OTRA PERSPECTIVA DE LA
CRISIS: LA GENEROSIDAD
Haber sido observador privilegiado en tres
atalayas diferentes de la tremenda crisis que padecemos, no me convierte
ciertamente en un experto; únicamente me da la posibilidad, no es poco, de
poder contar lo que he visto.
Llevo más de un año, intentando asomarme
a la intemperie, al huracán de la crisis, como cada español de a pie. Quería
enfrentarme a los pitones de la realidad, sin capote, a pecho descubierto. De lo
que voy a decir tengo testigos. No los necesito. Si alguien duda de mí, podría
dudar también de mil testigos. No voy a usar la amistad como muleta.
La realidad más que negra es, terrible.
Me gusta observar y pensar. He visto a ciudadanos hurgar en los contenedores de
basura y en las papeleras; he visto a familias aguardando la hora en que el
Supermercado lleva a los “Contenedores de Basura” los envases y comidas caducadas;
he visto a personas pidiendo a la puerta de las iglesias, de los comercios o
mercados; he visto a gente acercarse a
los dispensarios de Cáritas o de Cruz Roja en busca de alimentos. ¡Seguro que
muchos de ustedes también lo han visto! Tengo esas imágenes desgarradoras
sangrando en el alma. Pero lo más lacerante, que he visto, han sido a bancos y cajas de ahorros,
embargar sin el menor escrúpulo la vivienda a personas a quienes dieron en su
día una hipoteca, para comprarla y, en la que habían puesto sus ahorros, sus
esperanzas y su vida. Sin piedad humana,
sin una moratoria, les quitan todo eso. La ley a ciegas, cayendo como espada
desnuda sobre corazones destrozados de hombres y mujeres, de familias con
hijos, que no han podido pagar los últimos recibos, no porque no quieran, sino
porque no pueden en estas circunstancias.
Algunos políticos, han gastado tan
inconsciente el dinero ajeno que han dejado el país en la ruina. También
algunos bancos y cajas. ¡Guante blanco! Han saltado las alarmas. Había que
enderezar el rumbo. Y han llegado los recortes. Pero… tampoco han acertado al
recortar. El valiente escritor Pérez Reverte se pregunta: “¿Cómo
es posible que el Gobierno de este putiferio de sanguijuelas y sanguijuelos
se la endiñe a las familias y no a ellos? Que en vez de sangrar a esa chusma,
se le endiñe a la Dependencia, a la Sanidad, a la Educación, a la Cultura, al
pequeño comercio? ¿A la gente que de verdad lucha y trabaja, en vez de a esa
casta golfa, desvergonzada y manifiestamente incompetente? Dicho en corto,
señor presidente: no hay cojones. Seguirán pagándolo los mismos, cada vez más,
y seguirán disfrutándolo los de siempre. El negocio autonómico beneficia a
demasiada gente. Usted, señor
presidente, como la oposición si gobernara, como cualquiera que lo haga en
España, seguirá yendo a lo fácil. A cargar a una población triturada, con cinco
millones de parados, lo que no se atreven a cargar sobre sus desvergonzados
socios y compadres”.
Si no se
recorta donde hay que recortar, y se manda a la cárcel a los responsables, la
pretendida solución no es más que alargar el problema, demorarlo o encubrirlo.
No sirve para reactivar el consumo, ni para paliar las necesidades de la
población. No siempre lo más fácil es la solución. “Es mucho más fácil recortar
costes que incrementar ingresos, pero es precisamente esta facilidad la que
hace que dicha estrategia no sea buena”, señala acertadamente Jaime Pereira.
Por eso alguno, como Julio Anguita, dice
que “vamos de cabeza al desastre” porque
“el sistema en que vivimos está enfermo
y debemos sacrificarnos para que una clase social y una casta política vivan de
lujo”. Si el sistema está enfermo hay
que sanearlo. Hay que operar. Pero hay que extirpar el órgano canceroso, no el
sano. ¡No lo han hecho!
Por eso ha crecido la tensión. La gente se ha dado cuenta. “Aunque cada
vez hay más crispación social y más movilización, la mayoría de la gente se
queda cómodamente en sus casas viendo caer el chaparrón, sin pensar si quiera
un instante la posibilidad de comenzar a participar y responder frente a los
constantes y virulentos ataques provenientes de los dictadores económicos,
políticos y financieros” (escribe David Armendarid en la revista UTOPIA). No estoy de acuerdo que sea
la actitud de “la mayoría de la gente” cómoda.
