TOMA LA PLAYA Y CORRE
El poder siempre tiene su lógica, aunque
no nos lo parezca. El actual Gobierno abarató los despidos supuestamente para
crear empleo, pero en realidad sólo quería aumentar el número de parados para
bajar el nivel de los salarios. Nadie mejor que Alberto Ruiz Gallardón para
ejemplificar la filosofía del PP, que se basa en el axioma “ni si, ni no, sino
todo lo contrario”. Cree que no debe autorizarse el aborto para los fetos
malformados, porque son personas, pero se les debe esterilizar una vez
creciditos porque ya no lo son e incluso pueden ser contagiosos. Si la Iglesia,
por cierto, piensa que son seres humanos, ¿por qué no les deja comulgar sin ser
dignos de que Jesucristo les visite?
Y si los conservadores creen que se debe
inmolar en el altar de los sacrificios a sus madres para evitar que los
sacrifiquen asépticamente antes de las catorce semanas de embarazo, ¿por qué al
menos no mantienen el pago de las sillas de ruedas, de las ambulancias, de los
cuidados que tal vez requieran una vez recién nacidos? El alma es pública, dirá
la FAES, pero la gestión de sus consecuencias corresponde a los mercados.
Una ecuación similar rige en el caso de
las costas. Si la gente no tiene un euro para moverse de casa, ¿para qué
mantener los veraneos? Así que no sólo le quitamos la paga, sino la playa, esa
patria profunda de la libertad que estaba bajo los adoquines del 68. Subámosle
el IVA a las sombrillas, incrementemos las tasas a los tapergüeres, exijámosle
la documentación a los bronceados. Asfaltemos la arena para que corran sobre su
calzada los coches que no podemos comprar. Urbanicémoslas, para que
Valdevaqueros se convierta en Marina D´Or y acudan en tropel los guiris al
próximo concierto multitudinario de Sergio Dalma.
No sabíamos que Mariano Rajoy era
leninista e iba a levantar de nuevo el muro de Berlín: ahora, Mario Draghi es
el soviet supremo y los bolcheviques de los mercados esperan al amanecer que
salga de la imprenta la verdad inamovible de su nuevo “Pravda”, el discurso
irrebatible de la prima de riesgo, el buró político de la contención del
déficti. Hoy los tanques soviéticos del Bundesbank han ocupado nuestra
primavera y nuestro verano: disparan balas ladrillos y ráfagas de hormigón
armado contra las dunas móviles, sancionan con tres mil euros a quienes se encadenan
a las puertas de sus consejos de administración reclamando que volvamos a
nuestra pueblerina vieja peseta, que dicho sea de paso siempre estuvo
disponible cuando la necesitábamos, aunque se disparase la inflación en lugar
de los dividendos.
Me resisto, sin embargo, a creer que ya
no queda esperanza frente a las hormigoneras, que debemos someternos a esta ley
marcial y aguardar en casa hasta que vengan a detenernos los guardajurados del
capitalismo salvaje, que llegaran a cachearnos en busca del más mínimo estado
del bienestar, para registrarnos los bolsillos por si nos quedara la más
diminuta utopía oculta entre sus pliegues. Todavía estamos a tiempo de
aprendernos los libros de memoria y de leer en ellos que no es lo mismo valor y
precio. Aún podemos desalambrarnos, tomar la playa y correr hacia ese lugar que
dicen que existe más allá del mar que ahora quieren taparnos. Esa república
amiga en donde los gobiernos cumplen sus promesas y el futuro es una larga
orilla donde remojar los sueños y navegar por ellos sin ningún resort que, a
cambio de la tu esperanza, tu soberanía y tu derecho a ser libre, te encadene
de por vida con una pulsera de plástico a la galera burguesa del todo incluido.
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