CONTRA LA RESIGNACIÓN
Este fin de semana tocaba parada y
fonda de la gira de Serrat y Sabina en Málaga. Los viejos trovadores están otra
vez en la carretera. El noi del Poble Sec, asomado a los setenta, no se ha
bajado del escenario en medio siglo, y Sabina, que a sus cuarenta y diez
presumía que el cura que habría de darle la extremaunción aún no era
monaguillo, sigue perpetrando cócteles molotov líricos, mucho mejor que aquella
vez que un mal lanzamiento combustible le llevó a huir a Londres. La metáfora
del disco 'la orquesta del Titanic' es la voluntad de resistir con la música
hasta el final aunque se esté hundiendo el barco. Contra la moral del
naufragio, contra el desencanto cotidiano de la crisis, proponen una moral de
resistencia. Es un buen mensaje del que dejarse contagiar, y de hecho su
público transmite ese estado de necesidad de esperanza frente a la ración
diaria de pesimismo.
El show de 'la orquesta del Titanic'
contiene un canto contra la resignación. Sí, las cosas no son sencillas, pero
tras agradecer la complicidad al público -«con la jodida crisis, es un milagro
milagroso que hayan elegido pasar la noche con nosotros»- actúan como
oficiantes contra el conformismo. Despachan energía de irredentos veteranos
rebeldes y buen humor además de buenas canciones. Han adquirido un aire de
crooners castizos, esa pátina de viejos lobos distinguidos con la que compensan
la tercera edad de sus voces, un dueto de terciopelo y lija, uno con su aire de
dandi tímido de academia de baile y el otro de pirata no domesticado con voz
aguardentosa de cantina sin horario. La química a menudo es un misterio
-demasiadas soluciones sin solución- pero aquí todos los elementos encajan.
El buen rollo puede ser un mensaje a
menudo elemental -las canciones no hacen bajar la prima de riesgo y no llenan
estómagos aunque alimenten el espíritu- pero es toda un alternativa al mal
rollo. Y al menos por un rato Serrat y Sabina hacen de pararrayos en mitad de
la tormenta con el valor añadido de no sonar a marketing sino auténticos. Ahora
que un algoritmo del Centro Superior de Investigaciones Científicas ha
rastreado medio millón de canciones para demostrar que la música pop está hecha
de secuencias armónicas repetidas hasta el paroxismo, bucles de cuatro o cinco
acordes para producir melodías recurrentes, estos trovadores siguen haciendo
temas inconfundibles que forman parte del patrimonio sentimental del país, letras
con versos que habrían firmado los grandes poetas del siglo. Tal vez ya no
pueden vender voz, pero, como dijo Maurice Chevalier antes que Sinatra, lo suyo
no es vender voz sino estilo: inteligencia, humor, entusiasmo, talento contra
la resignación. Y se agradece.
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