OTRA PERSPECTIVA DE LA CRISIS: LA GENEROSIDAD. JOSÉ MANUEL BELMONTE


OTRA PERSPECTIVA DE LA CRISIS: LA GENEROSIDAD

Haber sido observador privilegiado en tres atalayas diferentes de la tremenda crisis que padecemos, no me convierte ciertamente en un experto; únicamente me da la posibilidad, no es poco, de poder contar lo que he visto.

Llevo más de un año, intentando asomarme a la intemperie, al huracán de la crisis, como cada español de a pie. Quería enfrentarme a los pitones de la realidad, sin capote, a pecho descubierto. De lo que voy a decir tengo testigos. No los necesito. Si alguien duda de mí, podría dudar también de mil testigos. No voy a usar la amistad como muleta.


La realidad más que negra es, terrible. Me gusta observar y pensar. He visto a ciudadanos hurgar en los contenedores de basura y en las papeleras; he visto a familias aguardando la hora en que el Supermercado lleva a los “Contenedores de Basura” los envases y comidas caducadas; he visto a personas pidiendo a la puerta de las iglesias, de los comercios o mercados;  he visto a gente acercarse a los dispensarios de Cáritas o de Cruz Roja en busca de alimentos. ¡Seguro que muchos de ustedes también lo han visto! Tengo esas imágenes desgarradoras sangrando en el alma. Pero lo más lacerante, que he visto,  han sido a bancos y cajas de ahorros, embargar sin el menor escrúpulo la vivienda a personas a quienes dieron en su día una hipoteca, para comprarla y, en la que habían puesto sus ahorros, sus esperanzas y su vida.  Sin piedad humana, sin una moratoria, les quitan todo eso. La ley a ciegas, cayendo como espada desnuda sobre corazones destrozados de hombres y mujeres, de familias con hijos, que no han podido pagar los últimos recibos, no porque no quieran, sino porque no pueden en estas circunstancias.

Algunos políticos, han gastado tan inconsciente el dinero ajeno que han dejado el país en la ruina. También algunos bancos y cajas. ¡Guante blanco! Han saltado las alarmas. Había que enderezar el rumbo. Y han llegado los recortes. Pero… tampoco han acertado al recortar. El valiente escritor Pérez Reverte se pregunta:  “¿Cómo es posible que el Gobierno de este putiferio de sanguijuelas y sanguijuelos se la endiñe a las familias y no a ellos? Que en vez de sangrar a esa chusma, se le endiñe a la Dependencia, a la Sanidad, a la Educación, a la Cultura, al pequeño comercio? ¿A la gente que de verdad lucha y trabaja, en vez de a esa casta golfa, desvergonzada y manifiestamente incompetente? Dicho en corto, señor presidente: no hay cojones. Seguirán pagándolo los mismos, cada vez más, y seguirán disfrutándolo los de siempre. El negocio autonómico beneficia a demasiada gente. Usted, señor presidente, como la oposición si gobernara, como cualquiera que lo haga en España, seguirá yendo a lo fácil. A cargar a una población triturada, con cinco millones de parados, lo que no se atreven a cargar sobre sus desvergonzados socios y compadres”.

Si no se recorta donde hay que recortar, y se manda a la cárcel a los responsables, la pretendida solución no es más que alargar el problema, demorarlo o encubrirlo. No sirve para reactivar el consumo, ni para paliar las necesidades de la población. No siempre lo más fácil es la solución. “Es mucho más fácil recortar costes que incrementar ingresos, pero es precisamente esta facilidad la que hace que dicha estrategia no sea buena”, señala acertadamente Jaime Pereira.

Por eso alguno, como Julio Anguita, dice que  “vamos de cabeza al desastre” porque  “el sistema en que vivimos está enfermo y debemos sacrificarnos para que una clase social y una casta política vivan de lujo”.  Si el sistema está enfermo hay que sanearlo. Hay que operar. Pero hay que extirpar el órgano canceroso, no el sano. ¡No lo han hecho!

     Por eso ha crecido la tensión. La gente se ha dado cuenta. “Aunque cada vez hay más crispación social y más movilización, la mayoría de la gente se queda cómodamente en sus casas viendo caer el chaparrón, sin pensar si quiera un instante la posibilidad de comenzar a participar y responder frente a los constantes y virulentos ataques provenientes de los dictadores económicos, políticos y financieros” (escribe David Armendarid en la  revista UTOPIA). No estoy de acuerdo que sea la actitud de “la mayoría de la gente” cómoda.

