EL DEPORTE: UNA ENSEÑANZA. LA PIEZA CLAVE: EL ENRENADOR. JOSÉ MANUEL BELMONTE


 EL DEPORTE: UNA ENSEÑANZA. LA PIEZA CLAVE: EL ENRENADOR
El deporte es una competición cada vez más exigente. Hay que poner alma corazón y vida para ser los mejores y competir con los mejores.  La rivalidad personal, local, regional, nacional e internacional no se ven como un problema, sino un reto, cada vez más alto, cada vez más grande, cada vez con una repercusión más extraordinaria y gratificante.

Nadie sabe hasta dónde puede llegar hasta que no supera tiempos, marcas, etapas, límites, fronteras que hasta  ayer parecían imposibles. El deportista que llega a los laureles de la fama, es el primer sorprendido. El reconocimiento local, nacional o mundial, puede llegar, pero no se regala en ninguna disciplina. Es una conquista.


Individual o colectivamente, se necesita disciplina, entrenamiento y esfuerzo, capacidad de sacrificio y constancia, empatía y compañerismo. Algo sólo al alcance de los valientes, física y psicológicamente. El deporte, a parte de mantener en forma, es siempre una escuela donde se aprenden auténticos valores. No en teoría, sino en la práctica y en la vida.

La naturaleza ayuda, pero es plural, diversa.  Siempre se buscaba la armonía de una “mens sana in corpore sano”; pero es la voluntad y la fuerza interior, lo primero y fundamental. A veces se olvida. Cabeza y corazón priman sobre la anatomía del deportista. El cuerpo de un deportista es como es, alto o bajo, fuerte o  frágil, raramente débil aunque  pueda  tener, incluso, alguna aparente o real deformidad. La diferenciación por sexos nunca es discriminación. Las características continentales de razas, lenguas, etnias, o creencias se asumen con total normalidad y nunca suponen un obstáculo, ni para los mismos deportistas ni para los organizadores.

Las recientes Olimpiadas y los Juegos Paralímpicos han supuesto una alegría, un orgullo, y una inmensa lección para todos. Los participantes lo han dado todo para lograr las mejores marcas. La aragonesa paralímpica, Teresa Perales, ya es una leyenda. Ha conseguido 6 medallas en 6 pruebas en Londres 2012. Es la paralímpica española más laureada de la historia, con 22 medallas. Si nadie ha escatimado elogios a Michael Phelps, quiero mostrar mi orgullo y mi reconocimiento a nuestra admirable nadadora, en silla de ruedas, reina de estos juegos. Como acaba de decir, Alberto Contador, reciente ganador de la Vuelta Ciclista a España:“Cuando conseguir algo cuesta tanto, se saborea de forma especial”.

En España estamos acostumbrados a los triunfos, de Nadal, Fernando Alonso, Contador, la Selección de Baloncesto, de Futbol, y a los héroes de las medallas olímpicas y paralímpicas en las diversas y variadas disciplinas. (Cualquier país siente, por supuesto, el orgullo de los suyos). Lo que quiero señalar es que lo vemos ya tan normal, que a veces ni valoramos suficientemente sus hazañas, porque estamos mal acostumbrados. Los vemos, pero… nos metemos poco en su piel, en el día a día de su esfuerzo, y en sus impresionantes historias humanas.

Los medios de comunicación suelen resaltar y enfrentar colores, banderas, “piques”, gestos raros, zancadillas, comentarios altisonantes, rivalidades, porque eso vende más que resaltar el compañerismo, la amistad, el estímulo, la disciplina de superación y el espíritu de equipo. Y sin embargo es en esto en lo que son un modelo para la juventud y para todos.  Hay otros, y en otras disciplinas, pero precisamente el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha querido resaltar esa faceta, en una deporte que todos conocen. Al presentar a dos futbolistas de equipos rivales al premio Príncipe de Asturias de los Deportes, los ha puesto como ejemplo. Ni Iker Casillas ni Xavi Hernández, futbolistas del Real Madrid y del Futbol Club Barcelona (las dos instituciones más conocidas en el mundo), esperaban este premio. “Más que premiar al fútbol, es un galardón a los valores de compañerismo y esfuerzo que encarnan unos deportistas excepcionales que han sabido transcender la rivalidad y las diferencias en aras de un objetivo común. Ellos –eternos rivales en sus equipos- nos han demostrado hasta dónde se puede llegar, cuando se orilla lo que separa y antepone lo que une. Todo un ejemplo moral y cívico para las próximas generaciones” (La Razón). 

