CLIENTELISMO
POLÍTICO
¡Oh Manuel!, que en tu primera niñez
física, te regalaron una colección de polichinelas. Y te acostumbraste a ellos
de tal modo, que Manuel y sus polichinelas iban siempre el uno al lado de los otros,
juntos e inseparables, terminaron por fundirse y constituir un solo y único
organismo, lo cual no deja de ser extraordinariamente científico y conmovedor.
Generalmente, los niños se cansan de sus juguetes, una vez hastiados del muñeco
que durante un tiempo hizo sus delicias, le rompen los brazos, las piernas, les
abren el vientre para ver lo que tienen dentro, y luego, desdeñosos, lo
arrojan. El Manuel, que si hace ya tiempo dejó de ser pollo, no dejó nunca de
ser niño, un niño terrible, un verdadero “Manuel”, que si entró hace ya muchos
años en el pleno desarrollo de su inteligencia, no pareció haber entrado nunca,
en el período de razón.
Criatura precoz, lista, despierta,
vivaracha, dotada de una intuición rara, aprendiendo con extraordinaria
facilidad lo que le enseñaban sus maestros, y adivinando lo que éstos no
sabían, pero destinado a no salir nunca de su primitivo estado, esto es, del
estado de criatura, se pasa la vida haciendo chiquilladas; niño travieso, se agarró
a la política, considerándola como un juguete sumamente entretenido y propio,
como ningún otro para hacer travesuras y desesperar a la gente mayor, y no la
soltaba, ni tenía ganas de soltarla... En sus manos, la política es un muñeco
divertido, un polichinela articulado, lujosamente vestido, adornado de plumas,
cintas y cascabeles, con que Manuel, niño eterno, ha venido jugando. Manuel no ha
pertenecido nunca a ese gremio de criaturas ingratas y sin corazón. Cierto es,
y muy cierto, que muchas veces se entretuvo en desnudar a sus polichinelas, en
desarticularles, en descabezarles y en abrirles los vientres; pero luego se
guardó muy mucho de arrinconarles, de tirar los a la calle o a la basura; nada
de eso.
Lo que hace Manuel era recomponer
cariñosamente sus muñecos; curaba sus fracturas con toda la habilidad de un
cirujano o de un mecánico consumado; remendarle la cabeza y si preciso era, remplazarlas
por otras “más bonitas”; vistiéndolas con nuevos y ricos ropajes y luego los
presentaba afanosamente al mundo como nuevos. El mundo exclamaba: “¡pero si es
un polichinela nuevo...!” Y contestaba Manuel sonriendo y muy satisfecho de su
destreza:” No, señores: es el mismo de antes; el mismo de siempre...”. Hace
años que contemplamos enternecidos el mismo espectáculo: Manuel, niño joven; Manuel,
niño maduro; Manuel, niño viejo, abrazado constantemente a sus polichinelas,
unas veces riendo, otras veces llorando; un día jacarandoso, burlón y flamenco,
otro día tétrico, amenazador y majestuoso. Pero siempre dispuesto, a cualquier
hora y cualquiera que fuese su humor, risueño o sombrío, a hablar, a hablar en
todas partes, sin tregua ni descanso. Manuel es así: no se calla nunca, y
cuando calla, desarrolla su mente, y por eso Manuel, es muy importante para sus
polichinelas. Manuel tiene un gran número de polichinelas, que se elevan y cada
uno de ellos busca a otros polichinelas, y así se construye la pirámide del
clientelismo parasitario, integrada por alcahuetes, futuros inútiles y
sinvergüenzas, todos unidos por el interés, por los privilegios… Construyen pirámides,
engrasando sus mecanismos, fundamentalmente en las administraciones públicas,
gran orgía en laque participan los polichinelas, conocidos e incrustados como
delibre designación, que es lo mismo que elegidos a dedo, por lo que estarán
agradecidos a Manuel y cuidarán de sus capilares y terminales.