He intentado aproximarme a la realidad de la crisis desde hace más de un año. Aporto 3 ejemplos de primera mano. El primero: El comedor de una asociación.  Quise acercarme al comedor de Cáritas. Quería ver los rostros de las personas que allí acuden. Solicité el permiso. Me dijeron que no podía entrar, si no tenía carnet de manipulador de alimentos. Hice el cursillo. Después me dijeron que me llamarían. ¡No me llamaron! Volví varias veces. Siempre había que acudir a alguien que no estaba o no daba la cara, o no daba permiso. Lo cierto es que no pude ni servir una comida ni entrar en el comedor. ¡Lamentable la actitud de los dirigentes! Pero en todos esos viajes me encontré con los necesitados. ¡Era lo que iba buscando! Pude verlos y conversar con ellos.  A la mayoría no los conocía. A alguno sí, claro. 

Puedo decir, sinceramente que desde la primera hasta la última vez que fui, he notado un aumento en el número de personas que acuden. En general, se sienten agradecidos por la comida y el servicio. Hay quien busca sobre todo quitar el hambre, sin demasiadas exigencias; pero hay quien en sus casas disponían hasta hace poco  de comida, servicio, limpieza y cariño. Al reducirse los ingresos, o al perderlos por el paro, todo se va deteriorando. Hasta el sueño se pierde con la preocupación. Una comida caliente es importante. Pero se nota un imperceptible gesto de tristeza: ¡tienen que salir para comer! Cada uno llega con el peso de una historia humana y familiar irrepetible.

La crisis abruma. Muchos entran en un túnel. Hasta el alma se quiebra. Estas instituciones hacen un gran servicio, palian el problema, atienden al ciudadano, pero no son la solución. La crisis les ha obligado a un cambio. ¡A todos!  Pero la mayoría intenta dejar atrás esta etapa cuanto antes para poder tomar otra vez la vida en sus manos. Algunos se sienten un poco mayores, y el horizonte es más oscuro. Otros  quieren apoyarse en la familia para encontrar esperanza y futuro. La situación es más angustiosa cuando se tienen hijos. Si “esto” se prolonga, están pensando ir a vivir con los abuelos. 

Alejandro Toledo, publicista y actor, había encontrado un compañero de trabajo saliendo de un comedor social. Ha realizado con su hija un spot gratis para Cáritas.  Pueden pinchar  y verlo en el enlace. La realidad es así de fuerte.  http://www.youtube.com/watch?v=taTzCLyxmlI

 Los otros dos ejemplos llegaron en octubre. El día 7 de octubre en Guadalajara hubo dos manifestaciones, una sindical, contra los recortes del gobierno y otra por el Derecho a vivir. Podría decirse, puesto que era el día oficial que la ONU había elegido contra la Pena de Muerte, que Derecho a Vivir, quería alertar contra el principal recorte, el de la vida.

La lección de este hecho viene por que los convocantes tenían puestas 3 mesas para recoger firmas. En dos de las mesas había colocada una simple hucha, para quien quisiera colaborar.  Pues me han comentado que, la gente fue muy generosa, a pesar de la crisis. Salieron de casa. Defendieron la vida. Colaboraron. ¡Hay mucha gente buena!  La mayoría es así, dijeron.

Tres días más tarde,  el día 10, en esta misma ciudad, Cruz Roja celebraba el día de la banderita: una formula social para recaudar fondos. Mediante la colocación de unas mesas y unas huchas, que presiden algunos voluntarios (hombres y mujeres) se intenta que la gente colabore en la obra social de Cruz Roja, cada vez más importante, cada vez más cerca de las personas. También en esta ocasión he podido hablar con algunas de las personas que estaban en las mesas. Por supuesto desconocían lo recaudado, pero todas manifestaron su admiración, su asombro y su gratitud, porque  su impresión era que en este año, la gente se había “volcado” mucho más que otros años. Cruz Roja es una Institución muy apreciada, ciertamente.

Comentaban los voluntarios, que los ciudadanos habían olvidado la crisis, las estrecheces personales y, sabiendo la necesidad de Cruz Roja para ayudar a los necesitados, las personas que se habían acercado, habían sido muy generosas. ¡Más  incluso que otros años!

Cuando se hace con altruismo lo que hay que hacer, la gente responde.

La gente sí sale de casa; sí se implica; sí colabora; sí aprecia lo que se hace. La gente no es tonta. Además, es capaz de sacrificarse. La gente llana, de a pie, la sociedad civil, es muy generosa. No espera sentada a que escampe la tormenta. Esa es la otra cara de la crisis. En cuanto dejamos la política, podemos encontrarla.  Es la cara más amable: la de la humanidad y la solidaridad.



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