EL AÑO DE LA DECEPCIÓN
Ni siquiera
durante el desplome de la segunda legislatura de Zapatero vivimos un comienzo
de año tan gris y resignado. Nos cae encima un 2013 del que nadie se atreve a
esperar nada, excepto que no sea aún peor de lo que todos tememos. Y con tal
estado de espíritu, con esa moral de combate ¿cómo luchar para enderezar el
rumbo de nuestras empresas, de nuestras vidas, de la nación? La gran diferencia
con el inicio del 2012 es que entonces, con Gobierno recién estrenado, existía
la esperanza de un giro que saneara la vida pública y se hiciera notar en todas
las parcelas necesitadas de urgentes reformas, no sólo en la económica. Eso fue
la mayoría absoluta entregada al PP y a Mariano Rajoy.
Un año
después, la decepción se va adueñando de todos los rincones de la casa. Aunque
la calamitosa herencia socialista justificara el recurso a las medidas de
choque en la fiscalidad y los servicios, la negativa a abordar las causas
profundas que nos han conducido a esta situación y que acampan en la dimensión
y estructura del Estado, así como en las ideas políticas que han regido su
hinchamiento en las últimas décadas, puede convertir en ceniza el enorme
esfuerzo que se está solicitando de las clases medias. La añoranza del pasado
alimenta la continua apelación de Rajoy y sus ministros al regreso del
bienestar como meta de la acción gubernamental, pero no se puede ignorar algo
que todo el mundo sabe: que incluso si se recupera la actividad económica y se
vuelve a crear empleo, las cosas ya nunca serán como antes. Se ha cerrado para
muchos años el grifo de la financiación a bajo interés, especialmente para las
administraciones públicas, y alguien debiera sacar las consecuencias políticas
de ese cambio trascendental. Por ahora está claro que lo único que se pretende
es trasladar el coste a los ciudadanos, vía impuestos, y maquillar las cuentas.
Peor aún es
la sensación de parálisis y de debilidad en las grandes reformas pendientes de
la educación, de la justicia, del aborto y de la familia. No sabe el Gobierno
hasta qué punto esa inacción, esa cobardía está labrando la desafección de
amplias bolsas de su electorado más fiel, desafección teñida de vergüenza y
escándalo en todo lo que atañe a la actitud pusilánime con la que se está
afrontando el desafío catalanista. Si no se rectifica pronto, 2013 será mal año
también para el PP.
FUENTE:
MÁLAGA HOY
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