¿Y
AHORA QUÉ?
Con el paro juvenil en el 52% irse del
país, más que una opción, es una obligación. 41.000 españoles emigraron en los
seis primeros meses de este año. El problema es que muchos piensan en 'el
extranjero' como salvación y eso es «una verdad a medias».
Cinco jóvenes en cinco países diferentes
nos cuentan:
Eva
Crespo
31 años. Tarrasa.
Vive en Río de Janeiro desde hace un
año. trabaja en un albergue. licenciada en traducción e interpretación.
Brasil se ha convertido en objetivo
prioritario para los españoles. El resurgir de la economía brasileña, el
próximo Mundial y los Juegos Olímpicos lo han puesto en el punto de mira de
muchos jóvenes. Pero, al mismo tiempo, las trabas burocráticas del gigante
brasileño se están convirtiendo en insalvables. Eva Crespo llegó en abril de
2011 a Río de Janeiro. Fue a hacer voluntariado por un mes, dando clase de
inglés en una favela. Decidió quedarse. «Ahora mismo estoy ilegal, ya que el
papeleo y los permisos tardan muchísimo. Es lo más negativo de Brasil»,
explica. «Estoy trabajando en un albergue, como gerente, y aunque la
experiencia es muy buena, quiero montar mi propio negocio, ya que tengo dinero
ahorrado. Pero hasta que me den los permisos no puedo hacer nada».
La esperanza de Eva es lograr sus
papeles a través de su unión como pareja de hecho con su novio, brasileño. «Al
principio me debatía entre regresar a España o no, pero después de conocer a mi
pareja tuve más claro que quería quedarme». Salir y entrar del país tampoco es
fácil. «Desde abril, Brasil pide a los españoles los mismos documentos que
España pide a los brasileños: carta de invitación o reserva de hotel, billete
de vuelta y una cantidad de dinero. Se oyen muchos casos de españoles
deportados», cuenta. Eva tiene grabado el primer día que la Policía federal la
interceptó en el aeropuerto. «Salí después de un año. Estaba sin visado, pero
en el Consulado me dijeron que 'no pasaba nada'. Con las maletas facturadas, la
Policía no me dejó embarcar porque necesitaba un salvoconducto. Pude salir dos
días después, pero pagando una multa considerable... Cuando volví a Brasil dos
meses más tarde, pasé miedo por si no me dejaban entrar. Es un miedo constante;
nunca sabes cómo va a terminar».
Silvia
Palomo
32 años. barcelona. Vive en Shanghái
desde hace un año y medio. Trabaja como diseñadora de complementos.
Un día, al poco tiempo de estar aquí,
salí a comprar algo y me fui lejos de casa, así que necesitaba coger un taxi
para regresar. En ese momento se puso a llover a mares y estuve un buen rato
mojándome sin que pasara ninguno. Cuando llegó el primero, aparecieron
corriendo dos chicas chinas que me lo robaron en la cara. Ya estaba empapada.
Paré otro taxi, pero no había manera de que el taxista me entendiera la
dirección -no hablan inglés y no entienden lo que intentas explicar- y me echó
de su taxi. El tercero hizo lo mismo. Se me hizo de noche. Me puse a llorar
bajo la lluvia de la impotencia de querer llegar a casa y no poder».
Silvia lleva más de un año en Shanghái,
conocida en China como la ciudad de las oportunidades. Allí trata de hacerse un
nombre en el diseño de moda. Tras varios años de experiencia en España, donde
trabajó para varias marcas de renombre, decidió emprender su aventura en el
extranjero. «Tenía ganas de probar otras cosas porque mis últimas experiencias
profesionales en España no fueron buenas». La idea de Silvia tomó
definitivamente forma cuando a su marido le propusieron trasladarse a Shanghái.
Silvia trabaja hoy para una empresa de
complementos taiwanesa y lucha por abrir su propia línea de moda infantil.
«Aquí hay oportunidades que en España ahora mismo son imposibles. Es duro, pero
vas viendo que avanzas». Eso a pesar de que su destino no es el más sencillo
para emigrar. «Es muy difícil integrarse con los chinos. Los extranjeros vivimos
aparte, como en una burbuja». Admite que «antes de venir pensaba que todo iba a
ser muchísimo más fácil, más fluido. Me costó adaptarme y aún lo estoy
haciendo. Solo empiezas a sentirte bien cuando aceptas que no todo es como lo
imaginas y simplemente intentas que se aproxime lo máximo posible a las
expectativas que te marcaste antes de partir». Pese a ello, no se plantea
volver. «No quiero dejar las cosas a medias y no se puede desperdiciar una
oportunidad así. Voy a seguir luchando».
Ignacio
Pérez
28 años.
Puerto de Santa María. Vive en
México DF desde hace dos años. trabaja
como veterinario.
