Todos sabemos que hay cobardes y
valientes. Si no existieran aquellos, no
destacarían los valientes. Ambos son
humanos, pero se enfrentan a la realidad de muy distinta forma. Cuando el traveling de la vida se desplaza de un lado a otro,
suele aparecer ante los ojos de la gente, la miseria o la grandeza de esos
seres humanos. La cámara del corazón
nunca está quieta, ni equidistante. Si se acerca a un ángulo iluminará algún
rostro o un acontecimiento, pero al intentar captar el lado opuesto, sentirá el
atractivo o la repulsión, casi instintiva. Siempre estamos bajo el foco de luz
y damos una u otra imagen, según la ocasión.
Los medios de comunicación nos sirven a
diario imágenes de cobardes y valientes. Ambos influyen, más de lo que creemos,
(unos por contaminantes, otros por ejemplares). Curiosamente suelen tener más
cuota de pantalla los primeros (los cobardes) que los segundos. Raramente,
aparecen juntos. A veces sí, porque el
mundo es pequeño, y lo compartimos mientras caminamos unos y otros, víctimas y
verdugos, héroes y degenerados, y una
mayoría que no se considera ni lo uno ni lo otro. Las leyes y las normas de
convivencia son iguales para todos son
el foco en el que cada uno se
retrata.
Puede ser que los cobardes sean captados
por las cámaras en el momento de cometer su felonía, como en el caso de los
“tartazos” contra la Presidenta de la Comunidad Foral, el 27 de octubre de
2011, en el transcurso del Consejo Plenario de la Comunidad de Trabajo de los
Pirineos, celebrado en Toulouse y presidido por Barcina. O tal vez, los valientes coincidan en la sala
del juicio con los cobardes: caso de los padres de Marta del Castillo, o como
cuando la madre de Silvia Martínez, en un gesto de valentía y de coraje, se volvió a los asesinos de su hija, y
mirándoles a los ojos les llamó “hijos de puta”, “cobardes”.
O pueden saltar a la prensa, como ha
sucedido recientemente, con la “Carta a Cayo Lara del padre de un hijo tonto”.
Réplica inteligente y sentida de Andrés Aberasturi contra la impertinencia del líder de IU. Es
padre de un hijo al que adora. Se ha sentido ofendido por la banalidad,
ligereza y desprecio que encierran estas
palabras "y si nos sale tonto"(se entiende el hijo), "tenemos que cargar" con él. “Hay tanto desprecio–dice el periodista y
padre-, tanta ignorancia del dolor y el trabajo y la lucha y la alegría de
quienes sí tenemos no un adjetivo sino una realidad "subnormal" a la
que amamos sobre todas las cosas, que oír lo que usted dijo en RNE -y no he
visto que haya pedido disculpas por ello, puede ser, pero yo no lo he leído-
nos produce primero incredulidad y luego desprecio”. Y hace extensiva la repulsa a Manuel Sonseca,
concejal, también de IU, en el
Ayuntamiento de Badajoz, que al comentar de forma cínica y miserable sobre el
accidente del niño Froilán, lamentaba
“que el nieto del Rey se haya pegado un tiro en el pie, con la cantidad de
sitios que hay en el cuerpo para pegarse un tiro”.
Personalmente, tengo una columna titulada
“A favor de los valientes”. No suelo perder un minuto para escribir de los
cobardes, asesinos, depredadores, escoria humana. Si escribo hoy es para despertar el valor de
los indiferentes, indecisos, tibios, acomodados, vividores, que saben quiénes
son los “cobardes”, “los asesinos”, “los extorsionadores”, los “prevaricadores”, pero ellos siguen jugando a
las cartas, mirando para otro lado, tapando con su complicidad los chanchullos,
las amenazas, y desfalcos a las
arcas del estado o de las empresas. Y amparando y pagando también a los
abortistas, y demás personal que condena
a muerte a una maravillosa criatura, tan
sólo porque han detectado, que padece síndrome de Down, perfectamente
compatible con la vida. A un político ni
siquiera se le exige una mínima “criba”, ni una prueba de capacidad, cultural,
intelectual, ni humana para ejercer su cargo. Escribo pues, por los que
pasan de todo, los “pasotas”. Se ha
hecho célebre el aforismo de que: “para
que triunfe el mal, solo se necesita que los buenos no hagan nada”, (E.
Burke). No hacer nada,-cuando se puede-,
es una gran responsabilidad, ante uno mismo, ante nuestros hijos y ante la
historia. De indiferentes y que todo les resbale, se pasa fácilmente a la categoría
de “cobardes”. ¡Es una cobardía!
No se atreven, los cobardes a denunciar,
a alzar la voz, a llamar a las cosas por su nombre. El mundo, por su silencio,
es menos habitable y menos justo. Temen perder algo -trabajo o consideración-
si denuncian, si se enfrentan. Hasta que
lo pierden todo. La situación estalla y les pilla a ellos también. "El mayor número de los males que
afectan al hombre provienen del hombre mismo" (Plinio el Joven). Por eso,
perdida la ética, tibios y cobardes, se confunden y entremezclan en actos
delictivos.