Hay que felicitar a estos grandísimos jugadores que tanto en sus clubes como en la Selección lo han logrado todo.  También al jurado que les ha otorgado el premio. Un premio que les alcanza no por su club de origen, sino por su trayectoria en la Selección, la Roja, donde olvidan rivalidades y se esfuerzan por lograr la camaradería para que pueda surgir la magia en el campo y que lleguen los triunfos del equipo, que es lo que a los espectadores les interesa, además de disfrutar con su asombroso juego.
La pieza clave: el entrenador.

Después de haber dicho lo que antecede, espero que no me interpreten mal. No intento restar un ápice a los deportistas, ni a su capacidad de sacrificio, a su espíritu luchador, ni a su fortaleza mental. Pero es  aquí donde entra el entrenador, el ser que marca los tiempos, el que quita yerros,  el que lima discrepancias, el que da confianza y encuentra resortes, tácticas,  medios, para hacer equipo y lograr los triunfos. El que los conoce, aprecia y quiere para sacar lo mejor de ellos mismos. El entrenador: es el que manda, sin hacerse notar.

 En el caso que hemos comentado, son ellos mismos quienes lo han reconocido: “El míster es clave en todo el engranaje del equipo y en la armonía que existe en el grupo.  Es un pieza fundamental, se merece todo el reconocimiento", ha comentado el catalán, refiriéndose al técnico Vicente del Bosque. Sienta en el banquillo o alinea a quien cree, pero nunca arbitrariamente o por capricho. Lo explica. Lo importante es estar  preparado y disponible para ser útil al equipo.
La trayectoria del técnico, su serena normalidad para manejar con mano izquierda un vestuario plagado de estrellas, a quienes no resta protagonismo, incluso su humildad que procede  de su gran humanidad y del aprecio y apoyo en su familia imponen. 

Pero hay que estar atentos. Hay peligros mayores que la rivalidad  de los deportistas.  Esta, con un buen entrenador nos ha llevado, como dice Miguel Ors a “la utopía del bienestar, de compañerismo, de rivalidad sana, descarnada de celos, envidias y egos. No parece España. ¿A que no políticos?”

Efectivamente, la “desunidora casta sindical y política” es un peligro que está ahí. La rivalidad entre clubes y las rivalidades regionales cuando se mete por medio la política puede ser una bomba de consecuencias impredecibles. Los directivos, algunos al menos, sucumben a los cantos de sirena de la política. “El fallo de nuestro tiempo consiste, -decía Churchill-, en que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes”. Sucedió con Laporta, el anterior Presidente, y  Rosell, actual Presidente del Barça, ya estuvo en primera línea de la “Diada”, para no ser menos. Y, para el presente curso, es decir ya mismo, el Barcelona vestirá la señera (bandera de Cataluña) como segunda equipación. Y Guardiola, el anterior entrenador, envió su cariñoso y solidario voto independentista desde el extranjero. Tomar partido por la independencia, es partir la competición, viciarla. ¿Abandonará el Barça la liga española? El fabricante de sus camisetas, teme por la bajada de las ventas. Pero a ellos, ¡ni se les pasa por la imaginación ni la merma de ingresos, ni dejar la liga! ¿Con quién iban a competir que diera más juego y “más tela”? Ahora bien, cuando el Barça juegue lejos de su estadio con la “señera” (que ellos se han apropiado), el equipo rival ¿juega contra Cataluña?

 He escrito todo esto, créanme, porque a nivel nacional, en política, necesitamos un míster como Del Bosque con sentido común y bonhomía. O una mujer, resuelta y con su sexto sentido.  Alguien parecido al temple, la visión, la capacidad y la personalidad y la sencillez del salmantino. Alguien con ideas claras, capaz de definir los objetivos y buscar los triunfos del equipo. Alguien capaz de hacer chupar banquillo a alguna estrella y lograr el triunfo con el esfuerzo de figuras de segunda fila. ¡Hay mucho en juego! Dicho en forma deportiva: ¡nos estamos jugando mucho! ¡Estamos poniendo “al equipo” en peligro porque estamos jugando con fuego!  Tal vez, algún juez debería sacar alguna tarjeta, para evitar el juego sucio y que el encuentro no se vaya de las manos. ¿Lo harán? ¿Existen árbitros de esa categoría? ¡Clarificarían mucho el panorama!

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