Entre este Gobierno y el anterior han
elaborado ya varias reformas bancarias y cada una de ellas ha sido presentada
como la que definitivamente iba a resolver los problemas financieros e
inmobiliarios de nuestra economía. Exactamente igual que ahora vuelve a decir
el ministro De Guindos y sus compañeros de Gabinete, con Rajoy a la cabeza,
cuando presentan el banco malo que hasta hace nada decían que no iban a crear.
Es normal, pues, que la gente esté ya harta
y desconfíe de sus palabras: ni antes se consiguió lo que aseguraban que iba a
suceder, ni ahora hay indicios racionales de que la nueva reforma financiera
sirva para mucho más.
El “banco” malo es una expresión que ya
por sí misma confunde a la gente porque lo que se quiere crear no es un banco
(una institución que maneja depósitos y concede préstamos) sino un fondo, con
forma de sociedad participada por el Estado y por el capital privado, que lo
que hará será otra cosa: comprar los activos de los bancos que hoy día son de
difícil o imposible cobro o que los bancos no consiguen colocar en el mercado
(inmuebles, solares, etc.) para tratar de ir vendiéndolos a lo largo de los
próximos diez años.
Se supone que gracias a ello, y sin que
la operación le cueste dinero a los contribuyentes, los bancos tendrán ya
“limpios” sus balances y que, por tanto, podrán empezar a prestar a empresas y
consumidores. En mi opinión, sin embargo, nada de eso está garantizado,
lamentablemente.
1. ¿Volverá al crédito gracias al banco
malo?
Los bancos volverían a prestar cuando el
banco malo se quede con sus activos tóxicos si ese fuese el único problema que
tuvieran para hacerlo. Pero no es así: hay varios bancos sin el problema de
acumular activos tóxicos de los que se quedará el banco malo y que, sin
embargo, tampoco prestan.
Lo que ocurre en el sector bancario
español es más grave. Además de acumular unos 176.000 millones de euros en
activos tóxicos (según Morgan Stanley, pero quizá mucho más), lo peor es que
los bancos españoles tienen una deuda de unos 400.000 millones de euros con
otros bancos extranjeros, que les exigen que salden antes que nada. Así que
nadie se engañe: lo que harán los bancos españoles con el dinero que recauden
cuando le vendan sus activos al banco malo, y con el que pueda venir después,
será pagar a sus acreedores extranjeros y no abrir el grifo a las empresas y
consumidores españoles.
2. ¿Costará dinero a los contribuyentes
el banco malo?
Dice el Gobierno que no, porque los
activos que va a comprar a la banca se irán vendiendo bien en los diez años de
plazo, pero tampoco eso me parece seguro ni mucho menos.
Para que se vendan con beneficio tendrá
que ocurrir que los compre a bajo precio y los venda a precio más elevado y en
cantidad suficiente. Pero si se fija un precio de compra muy bajo, los bancos
tendrán que registrar pérdidas elevadas y entonces se habrá cosido por un lado
pero saldrá un roto por otro. Si los compra a precio elevado para facilitar que
los bancos respiren mejor y comiencen cuanto antes a financiar (lo que ya hemos
visto que no ocurrirá), le resultará mucho más difícil vender los activos con
beneficio y pagaremos más los contribuyentes.
Además, teniendo en cuenta que los
activos que llegarán al banco malo no van a ser lógicamente los mejores ni los
de más fácil colocación en el mercado, sino los peores, cabe preguntarse si es
realista pensar que en un mercado inmobiliario tan amplio y experimentado como
el español el último en llegar y con los peores activos va a ser el que tenga
más fácil hacer beneficios. Yo no lo creo, entre otras cosas, porque tampoco es
fácil creer que se vayan a poder vender todo el parque existente, teniendo en
cuenta que no habrá mucho crédito para comprar y que los ingresos van a
disminuir por las políticas que se están aplicando.
3. ¿Bajarán los precios de la vivienda?
Esa es otra de las cosas que asegura el
Gobierno, aunque es algo contradictorio con lo anterior. En mi opinión, tampoco
es seguro que provoque una bajada significativa.
