ACORDES CONTRA LA RESIGNACIÓN. TEODORO LEÓN GROSS


CONTRA LA RESIGNACIÓN
Este fin de semana tocaba parada y fonda de la gira de Serrat y Sabina en Málaga. Los viejos trovadores están otra vez en la carretera. El noi del Poble Sec, asomado a los setenta, no se ha bajado del escenario en medio siglo, y Sabina, que a sus cuarenta y diez presumía que el cura que habría de darle la extremaunción aún no era monaguillo, sigue perpetrando cócteles molotov líricos, mucho mejor que aquella vez que un mal lanzamiento combustible le llevó a huir a Londres. La metáfora del disco 'la orquesta del Titanic' es la voluntad de resistir con la música hasta el final aunque se esté hundiendo el barco. Contra la moral del naufragio, contra el desencanto cotidiano de la crisis, proponen una moral de resistencia. Es un buen mensaje del que dejarse contagiar, y de hecho su público transmite ese estado de necesidad de esperanza frente a la ración diaria de pesimismo.


El show de 'la orquesta del Titanic' contiene un canto contra la resignación. Sí, las cosas no son sencillas, pero tras agradecer la complicidad al público -«con la jodida crisis, es un milagro milagroso que hayan elegido pasar la noche con nosotros»- actúan como oficiantes contra el conformismo. Despachan energía de irredentos veteranos rebeldes y buen humor además de buenas canciones. Han adquirido un aire de crooners castizos, esa pátina de viejos lobos distinguidos con la que compensan la tercera edad de sus voces, un dueto de terciopelo y lija, uno con su aire de dandi tímido de academia de baile y el otro de pirata no domesticado con voz aguardentosa de cantina sin horario. La química a menudo es un misterio -demasiadas soluciones sin solución- pero aquí todos los elementos encajan.

El buen rollo puede ser un mensaje a menudo elemental -las canciones no hacen bajar la prima de riesgo y no llenan estómagos aunque alimenten el espíritu- pero es toda un alternativa al mal rollo. Y al menos por un rato Serrat y Sabina hacen de pararrayos en mitad de la tormenta con el valor añadido de no sonar a marketing sino auténticos. Ahora que un algoritmo del Centro Superior de Investigaciones Científicas ha rastreado medio millón de canciones para demostrar que la música pop está hecha de secuencias armónicas repetidas hasta el paroxismo, bucles de cuatro o cinco acordes para producir melodías recurrentes, estos trovadores siguen haciendo temas inconfundibles que forman parte del patrimonio sentimental del país, letras con versos que habrían firmado los grandes poetas del siglo. Tal vez ya no pueden vender voz, pero, como dijo Maurice Chevalier antes que Sinatra, lo suyo no es vender voz sino estilo: inteligencia, humor, entusiasmo, talento contra la resignación. Y se agradece.



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