Son así mismo designados, para construir
telas de arañas,(con perdón a la araña), orgánicamente distribuido en bloque:
Redes endogámicas que, saltarán los límites de sus propias organizaciones, que
ellos mismo siempre, intentaran controlar, practicando actitudes antidemocráticas.
Esto ocurre, con una especial incidencia, en las grandes ciudades, donde los
consistorios y otras instituciones están monopolizados en un altísimo
porcentaje, por un grupo ilimitados de familias de polichinelas que
constituirán auténticos “clanes partidarios e institucionales y oligarcas, que
de no abolir, construirán sistemas antidemocráticos”. ¡Calladitos, imponiendo
esa boca es mía! Los lazos clientelares tienen en España un desarrollo y una
importancia decisiva, situándose como el reino de la arbitrariedad y la
particularidad, de pactos de todo tipo de las élites políticas y por tanto
económicas, donde "reinará" el favor. El núcleo principal de la
relación consiste en el intercambio recíproco de bienes servicios de distinta
especie entre los sujetos polichinelas, que formarán la llamada «diada», base
de cualquier sistema de clientelas: el oligarca Manuel, que proporcionará miserables
bienes materiales, protección y acceso a diferentes recursos, privados y
públicos; y los clientes polichinelas, que ofrece a su vez servicios
personales, lealtad y apoyo, que en el ámbito dela política, puede traducirse
en votos, polichinelas orgánicos, futuros titiriteros que estarán expectantes,
ante las posibilidades de encontrar un lugar al Sol y no dar, ni un palo al
agua.
Económicamente, financiaran a grupos,
propios e impropios, eslabones de la cadena parasitaria que son básicos para el
control social, siendo los más importantes de ellos, los medios de comunicación
y otros de organización social, que en el futuro inmediato, dirán esta boca es
tuya. El lenguaje utilizado allí donde surge el compadrazgo oel patronazgo
subraya el afecto, real o fingido, entre las partes: «amigo» ha sido el apelativo
preferido por los componentes de las clientelas para dirigirse unos a otros,
cada jefe llamara a sus seguidores «amigos» antes que partidarios,
transformando las maneras de relacionarse. La maquinaria del clientelismo se
fundamenta en el principio de que el poder tiene que conservarse en manos
amigas para poder servirse de él. Es la complicidad de los individuos que colaboran
en todas maniobras ilícitas y delitos para poder participaren todo tipo de
rapiñas. Podía decirse con sorna, que es una antigua reproducción del
caciquismo, cuatro o cinco grupos, que tienen amigos, hijos, yernos, primos,
tíos, sobrinos, nietos y cuñados, en los puestos y en todos los estamentos.
Muy frecuente resultara también la
creación deformas de parentesco ritual, (compadre) que acompañaban a la clientela.
Con ello, se establece un nexo duradero, a salvo de contratiempos del poderoso
y su familia o grupo con la del apadrinado.
No resultaba raro que Manuel, hiciera de padrino en bautizos y bodas, y
diera su nombre a los hijos de sus protegidos, una práctica especialmente
frecuente, que unen de por vida. Algunos autores han insistido también en la
unión del patronazgo con determinadas concepciones ideológicas, como la de la
mediación de los santurrones, y con valores como el honor, que hace de la
devolución de los favores una cuestión crucial en las relaciones sociales. La
definición comúnmente admitida de clientelismo subraya el carácter voluntario
de la relación.
Cualquiera de las partes debe ser capaz
de poner fin al juego, si éste ha dejado de convenirle, ya que el intercambio
ha de resultar mutuamente beneficioso. Pero es evidente que las prácticas
clientelares se dan a menudo en condiciones sociales en las que el poderoso
ejerce algún grado de coerción sobre sus subordinados, forzados a actuar de una
u otra forma, bajo la amenaza de perder sus medios de vida, privilegios y la
imposición de un comportamiento determinado que se hace explícita para
completar el conjunto de medidas adecuadas para cumplirla voluntad de los
poderosos. Entre el día y la noche, no hay pared, que es lo mismo que luchar en
noche cerrada que en día claro
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