“Siete guardias civiles, dos policías
nacionales y una decena de delincuentes habituales se sentarán a partir de hoy
(16 de abril 2012) en el banquillo, acusados de robar 400 kilos de cocaína en
el puerto de Barcelona en 2005 y de asaltar a narcotraficantes, gracias a la
información privilegiada con que contaban. El juicio contra la banda del puerto
se prolongará hasta junio, en la Audiencia de Barcelona, y contará con grandes
medidas de seguridad. Se trata de uno de los tres casos de corrupción policial
destapados en los últimos años en la Ciudad Condal. La Fiscalía Anticorrupción
solicita penas de hasta 39 años para los procesados”(ABC). Y en Andalucía se ha tapado todo.
Desaparece un montón de droga,
mientras estaba bajo la custodia de la policía, desaparecen 700 millones de
euros de los ERE fraudulentos de la
Junta de Andalucía, desaparece el cuerpo de Marta del Castillo, etc. etc., pero
nadie ha visto nada de nada. Nadie ha tenido la valentía de decir nada, ni
denunciar nada.
Hasta que llega la dificultad. Cae
Grecia. Allí había jubilaciones masivas
a los 50 años. Había muchos conductores para cada coche oficial. Sabemos que no
se daba de baja a los muertos, y se cobra su pensión, aunque el muerto tendría ya 110 años. En los hospitales, los médicos cobraban sobre
sueldos, por consultas que no querían
pasar en horario normal, y los simples marcapasos se pagaban a un precio 400
veces superior a los hospitales británicos. La multiplicación de los
funcionarios ha sido brutal. Grecia tiene 4 veces más profesores que Finlandia, el país que mejor nota tiene
en el Informe Pisa, pero su nivel es muy bajo.
Y aquí, ¿no ha pasado nada? ¿Nadie ha
visto nada? ¿Nadie se ha dado cuenta de las irregularidades? Por lo menos, no
se ha denunciado para poner solución. Creen
que ¿nadie sabía en Grecia que por ese
camino se podía ir a la quiebra? Hoy tienen la calificación C, justo la
anterior a la basura, a pesar de las ayudas. ¿Se podía seguir en España por el
camino que íbamos? Hoy se sabe que, en la Eurozona somos tal vez el país con la
gestión de los últimos años, más nefasta. Pero… se arranca la hoja del
calendario, y… se concede la medalla del mérito. “¡Como todos!…”
Para salir del pozo, nos dicen en
Europa, se necesitan las recetas de la sensatez y del realismo: menos gasto,
más trabajo y más ahorro, y más competitividad. Individual y colectivamente hay
que arrimar el hombro. Se necesitan personas valientes y solidarias. Nadie dice que sea fácil. Hay que encarrilar el tren, ponerlo en marcha
y ayudar a quienes peor lo están pasando. Hay 5,6 millones de parados. Hay 1,7
millones de hogares con todos los miembros en paro. La tasa de paro juvenil
supera ya el 50%. Hay mucha tarea por delante. También los políticos deberían
recortar sus privilegios y pensar en los ciudadanos. Un sueldo como todos y
sujetos a las retenciones normales. Es escandaloso que un concejal de festejos
de un pequeño pueblo cobre más que un
médico o un catedrático.
El reto es salir de la crisis
todos, con la colaboración de todos.
Cierto que los políticos tienen el mandato de ponerse al frente, y dar ejemplo.
Se les pide responsabilidad, honradez, y lucidez. Pero también un poco de
sentido común. Ni todos los males han comenzado ayer, ni el futuro se gana
descargando las culpas en los demás, ni haciendo la guerra cada uno por su
lado. Tal vez, un gobierno de unidad
nacional, capaz de pactar un programa de reformas y de leyes o directrices para
salir de la crisis, sería lo ideal. ¿Tendrán la generosidad y el coraje de los
valientes?
Cada uno es muy libre de salir o entrar, de decir o hacer, lo que quiera. Sin embargo, lo que no parece
de recibo, ni por parte de los sindicatos, ni de la oposición es que se intente fomentar la algarada, “mover la calle y las
redes”. El pueblo es soberano, pero la calle
más que ofrecer soluciones, siempre pone en evidencia la incapacidad de los
políticos. Agrava la situación con más coste, más amargura y más tiempo para
ver la luz. Si se tiene la valentía de explicar lo que se va a hacer y se pide
humildemente colaboración, el pueblo lo entiende. Pero no se le puede
engañar. Ni antes, ni ahora, ni nunca.
Ha llegado la hora de entre todos salir
de la crisis. No es una cuestión de PSOE ni de PP. Es la hora de los valientes.
La nuestra, supongo. La de los cobardes es la misma, claro. Que cada uno busque
dónde quiere estar. No olvidemos que hay 800 mil millones de células diferentes
en cada uno de nosotros y están trabajando en perfecta armonía para que cada
uno de nosotros salga adelante cada día. Como ciudadanos, somos muchos y
diferentes, pero podemos hacer juntos algo positivo por sacar adelante este
país. El secreto está en la voluntad. ¡Querer es poder!
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