Cero plazas. Este fue el panorama que
Ignacio Pérez -gaditano de 28 años- se encontró cuando preparaba las
oposiciones para el Cuerpo Nacional de Veterinarios. «Estaba estudiando y en
marzo de 2010 me enteré de que no había plazas y que no las habría en los
próximos años. Decidí irme». Ignacio cursó un máster en Francia sabiendo que,
con probabilidad, lo enviarían a trabajar a Latinoamérica. Y así fue. «Desde hace
dos años vivo en México DF, donde ejerzo como veterinario».
«Había vivido anteriormente en otros
países, pero siempre iba con fecha de regreso. Esta vez era diferente, sabía
que partía sin billete de vuelta... y eso produce miedo, esa es la verdad. En
mi caso, al tratarse de México, más todavía, por todo lo mal que se habla del
país en la televisión española: que si secuestros, muertos, tráfico de
órganos... Los últimos días antes de venirme me planteé varias veces decirle a
la empresa que renunciaba a mi trabajo». No lo hizo y hoy se reconoce contento:
«Encontrar en España un trabajo como el que tengo lo veo muy complicado. Me
pagan un buen sueldo, puedo viajar, comer fuera con frecuencia...». Todo eso a
cambio de estar lejos de casa, el reverso de su experiencia. «Admito que, si
pudiera regresar, regresaría. No solo por aspectos como el carácter de la
gente, el humor, las cervecitas, las tapas... También porque estar aquí implica
estar lejos de mi sobrina, a la que no estoy viendo crecer, o de mi abuela, a
quien probablemente ya no vuelva a ver. Al pensar esas cosas se me cae el mundo
a los pies. A veces te planteas si, por muy buen trabajo que tenga y por muy
contento que esté, merece la pena vivir a 9000 km de tu casa. Espero que en dos
años las cosas hayan mejorado y pueda volver. Ese es mi objetivo».
Clara
Marrodán
29 años. Logroño. Vive en Byron Bay
(Australia) desde hace seis meses. se gana la vida cuidando niños mientras
busca trabajo. Estudió Veterinaria.
Clara le pilló la crisis en Logroño, su
ciudad natal. A ella tuvo que regresar por asuntos familiares dejando tras de
sí un empleo como veterinaria en Barcelona. Antes había trabajado becada en
Escocia y en Madrid. Su carrera parecía encarrilada. «Mi problema llegó cuando
me puse de nuevo a buscar trabajo como veterinaria. No había. Decidí irme».
Clara alzó su mira al otro lado del mundo. Literalmente. «Australia está muy
lejos, así que te haces a la idea de que vas a dejar a tu familia y a tus
amigos por mucho tiempo. No es fácil».
Vive en Byron Bay, una ciudad costera.
«Siempre te cuentan la historia de un amigo que se fue y le va fenomenal. La
realidad es que la competencia es dura y hay muchos obstáculos. En mi caso, por
el tipo de permisos que dan en Australia, solo puedo trabajar media jornada»,
que ella emplea como cuidadora de niños. «Hasta que no logre convalidar mi
titulación no podré desempeñar mi profesión aquí. Tengo que mantenerme como
pueda. Voy a darme un tiempo. Viajar, abrirte al mundo y mejorar mi inglés me
compensa. De momento».
Víctor
Martínez
29 años.
Madrid. Vive en Niza desde hace
dos meses. Trabaja como ingeniero
informático. Anteriormente vivió en
Dublín.
Entre una beca Erasmus en Milán y un año
trabajando en Dublín, Víctor tenía ya 'callo' en lo de vivir lejos de casa. «En
aquellas ocasiones, me fui impulsado sobre todo por vivir una aventura». La
cosa cambió en su última salida de España. Desde hace unos meses vive en Niza,
a donde llegó tras ser contactado por una empresa informática. Víctor estuvo meses
buscando trabajo en España antes de decidirse. «No encontré nada decente. O los
salarios son muy bajos o los proyectos no son interesantes».
Partió rumbo a Francia y de momento
admite estar satisfecho. «Mi ventaja es que he venido con trabajo ya y con un
sueldo bueno -bastante mejor que en España- y he optado por vivir con gente
extranjera en las mismas condiciones que las mías. Vivo con italianos,
argentinos, alemanes...». Por ello admite que se ve en Niza en los próximos
años. «Me gustaría quedarme un par de años por aquí. Parece un buen sitio para
vivir. Además me gustaría aprender francés y mejorar laboralmente. Es difícil
volver a España tal cual están las cosas. Preferiría haberme quedado, es
verdad, porque en el aspecto personal estaba muy a gusto, pero solo volvería
con trabajo. Espero que esto sea algo temporal... aunque nunca se sabe».
PUBLICADO EN XL SEMANAL
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