UN PAÍS DE MOVILIZACIONES LABORALES Y
ECONÓMICAS
La calle está que arde. La crisis
económica que sufre el país desde hace ya cuatro años ha caldeado los ánimos, y
los sucesivos recortes laborales y económicos llevados a cabo por los gobiernos
de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, lejos de enfriarlos, los han
ido caldeando incluso más.
Desde la instauración de la democracia,
España ha vivido una buena cantidad de movilizaciones que reivindicaban asuntos
de variada índole económica o laboral. Las más importantes, las siete huelgas
generales convocadas entre 1985 y 2012, cuatro de las cuales fueron contra las
políticas del Ejecutivo de Felipe González, y una contra cada uno de los
gobiernos posteriores: José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano
Rajoy. A ellas se suman numerosas movilizaciones sectoriales y territoriales,
que se convocaron ante diversas crisis y reconversiones industriales.
Con la perspectiva que dan los años, ¿en
qué cambiaron estas protestas el panorama laboral o político de nuestro país?
«A pesar de que las huelgas generales no suelen tener efectos inmediatos -ya que
todos los gobiernos tratan tanto previa como posteriormente de ningunear sus
efectos-, todas conllevaron consecuencias: bien de rectificación, bien de
transformación o incluso con determinadas secuelas políticas derivadas de las
mismas», explica Julio Salazar Moreno, Secretario General de la Unión Sindical
Obrera (USO).
La huelga general del 14 de diciembre de
1988 está considerada la movilización laboral más influyente de la democracia.
Los sindicatos la convocaron en contra del Plan de Empleo Juvenil aprobado por
el Gobierno de Felipe González. Se creaba un nuevo contrato laboral precario
para jóvenes menores de 25 años y se bonificaba a las empresas que lo
implantaran. Fue la jornada de paro más seguida de la democracia. Hasta RTVE
dejó de emitir. El seguimiento fue del 70%, según los sindicatos, y del 30%,
para las autoridades. Aquel Ejecutivo socialista tuvo que dar marcha atrás y
sus efectos a largo plazo fueron profundos. «Se retiró un plan de empleo
juvenil y se cambió la política económica en términos de ortodoxia
socialdemócrata, es decir, de incremento enorme del déficit público. España
tardó cinco años en recuperarse de los efectos de este viraje», explica Juan
Carlos Jiménez Redondo, profesor del Instituto de Estudios de la Democracia de
la Universidad CEU San Pablo.
Esta movilización es, en cierto modo, de
modelo tradicional. Sin embargo, según analiza el profesor Jiménez Redondo, las
cosas han cambiado. Las actuales «son mucho menos multitudinarias y están mucho
más corporativizadas», aunque hay una excepción: «la presencia constante de un
pequeño grupo aglutinado en torno al mito del 15M -opina-, que a pesar de su
inconsistencia ideológica y de su casi nula representatividad social acapara
incomprensiblemente lugares destacados en los medios de comunicación».
El profesor del CEU también señala que,
desde el triunfo del PP, los sindicatos «tienden a querer representar el papel
de oposición política e ideológica al Gobierno», ante un PSOE muy debilitado.
Pero eso no le quita responsabilidad al propio Ejecutivo. «No es menor el
enfado ciudadano por la inconsistencia, las ocultaciones y la absoluta falta de
empatía que el Gobierno y el PP muestran hacia la situación de los ciudadanos»,
observa.
El secretario general de USO, Julio
Salazar, introduce en las protestas actuales el elemento de la política
exterior, de la que los últimos gobiernos son «meros monaguillos». «Se imponen
desde fuera las actuaciones económicas, sociales y laborales -explica- en una
clara deriva de cargar todo el peso de la crisis sobre las espaldas de la
ciudadanía trabajadora y la economía productiva, activando procesos de
demolición del modelo social imperante en Europa y de degradación de las
condiciones laborales, retributivas, sociales y democráticas sin precedentes».
Todos conectados
El fenómeno del «pásalo» (enviar un
mensaje a través del móvil o de las redes sociales) ha tenido también una
influencia decisiva en las movilizaciones a las que estamos asistiendo estos
días. Ante el creciente malestar ciudadano, Facebook o Twitter echan humo y se
generan concentraciones más o menos multitudinarias con un solo 'clic'. Sin
embargo, los expertos valoran de forma diversa la influencia de las redes en
estas protestas. Julio Salazar, del sindicato USO, cree que están teniendo una
gran influencia, «tanto para las convocatorias efectuadas reglamentariamente
como, de manera especial, por cuantas están emanando de forma esporádica y
deben ser tenidas cada vez más en cuenta por cualquier tipo de convocatoria si
se quiere el éxito de la misma».
Sin embargo, el profesor Jiménez Redondo
se muestra más crítico. «Las redes sociales dan un carácter inmediato a los
acontecimientos», apunta, aunque «se han convertido en fuente de los medios de
comunicación más tradicionales». «Éstos (la prensa) tienden a maximizar la
relevancia social de las redes, dando por hecho que si un tema es popular allí
es que tiene una indudable dimensión social, cuando eso estaría por demostrar.
PUBLICADO EN DIARIO SUR
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