Para que los precios bajaran muy
sustancialmente debería ocurrir que el banco malo pusiera a la venta
rápidamente un volumen grande de activos. Pero eso no es previsible por varias
razones: porque entonces no tendría tantos beneficios como se dice, porque no
va a disponer de toda la oferta necesaria como para determinar el precio de
mercado (ni siquiera se va a quedar con todos los activos en manos de los
bancos, puesto que solo comprará los malos), y porque no le será fácil vencer
la resistencia poderosa de los actuales intermediarios y oferentes que
seguramente no van a estar dispuestos a que eso ocurra.
Por otro lado, estando participado por
capital privado, lo lógico es que el banco malo module el precio de lo que
vende en función del beneficio y no del ajuste del sector socialmente más
deseado. Y si se dan más facilidades a ese capital privado para que le interese
participar y vender incluso con precios más bajos, será entonces a costa de
mayor coste para el contribuyente. En suma, la acción del banco malo puede producir
un bajada de precios pero ni muy importante ni toda la que sería necesaria. Y
además, y en contra de lo que necesita el sector en España (un ajuste lo más
rápido posible), lo que hará será llevarlo a un plazo demasiado largo y
malvendiendo activos sobrantes.
4. ¿Han tenido éxito los bancos malos en
otros países?
La experiencia es muy desigual, y por
eso también es aventurado afirmar que en España el banco malo va a funcionar
bien y sin coste para los ciudadanos normales y corrientes.
En Suecia se considera que fueron muy
exitosos para rescatar a la banca (aunque el rescate terminó costando alrededor
del 2% del PIB) pero actuaron en condiciones totalmente diferentes a las que va
a haber en España: se partió de considerar responsables a los bancos, se evaluó
muy rigurosamente la cartera de activos tóxicos de cada uno (lo que no ha
ocurrido aún en España), se creó un banco malo por cada banco afectado y no uno
solo para todos, fueron dirigidos por profesionales de gran prestigio y con un
perfil muy estricto, los bancos fueron nacionalizados mientras funcionaron los
malos (“por cada corona que metamos en el banco, queremos la misma influencia”,
dijo el ministro responsable) y, lo que es muy importante, las condiciones
macroeconómicas fueron diametralmente distintas a las que ahora tiene España:
no pertenecían a zonas de moneda única y los gobiernos tenían gran capacidad de
maniobra para apoyar la estrategia de rescate del sector financiero.
En Alemania y Bélgica están costando
dinero a los contribuyentes y en Irlanda es pronto para evaluar su experiencia.
Los directivos reconocen que no consolidarán beneficios pronto, aunque parece
que el banco malo está teniendo efectos positivos sobre la reestructuración del
mercado inmobiliario. Pero en todo caso hay que destacar que en Irlanda se
actuó mucho antes que España (que está cometiendo el mismo error de retrasar
soluciones que llevó a Japón a una larga depresión) y que se establecieron
garantías y cláusulas de penalización a la banca si no se obtienen beneficios
que de momento no parece que estén previstas en España.
En resumen: es muy ingenuo creerse que,
tal y como está prediseñado, el banco malo que va a crear el Gobierno obligado
por las autoridades europeas es la solución a los problemas de nuestro sector
financiero y de nuestra economía.
En mi opinión, se trata de otra
oportunidad perdida más y de una simple imposición de la banca europea para
asegurarse mejor el cobro de la deuda. Pura cirugía menor que ya no sana los
daños mayores. Para salir del impasse financiero hay que pulir mucho más y
mejor la creación del “banco malo”, y acabar ya con los bancos zombis que están
matando a la economía española. Hay que nacionalizar, hacer responsables a los
accionistas y llegar a acuerdos realistas con los acreedores que han de asumir
igualmente las pérdidas asociadas a sus malos negocios, y proporcionar
enseguida financiación suficiente y económica a las empresas que crean riqueza
y valor para recobrar la producción de bienes y servicios y para sacar adelante
lo único que puede hoy día salvar a España: más actividad empresarial y
productiva de nuevo tipo en la línea que Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo
avanzamos en nuestro libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y
bienestar social en España (Editorial Sequitur 2011).
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