NO ES UNA CRISIS, ES UN CAMBIO ESTRUCTURAL. FERNANDO SÁNCHEZ SALINERO


NO ES UNA CRISIS, ES UN CAMBIO ESTRUCTURAL
No hay peor forma de arreglar un problema que equivocar el diagnóstico, porque cuanto más se profundiza en las aparentes soluciones, más se agrava la situación. Esto es lo que está ocurriendo con miles de empresas y con nuestro país. Todo el mundo habla que te habla de la crisis, y ese el menor de los problemas. El principal, el que no vemos, o no queremos ver, es el CAMBIO ESTRUCTURAL. ¿En qué consiste?


Vamos a irnos un poco atrás en el tiempo para que se comprendan fácilmente las consecuencias de las decisiones que se toman. Imaginemos una gran empresa que fabrique máquinas de escribir OLVIDETTI, que sea una gran empresa y que gane mucho, mucho dinero. Sus trabajadores tengan buenas condiciones laborales y sus directivos naden en la abundancia y el lujo.

Un día, alguien inventa un ordenador, y un analista se lo queda mirando y se da cuenta de que “eso” es el final del “mundo de las máquinas de escribir”. Va a Olvidetti y le dice que su mundo se va a terminar, y que, si se quieren salvar, deben cambiar radicalmente, ahora que tienen pasta.

El director general de Olvidetti mira al mindundi que le recomienda los cambios y luego mira a su sueldo y a su cuenta corriente, y dicen que tuvieron que sedarle para que parase de reír.

Cuando comentó “la anécdota” en la reunión de directivos, hubo que suspenderla porque no había forma de hacer algo medianamente serio debido a las risotadas.

El caso es que los ordenadores se van imponiendo y Olvidetti va haciendo máquinas eléctricas cada vez más sofisticadas, “para adaptarse a los tiempos”, pero el mercado se va cerrando. De momento no se nota mucho, porque otras fábricas de máquinas de escribir van desapareciendo y les van dejando su hueco.

Deciden tomar medidas y hacer grandes campañas de publicidad, que consumen muchos recursos y aumentar las comisiones de sus vendedores. Doblan el sueldo del director general que se apresura a doblárselo a toda la junta directiva y a todos los representantes sindicales.

Y llega el día en que los ingresos son menores que los gastos.

Empiezan a echar la culpa a la crisis y dicen que ha bajado el consumo de todo: ropa, cine, restaurantes… Que no son los únicos, y que siempre habrá hueco para unas máquinas que no consumen energía y nos han acompañado durante más de 100 años.

Empiezan a pedir préstamos para no tener que tomar “medidas dolorosas” y siguen insistiendo en las máquinas de escribir frente a los ordenadores.

Coaccionan al estado para que les subvencione la adaptación a la nueva realidad, pero todo el dinero se va en estudios y publicidad.

Hasta que, al final, la realidad impone su dura cara y se tienen que disolver, dejando un pufo de mil carallos a proveedores, bancos y demás familia.

Si una empresa, un país, cree que la crisis explica todo lo que le ocurre, la salvación es imposible, porque adoptarán las medidas equivocadas. “La crisis”, no representa más del 20% de nuestros problemas. El cambio estructural es lo verdaderamente importante. Querer prorrogar el siglo XX tuneando los negocios que fueron exitosos en el anterior siglo, es absurdo y no hará más que agravar los males.

Pongamos un ejemplo: Nokia, los mejores teléfonos “modelo siglo XX” un fracaso total por no entender el siglo XXI a tiempo. Este último trimestre “sólo” ha perdido 1.410 millones de euros. ¿Cuánto se puede aguantar esto?

Pero asombrosamente Microsoft, la gran empresa de final del siglo XX, por primera en 26 años, ha perdido dinero (nada más y nada menos que 492 millones de dólares) en un trimestre. ¿No tenéis la sensación de que Microsoft lleva un tiempo tuneando sus programas sin proponer grandes revoluciones?

Curiosamente hace poco estas dos empresas han firmado una alianza ¿Será que comparten una forma de ver y “recordar” el mundo?

Las etapas finales de un modelo se caracterizan por la sinrazón colectiva, donde nadie quiere soltar lo que cree que ya le pertenece. Imaginad a un Técnico en teclas de máquina de escribir. No tiene alternativa en el mundo de los ordenadores. ¡Con lo que le costó llegar allí y los trienios que tiene! Imaginad al jefe de contabilidad, llevando unos libros de contabilidad “a máquina” y cobrando una fortuna porque dirige a otras 50 personas, en un trabajo que un ordenador haría en 5 minutos y con menos fallos. Para qué hablar ya del director comercial, que quiere seguir vendiendo como él lo hacía en el siglo XX, y presiona a la red comercial para que vendan algo que nadie quiere comprar.

En esta etapa final nadie quiere esforzarse, la “energía limpia de impulso” ha desaparecido y sólo queda la energía de lucha por el “¿qué hay de lo mío?”. Todo suelen tener chollos de beneficio individual a costa de la empresa: sueldazos, condiciones insostenibles, plantillas injustificadas, y el “cállate tú y que si yo hablo te hundo”.

Cuando tratas de hacer entender esto en cualquier empresa, muchas veces te miran como si hablases de los extraterrestres y, si lo empiezan a comprender, el miedo se apodera de ellos. ¡Demasiados cambios en la forma de entender la vida! “Me pillas en un momento en que no sé si tengo energía suficiente…” -suelen decir-.

El menor problema que tienen es de dónde se recorta. Por mucho que se recorte, las máquinas de escribir no encontrarán hueco en el mercado. Son de otro tiempo.

Puede ser que nuestra cabeza siga en el siglo XX por múltiples razones: en la forma de comercializar nuestros productos o servicios, en la forma de articular la producción, en los productos que ofrecemos, en lo que aportamos al mercado, en la forma de repartir las cargas y las recompensas en la organización… Hay muchas posibles “trampas del pasado”.

Muchas veces no se cambia porque no se sabe hacia dónde. Y se agotan los plazos y los recursos con esa ceguera voluntaria. Generalmente el liderazgo suele ser muy débil y desde todas las partes de las empresas se presiona para seguir manteniendo sus status insostenibles. Los que tendrían que liderar se muestran abatidos, incapaces para el impulso y se dedican a “contemporizar” esperando a cerrar, con la menor “bronca” posible.

Para cambiarlo hay que ser perfectamente conscientes del final de una etapa y tener la capacidad de visión y comunicación para traccionar a la gente en la dirección hacia los cambios acertados.

Pero, ¿cuánto tiempo hemos dedicado a comprender cómo operar en el siglo XXI? ¿Quién nos ha enseñado? ¿Hablamos de crisis o de cambiar radicalmente nuestra forma de hacer?

Obviamente esto es mucho más complejo que un post de un blog. A ver si tengo tiempo este verano y escribo otro libro donde trate de explicar qué es una crisis y los efectos limitados que tiene y qué es un cambio estructural, cómo reconocerlo y cómo adaptarse.

El verano puede ser un buen momento para pensar si seguimos anclados en el siglo XX o ya estamos viviendo en el nuevo paradigma del siglo XXI. Va a suponer renuncias, incomprensión, miedos y zozobras. Cualquier cosa menos aferrarnos a un modelo que en muy poco tiempo desaparecerá por completo y el tren estará lejos para cogerlo.

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