golpe- y que ir al paro no fuera una
opción como lo ha sido hasta ahora para muchos caraduras, que trabajaban lo
mínimo para poderse pasar luego largas temporadas cobrando del estado sin hacer
nada.
Las subvenciones anulan la voluntad, el esfuerzo y
la tensión que nos hacen vivir despiertos y aprovechar cada oportunidad como si
fuera la única. Cuando perder el empleo no sea visto por tantos gandules como
una ocasión de tomarse un descanso pagado, y todos tengan claro que sin su
trabajo no son nada, tal vez lo cuiden con más responsabilidad y menos días
personales, y entonces seremos una sociedad mucho más dinámica y competitiva.
Hay que eliminar también el concepto de vacaciones
pagadas, y que nadie vuelva a creer nunca más que va a cobrar sin trabajar. Es
justo que nos paguen por nuestro trabajo, pero si tenemos la ocurrencia de
querer vacaciones, que sea por nuestra cuenta (y, sobre todo, riesgo, tal y
como están las cosas).
He de decir igualmente que me sorprende escuchar
tantas voces preocupadas por la crisis, y tantos discursos sobre la
solidaridad, y que ningún trabajador haya tenido el gesto de renunciar a sus
vacaciones para arrimar el hombro y emplearse a fondo en el propósito de ayudar
a su empresa y de proteger su puesto de trabajo. Cuando en septiembre te
encuentes en la calle, no digas que no te lo esperabas y pregúntate si hiciste
algo para salvarte. Estoy harto de los que tantos discursos dan sobre la
solidaridad sin que nadie vaya nunca a reclamársela.
PUBLICADO EN EL MUNDO
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