He intentado aproximarme a la realidad de la crisis desde hace más de un
año. Aporto 3 ejemplos de primera mano. El primero: El comedor de una
asociación. Quise acercarme al comedor
de Cáritas. Quería ver los rostros de las personas que allí acuden. Solicité el
permiso. Me dijeron que no podía entrar, si no tenía carnet de manipulador de
alimentos. Hice el cursillo. Después me dijeron que me llamarían. ¡No me
llamaron! Volví varias veces. Siempre había que acudir a alguien que no estaba
o no daba la cara, o no daba permiso. Lo cierto es que no pude ni servir una comida
ni entrar en el comedor. ¡Lamentable la actitud de los dirigentes! Pero en
todos esos viajes me encontré con los necesitados. ¡Era lo que iba buscando!
Pude verlos y conversar con ellos. A la
mayoría no los conocía. A alguno sí, claro.
Puedo decir, sinceramente que desde la primera hasta la última vez que
fui, he notado un aumento en el número de personas que acuden. En general, se
sienten agradecidos por la comida y el servicio. Hay quien busca sobre todo
quitar el hambre, sin demasiadas exigencias; pero hay quien en sus casas
disponían hasta hace poco de comida,
servicio, limpieza y cariño. Al reducirse los ingresos, o al perderlos por el
paro, todo se va deteriorando. Hasta el sueño se pierde con la preocupación.
Una comida caliente es importante. Pero se nota un imperceptible gesto de
tristeza: ¡tienen que salir para comer! Cada uno llega con el peso de una
historia humana y familiar irrepetible.
La crisis abruma. Muchos entran en un
túnel. Hasta el alma se quiebra. Estas instituciones hacen un gran servicio,
palian el problema, atienden al ciudadano, pero no son la solución. La crisis les
ha obligado a un cambio. ¡A todos! Pero
la mayoría intenta dejar atrás esta etapa cuanto antes para poder tomar otra
vez la vida en sus manos. Algunos se sienten un poco mayores, y el horizonte es
más oscuro. Otros quieren apoyarse en la
familia para encontrar esperanza y futuro. La situación es más angustiosa
cuando se tienen hijos. Si “esto” se prolonga, están pensando ir a vivir con
los abuelos.
Alejandro Toledo, publicista y actor,
había encontrado un compañero de trabajo saliendo de un comedor social. Ha
realizado con su hija un spot gratis para Cáritas. Pueden pinchar y verlo en el enlace. La realidad es así de
fuerte. http://www.youtube.com/watch?v=taTzCLyxmlI
Los otros dos ejemplos llegaron
en octubre. El día 7 de octubre en Guadalajara hubo dos manifestaciones, una
sindical, contra los recortes del gobierno y otra por el Derecho a vivir. Podría
decirse, puesto que era el día oficial que la ONU había elegido contra la Pena
de Muerte, que Derecho a Vivir, quería alertar contra el principal recorte, el
de la vida.
La lección de este hecho viene por que
los convocantes tenían puestas 3 mesas para recoger firmas. En dos de las mesas
había colocada una simple hucha, para quien quisiera colaborar. Pues me han comentado que, la gente fue muy
generosa, a pesar de la crisis. Salieron de casa. Defendieron la vida.
Colaboraron. ¡Hay mucha gente buena! La
mayoría es así, dijeron.
Tres días más tarde, el día 10, en
esta misma ciudad, Cruz Roja celebraba el día de la banderita: una formula
social para recaudar fondos. Mediante la colocación de unas mesas y unas
huchas, que presiden algunos voluntarios (hombres y mujeres) se intenta que la
gente colabore en la obra social de Cruz Roja, cada vez más importante, cada
vez más cerca de las personas. También en esta ocasión he podido hablar con
algunas de las personas que estaban en las mesas. Por supuesto desconocían lo
recaudado, pero todas manifestaron su admiración, su asombro y su gratitud,
porque su impresión era que en este año,
la gente se había “volcado” mucho más que otros años. Cruz Roja es una
Institución muy apreciada, ciertamente.
Comentaban los voluntarios, que los ciudadanos habían olvidado la
crisis, las estrecheces personales y, sabiendo la necesidad de Cruz Roja para
ayudar a los necesitados, las personas que se habían acercado, habían sido muy
generosas. ¡Más incluso que otros años!
Cuando se hace con altruismo lo que hay que hacer, la gente responde.
La gente sí sale de casa; sí se implica; sí colabora; sí aprecia lo que
se hace. La gente no es tonta. Además, es capaz de sacrificarse. La gente llana,
de a pie, la sociedad civil, es muy generosa. No espera sentada a que escampe la
tormenta. Esa es la otra cara de la crisis. En cuanto dejamos la política,
podemos encontrarla. Es la cara más
amable: la de la humanidad y la solidaridad.
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