ENTRE VAPORES… NO DE
NIEBLA
La generación más afortunada, no se
sostiene. La que ha gozado de más libertad, la que goza de más días de ocio, de más posibilidades de
educación, la que no ha conocido la guerra y disfruta de la paz desde que
nació, la que ha dispuesto de más avances en medicina, y en medicamentos, la
que ha viajado, a su corta edad, más que
todas las generaciones anteriores, y conoce más mundo real y todo un universo
virtual, no se sostiene. No son todos, pero son demasiados.
Hubo fuegos de artificio. Chispazos de
alegría. Fogonazos de luz contra la noche. Dicen que esta generación, “acoge
con entusiasmo cada oportunidad que tiene de deprimirse”, y no desaprovecha
cualquier oportunidad que se le brinda. Por eso hoy, no se sostiene. Ha
amanecido el 1 de enero, entre la bruma, no sólo por culpa de la niebla. La
generación bella, del vestido de fiesta y la corbata, apenas puede llegar a
casa. No se sostiene. Por culpa del alcohol y de otras sustancias, camina dando
tumbos, moviéndose como zombis, en silencio o a gritos, en pequeños corros o
inconexas parejas que sostienen un vaso medio lleno entre las manos. Es más que
borrachera. Pese a la mañana fría, hay
algunos sentados en un banco, incapaces ya de levantarse, hasta que pase un
tiempo. No se sostienen.
Si comieron las uvas, ni se acuerdan de
que ha empezado un nuevo año. Amnesia total de lo acontecido en las últimas
horas. Para ellos el año comenzará más tarde. Su larga noche de música y de
fiesta es un sopor para despertar al día siguiente. Un altísimo porcentaje de
juventud, vestida aún de gala, no da razón de sí, ni del lugar en que se
encuentra. Es posible que sea pasajero el estado y las frases sin sentido,
risas y juerga, con el penúltimo vaso aún en la mano. Salir de Fiesta, incluso
simplemente Salir, ya es equivalente a beber. Los jóvenes son cada vez más
débiles y vulnerables a los efectos nocivos del alcohol.
Los padres y abuelos que contemplan este
espectáculo, cada vez más días y más noches en el año, no le ven sentido.
“Nunca hasta ahora ha sido el mundo un lugar tan bueno para vivir” (Matt Ridley). Muchos no son muy
conscientes. El negocio del ocio manipula a los más débiles. Hasta es posible
que destruya el futuro de muchos jóvenes, sin saberlo (ni ellos - ni ellas). Es
una pena, porque son muy valiosos. Los buitres sólo ven negocio entre vapores.
La copa con alcohol es más barata que un refresco. La barra libre hasta cierta
hora, engancha incluso a los menores.
Es 1 de enero. He recorrido la ciudad,
contemplando el espectáculo. En la calle, pasadas las 10 de la mañana coinciden
jóvenes de traje y vestidos de gala, en corros o dispersos, con los adultos
madrugadores en busca del café y los churros. La sorpresa es mutua y mayúscula.
¡No suelen coincidir! Hoy, flota en el
aire el recuerdo de la tragedia del Madrid Arena. Comentan los adultos, que
podía haber sucedido en cualquier ciudad a la vista del espectáculo que los
jóvenes ofrecen.
¿Dónde
está el remedio? ¿Hay que cerrar los ojos, a las fiestas, macrofiestas,
botellones y demás desmadres autorizados? ¿No se inician en ello cada vez más
jóvenes, y no participan en ellas cada vez más entrados en años? ¿Pasa por ahí
el camino del futuro? ¿Ninguna autoridad ve lo que todos ven? ¿No tienen hijos
los políticos, o no sienten lo que otros padres sienten? ¿Tendremos que
sostener a quien no se sostiene ni en política ni en la calle?
Cierto que algunos ya reclaman una ley
contra el consumo de alcohol en menores, tras el éxito de la ley antitabaco. Pero
no están muy convencidos de la eficacia de una normativa “garantista” del
acceso al consumo de alcohol en los menores.
Hay demasiados implicados: padres, docentes, políticos, jueces,
comerciantes, policías, etc. Cuanto más tarde la sociedad en tomar conciencia
del problema y medidas acordes, más se habrá destruido la juventud. Dejar el
tabaco, como el vicio del alcohol, siempre pasará por la voluntad
personal. Habrá que reforzarla, porque
ellos son la esperanza de futuro. Como dice, Amin Maalouf: "más vale
equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación". O como dice Rosetta Forner, en su columna “que no te la den con
queso”, “La chispa de la vida está en ti, no en una botella”.
Basta con entrar en Tuenti, para ver las
fotos, que ellos cuelgan en la red después de esas locas ”noches”. Podría dar
una idea de que tanto los padres como los hijos están desorientados y
expectantes. No se debería seguir infravalorando los riesgos, como señala
Daniel Hermens, autor de un estudio sobre las consecuencias que el abuso de
bebidas tiene en el cerebro. Señala el doctor de la Universidad de Sídney que,
los daños funcionales afectan a la contracción, a la materia del mismo y a las
habilidades cognitivas del hipocampo. “Cuando las toxicidad del alcohol se
detiene en el cerebro del joven, se experimenta un apagón”. Ya no es
consciente. Si el hecho se repite con frecuencia pueden causar daños graves a
su cerebro. Incluso podría generar una predisposición genética al abuso de la
bebida, cada vez más difícil de controlar y corregir.
Además de los daños cerebrales, la
cirrosis tampoco suele aparecer de forma casual. Los jóvenes, ellas y ellos,
beben “como agujeros”, según la expresión francesa. Serán NiNis, pero no se privan. "Beber,
colocarse de varias maneras para poder divertirse, o encontrarle algún sentido
a la vida, no es vivir, sino jugar a la ruleta rusa con la muerte. Si a los 13
o a los 15 años uno no es capaz de reír, disfrutar, soñar y tener alas en el
alma ¿cuándo las tendrá?" (Rosetta Forner).
¿Tendremos un feliz año sin que nadie mueva un
dedo para cambiar esta situación? Debería empezar a preocuparnos.
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