EL DISEÑO NO ESTÁ DE MODA. CARLO FONTAN.


EL DISEÑO NO ESTÁ DE MODA
Vivimos un momento en el que se habla constantemente de diseño pero la calidad de éste ha bajado muchos enteros. Hay muy buenas escuelas, quizás demasiadas, en las que se prioriza la forma, la fachada, muchas veces absolutamente desvinculadas de la función en un afán desmedido de impresionar para atraer al consumidor.

La situación seria similar a la que se vivió tras la revolución industrial cuando una infinidad de objetos manufacturados producidos a gran escala y sin criterio estético inundaron el mercado. Entonces el problema fue la falta de diseño. Ahora es el exceso el que lleva a un paroxismo de formas rayano en la nadería. Nacieron las escuelas de Artes y Oficios(Arts & Crafts) y con ellas el diseño, como una respuesta al vacío comentado más arriba. Posteriormente el Modernismo y más adelante incluso la Bauhaus intenta dar soluciones llegando a abarcar la arquitectura, la danza, la pintura para dar una respuesta integral. Alcanzado el zenit del diseño en los años 60-70, en los 80 se inicia un proceso de degradación que acompaña a las artes en general al entrar en una época en la que ganar dinero se convierte en la máxima prioridad. Se ridiculiza todo lo que no sea consumir (el pos-moderno desbanca al hippie, más molesto) y se inicia el declive creativo inundando el mercado con imitaciones de anteriores épocas. En cierto modo se vive una crisis similar a la del XIX con los historicismos, malas imitaciones de anteriores épocas, aunque por distintas causas.

Es evidente que el diseño está al servicio de ganar dinero. Y esto hace que no prime la calidad del objeto sino su capacidad para atraer al comprador. En la actualidad lo que se busca es ostentar, porque los modelos del ciudadano son los que ganan dinero a espuertas. El diseño queda en la apariencia. Y aunque sea mona, esto no es diseño.

Edificios-cáscara

Los edificios emblemáticos que se hacen en las grandes ciudades-y no tan grandes- para deslumbrar y atraer turistas no son realmente edificios, sino esculturas. No tienen un diseño funcional, la función se supedita a la estética. Por ejemplo el Guggenheim de Bilbao. Tiene unas formas tan complicadas que su función como museo queda bastante en entredicho. Eso sí, como escultura es hermosa y atrae muchos turistas. Es decir, su función primordial ya no es ser un museo sino atraer turistas.

Si se compara con su homónimo de Nueva York, obra del genial Frank Lloyd Wrigth, su forma exterior es consecuencia de la optimización del espacio interior como museo. Una forma de espiral ascendente que permite observar sin cambiar de espacio, dando la prioridad al cuadro al hacer que el continente pase a un discreto segundo plano.

También hay que mirar la economía y el gasto porque es mejor diseño aquel que requiere menor gasto. Economía de medios. El despilfarro denota un mal diseño. Nos sirve aquí el ejemplo de las setas de Sevilla que pueden ser muy bonitas, pero no dejan de ser un simple sombrajo, función que harían mejor los árboles de más de 70 años que cortaron, estructuralmente mucho más limpios.

Coches-cáscara

Últimamente se ha puesto de moda el hacer coches de capricho que no sirven para todo, al contrario que los antiguos utilitarios. El ejemplo más claro de estos últimos es el "mini" de Alec-Issigonis. La prioridad era hacer un coche con la máxima capacidad en el mínimo espacio. La solución técnica y estética estaba tan lograda (3,05 metros de largo con una aceptable capacidad interior y un maletero decente) que no ha habido coche capaz de superar al primer mini en la relación espacio interior/exterior. El actual no solo mide medio metro más, sino que tiene un maletero ridículo. No sirve como coche único. Estrategia de mercado. Así necesitas otro mayor. Eso sí, técnicamente lo supera (prestaciones, estabilidad) pero como diseño no es tan bello al ser una mera copia sin sustancia. La forma no sigue a la función.

La obsesión por los beneficios solo conlleva pérdidas


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