CUANDO CONFUNDIMOS LAS QUEJAS Y LAS DENUNCIAS, CON LAS SOLUCIONES. FERNANDO SÁNCHEZ SALINERO


CUANDO CONFUNDIMOS LAS QUEJAS Y LAS DENUNCIAS, CON LAS SOLUCIONES

 “Las mentiras más peligrosas son las verdades ligeramente desfiguradas”. Lichtenberg

En tiempos revueltos y difíciles, es muy fácil que la necesidad o el hartazgo, nublen nuestra capacidad de análisis, y caigamos en apoyar aparentes soluciones facilonas y populistas, dentro y fuera de la empresa. El caso de Sánchez Gordillo nos puede servir para ilustrarlo perfectamente.

Este verano ha estado “animado” por las acciones de reivindicación del Sindicato Andaluz de Trabajadores y su asalto a unos supermercados en busca de publicidad, porque comida, se llevaron poca. Sánchez Gordillo, a quien ya conocíamos de manifestaciones parecidas, ha pasado a hacerse muy célebre, y estar un día sí y otro también en la televisión. Cosa que abiertamente reconoce que perseguía.


Ha soltado sus 20 frases de denuncia contra el sistema, recogiendo apoyos y atención mediática, y al escucharle uno ve lo fácil que es caer en mezclar planos.

Una cosa es el plano de las denuncias o las quejas, por ejemplo, que los políticos son unos chorizos, unos incompetentes, unos interesados… que ahí coincidiríamos el 90 % de la audiencia, de que hay dinero para los bancos y no para las medicinas, que se recorta de un lado, pero se despilfarra de otros… Ahí estamos de acuerdo todos. Pero, pero…

El problema viene cuando se proponen las alternativas. Algo que la gente suele pasar por alto. Porque no da igual que se proponga una cosa u otra, ¿verdad? Porque en muchos casos el pretendido remedio, es peor que la enfermedad.

Hay dos niveles de proposición de soluciones:

a)      Nivel Básico, de NEGACIÓN DE LO ANTERIOR. Como lo que veo me repugna basta con decir que haremos lo contrario, y se proponen algunas medidas, vamos a llamarlas, “higiénicas”, de limpieza. Por ejemplo: “Seremos lo contrario a lo que hay”, “hay que terminar con la casta política”, “que se les quiten las pensiones abusivas que tienen y todos sus privilegios”. ¿Quién no puede estar a favor de esto? Todo el mundo lo apoyaríamos. Para este tipo de medidas vale cualquier “enterao de barra de bar”.

b)      Nivel de propuestas estructurales. No basta con “controlar” a los que mandan (aunque sea muy necesario), hay que tomar decisiones que van a estructurar la sociedad en una dirección u otra. Y en esto, si nos equivocamos, podemos provocar muchos más daños de los que queremos evitar. Y para esto ya no vale cualquiera, de hecho creo que valen muy, muy pocos.

Vamos a poner un ejemplo que levante menos ampollas que la situación política actual para que se comprenda mejor:

Supongamos que en una ciudad hay un nivel alarmante de contaminación, y la gente se pasa el día tosiendo, y cada vez es más frecuente algún tipo de enfermedad causada por la contaminación. La gente empieza a hartarse y comienzan las protestas. De repente surge un tipo llamando Sánchez Bordillo, y junto con otros, quema un camión pretextando que echaba mucho humo por el tubo de escape, y amenaza con seguir quemando vehículos.

Por un lado da cifras de contaminación que todos sabemos. Las dan a diario todos los periódicos. Dice que contaminan mucho las fábricas, los coches y las calefacciones, y que hay que reducirlo, porque si no lo hacemos, moriremos. Como todo el mundo está tosiendo, encuentran razonable todo lo que dice. Pero, pero…

Sólo hemos llegado al nivel básico. Hemos descrito los males y se proponen cosas genéricas: “disminuir la contaminación”. Vale, muy bien, ¿Cómo? Alguien sugiere que los políticos no tengan coches tan grandes que contaminan mucho, y que no enciendan las calefacciones de sus despachos a todo trapo, mientras a los demás cada vez nos cuesta más pagar el gasoil de las nuestras. La gente dice: ¡Cuánta razón tiene este hombre! El problema es que con esto arreglamos el 1% de la contaminación. Seguiríamos tosiendo y enfermando igual.

