NO ES UNA CRISIS, ES UN CAMBIO
ESTRUCTURAL
No hay peor forma de arreglar un
problema que equivocar el diagnóstico, porque cuanto más se profundiza en las
aparentes soluciones, más se agrava la situación. Esto es lo que está
ocurriendo con miles de empresas y con nuestro país. Todo el mundo habla que te
habla de la crisis, y ese el menor de los problemas. El principal, el que no
vemos, o no queremos ver, es el CAMBIO ESTRUCTURAL. ¿En qué consiste?
Vamos a irnos un poco atrás en el tiempo
para que se comprendan fácilmente las consecuencias de las decisiones que se
toman. Imaginemos una gran empresa que fabrique máquinas de escribir OLVIDETTI,
que sea una gran empresa y que gane mucho, mucho dinero. Sus trabajadores
tengan buenas condiciones laborales y sus directivos naden en la abundancia y
el lujo.
Un día, alguien inventa un ordenador, y
un analista se lo queda mirando y se da cuenta de que “eso” es el final del
“mundo de las máquinas de escribir”. Va a Olvidetti y le dice que su mundo se
va a terminar, y que, si se quieren salvar, deben cambiar radicalmente, ahora que
tienen pasta.
El director general de Olvidetti mira al
mindundi que le recomienda los cambios y luego mira a su sueldo y a su cuenta
corriente, y dicen que tuvieron que sedarle para que parase de reír.
Cuando comentó “la anécdota” en la
reunión de directivos, hubo que suspenderla porque no había forma de hacer algo
medianamente serio debido a las risotadas.
El caso es que los ordenadores se van
imponiendo y Olvidetti va haciendo máquinas eléctricas cada vez más
sofisticadas, “para adaptarse a los tiempos”, pero el mercado se va cerrando.
De momento no se nota mucho, porque otras fábricas de máquinas de escribir van
desapareciendo y les van dejando su hueco.
Deciden tomar medidas y hacer grandes
campañas de publicidad, que consumen muchos recursos y aumentar las comisiones
de sus vendedores. Doblan el sueldo del director general que se apresura a
doblárselo a toda la junta directiva y a todos los representantes sindicales.
Y llega el día en que los ingresos son
menores que los gastos.
Empiezan a echar la culpa a la crisis y
dicen que ha bajado el consumo de todo: ropa, cine, restaurantes… Que no son
los únicos, y que siempre habrá hueco para unas máquinas que no consumen
energía y nos han acompañado durante más de 100 años.
Empiezan a pedir préstamos para no tener
que tomar “medidas dolorosas” y siguen insistiendo en las máquinas de escribir
frente a los ordenadores.
Coaccionan al estado para que les
subvencione la adaptación a la nueva realidad, pero todo el dinero se va en
estudios y publicidad.
Hasta que, al final, la realidad impone
su dura cara y se tienen que disolver, dejando un pufo de mil carallos a
proveedores, bancos y demás familia.
Si una empresa, un país, cree que la
crisis explica todo lo que le ocurre, la salvación es imposible, porque
adoptarán las medidas equivocadas. “La crisis”, no representa más del 20% de
nuestros problemas. El cambio estructural es lo verdaderamente importante.
Querer prorrogar el siglo XX tuneando los negocios que fueron exitosos en el
anterior siglo, es absurdo y no hará más que agravar los males.
Pongamos un ejemplo: Nokia, los mejores
teléfonos “modelo siglo XX” un fracaso total por no entender el siglo XXI a
tiempo. Este último trimestre “sólo” ha perdido 1.410 millones de euros.
¿Cuánto se puede aguantar esto?
Pero asombrosamente Microsoft, la gran
empresa de final del siglo XX, por primera en 26 años, ha perdido dinero (nada
más y nada menos que 492 millones de dólares) en un trimestre. ¿No tenéis la
sensación de que Microsoft lleva un tiempo tuneando sus programas sin proponer
grandes revoluciones?
Curiosamente hace poco estas dos
empresas han firmado una alianza ¿Será que comparten una forma de ver y
“recordar” el mundo?
Las etapas finales de un modelo se
caracterizan por la sinrazón colectiva, donde nadie quiere soltar lo que cree
que ya le pertenece. Imaginad a un Técnico en teclas de máquina de escribir. No
tiene alternativa en el mundo de los ordenadores. ¡Con lo que le costó llegar
allí y los trienios que tiene! Imaginad al jefe de contabilidad, llevando unos
libros de contabilidad “a máquina” y cobrando una fortuna porque dirige a otras
50 personas, en un trabajo que un ordenador haría en 5 minutos y con menos
fallos. Para qué hablar ya del director comercial, que quiere seguir vendiendo
como él lo hacía en el siglo XX, y presiona a la red comercial para que vendan
algo que nadie quiere comprar.
En esta etapa final nadie quiere
esforzarse, la “energía limpia de impulso” ha desaparecido y sólo queda la
energía de lucha por el “¿qué hay de lo mío?”. Todo suelen tener chollos de
beneficio individual a costa de la empresa: sueldazos, condiciones
insostenibles, plantillas injustificadas, y el “cállate tú y que si yo hablo te
hundo”.
Cuando tratas de hacer entender esto en
cualquier empresa, muchas veces te miran como si hablases de los
extraterrestres y, si lo empiezan a comprender, el miedo se apodera de ellos.
¡Demasiados cambios en la forma de entender la vida! “Me pillas en un momento
en que no sé si tengo energía suficiente…” -suelen decir-.
El menor problema que tienen es de dónde
se recorta. Por mucho que se recorte, las máquinas de escribir no encontrarán
hueco en el mercado. Son de otro tiempo.
Puede ser que nuestra cabeza siga en el
siglo XX por múltiples razones: en la forma de comercializar nuestros productos
o servicios, en la forma de articular la producción, en los productos que
ofrecemos, en lo que aportamos al mercado, en la forma de repartir las cargas y
las recompensas en la organización… Hay muchas posibles “trampas del pasado”.
Muchas veces no se cambia porque no se
sabe hacia dónde. Y se agotan los plazos y los recursos con esa ceguera
voluntaria. Generalmente el liderazgo suele ser muy débil y desde todas las
partes de las empresas se presiona para seguir manteniendo sus status
insostenibles. Los que tendrían que liderar se muestran abatidos, incapaces
para el impulso y se dedican a “contemporizar” esperando a cerrar, con la menor
“bronca” posible.
Para cambiarlo hay que ser perfectamente
conscientes del final de una etapa y tener la capacidad de visión y
comunicación para traccionar a la gente en la dirección hacia los cambios
acertados.
Pero, ¿cuánto tiempo hemos dedicado a
comprender cómo operar en el siglo XXI? ¿Quién nos ha enseñado? ¿Hablamos de
crisis o de cambiar radicalmente nuestra forma de hacer?
Obviamente esto es mucho más complejo
que un post de un blog. A ver si tengo tiempo este verano y escribo otro libro
donde trate de explicar qué es una crisis y los efectos limitados que tiene y
qué es un cambio estructural, cómo reconocerlo y cómo adaptarse.
El verano puede ser un buen momento para
pensar si seguimos anclados en el siglo XX o ya estamos viviendo en el nuevo
paradigma del siglo XXI. Va a suponer renuncias, incomprensión, miedos y
zozobras. Cualquier cosa menos aferrarnos a un modelo que en muy poco tiempo
desaparecerá por completo y el tren estará lejos para cogerlo.
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