Entonces Sánchez Bordillo, al verse en todas las televisiones, se viene arriba, y entonces propone una sarta de tonterías, que no se le ocurren ni al que asó la manteca. Comienza a proponer que la gente vaya a caballo a trabajar, o que en vez de enchufar la calefacción, nos pongamos una manta en el trabajo, o que en los meses de invierno no se trabaje y nos den un subsidio a todos, para que no haya que arrancar las fabricas que tanto contaminan. Y que, como habrá muchos caballos, podemos hacer una feria del caballo en cada ciudad de España, muy bonita y bucólica, y no sólo en Jerez.

Obviamente, pasaríamos de toser a morirnos de hambre, matándonos unos a otros por un trozo de pan, cuando todo quebrase. Lo que pasa es que de eso, nos daríamos cuenta cuando ya no tuviera arreglo la cosa.

Entre las propuestas de esta gente está la creación de un banco público. Quizá alguien debería explicarles, que en España somos los mayores expertos de bancos públicos del mundo. Nosotros creamos las cajas de ahorro, que como todo banco público, está en manos de políticos… Y ya vemos el inmenso agujero que han generado, que ha contribuido a arruinar nuestro país. Es asombroso, porque todas estas propuestas suelen empezar rajando de los políticos, para a renglón seguido, pedir cosas que van siempre con el apellido de “públicas”, que alguien debería decirles, que todo lo que se llama “público”, significa que está en manos de los políticos. Y creo que a los políticos cuanto menos les dejemos en sus manos, mucho mejor J.

Siento decir que del pozo donde estamos, no se sale con propuestas del siglo XX, ni mucho menos del siglo XIX, sino del siglo XXI. Los folklorismos, pueden sonar bien, pero provocan la ruina muy rápidamente, sobre todo, en un entorno donde no te puedes endeudar para tapar la ineficacia de las locuras. Como decía Abraham Lincoln: “La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores”.

Lo mismo ocurre en las empresas. A veces, cuando llego veo a mucha gente quejándose, y a poca con verdaderas ideas de cómo arreglarlo. Quejarnos sabemos todos, poner a parir a los demás, también. Decir obviedades es sencillo. Del tipo: “esto no se vende”, “aquí dirigen como el culo” “Esto lo arreglaba yo en dos patadas”. Pero cuando les preguntas cómo hay que hacerlo, viene la frase universal: “A mí no me pagan para eso…”. Y a seguir quejándose y criticar.

Donde he trabajado, siempre he visto bien las quejas y las sugerencias, pero había una norma sagrada: “Todo el mundo se puede quejar de cualquier cosa, pero al lado de una queja, debe haber una propuesta de mejora”. Porque de esta forma, pasamos a estar del lado de las soluciones, no del lado de los problemas.

Hay personas que al quejarse, sin dar soluciones viables y eficaces, sólo incrementan el daño. Si hacemos como en Grecia, que queremos seguir viviendo del cuento, con el dinero que nos prestan indefinidamente y de forma creciente, y para eso, quemamos coches y comercios… no sólo no ayudamos, sino que proyectamos una imagen de gente por civilizar que no tiene muchas ganas de trabajar. Con lo que todavía nos darán menos.

Quizá Sánchez Gordillo haya querido abrir una embajada del caos de Grecia en España. Si alguien, con un afán de protagonismo desmedido, que denuncia lo que todos sabemos, y que da soluciones que valdrían para una España rural del siglo XIX, ¿para qué nos sirve?

También, quizá, los que desde dentro de una empresa en problemas, se dedican a torpedear todavía más esperando sacar una ventaja individual, encuentren eco en otros.

Pero una cosa es denunciar y criticar, y otra dar soluciones reales, no populistas, a los problemas. Es mucho más importante conocer las propuestas, que las quejas. Y esto a veces lo olvidamos. Cuando alguien proteste examinemos detenidamente las propuestas, si las tiene.

Hay que cambiar las cosas, sin duda, pero cualquier barbaridad, no vale. No siendo que estemos en Málaga y terminemos en Malagón.

Fernando Sánchez Salinero www.idpyme.com

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