LO QUE HAY QUE WERT
Para lectores de otros países quiero aclarar que el
señor José Ignacio Wert, por los caprichos de la política, se ha convertido en
el actual Ministro de Educación, Cultura y Deportes de España. Este ministro de
cartera múltiple, sociólogo de profesión, ha entrado en el campo de la
educación como jabalí en cacharrería. Le faltó tiempo para suprimir Educación
para la ciudadanía, instaurar reválidas, garantizar el concierto a los Colegios
del Opus y recortar por doquier (menos profesorado, más alumnos y alumnas por
aula, más horas de docencia). Para mejorar la calidad, supongo.
Siempre me he manifestado contrario a la reiterada
pretensión de transformar el sistema educativo a través de leyes. Michel
Crozier publicó hace años un libro con el título “La sociedad no cambia por
decreto”. Puede muy bien trasladarse ese aserto al tema que nos ocupa: “La
escuela no cambia por decreto”. Una ley puede transformar algunas cosas: la
estructura del sistema educativo, la edad de escolarización obligatoria, el
curriculum básico… Pero no puede cambiar otras: la formación de los docentes,
la actitud de estos hacia su tarea, sus concepciones sobre la metodología, la
evaluación, la diversidad o la discapacidad…
Es como una manía, como un tic. El partido que llega
al gobierno achaca todo el fracaso al gobierno anterior del color político
opuesto y emprende un nuevo rumbo que lleva su marca.
¿Qué es lo que quiere el Ministro con la ley?
¿Mejorar la educación? Le diré, sin emplear mucho tiempo y esfuerzo, lo que
habría que hacer: Mejore y amplíe la formación inicial del profesorado en todos
sus niveles, baje la ratio profesor-alumno, organice plantillas cohesionadas y
estables en los centros, potencie la formación en ejercicio, dote a los centros
de autonomía y de medios… Pero, claro, este camino es más largo. Y más caro. De
modo que el camino largo y caro hará que, quizás, otro partido rentabilice en
votos el trabajo realizado. Eso no es electoralmente muy rentable.
El legislador parece pensar que la víspera de la
promulgación de la ley, alguien tocará al profesor con un varita mágica
mientras duerme en tres sitios. En la cabeza para que lo entienda. En el
corazón para que se entusiasme. Y en la mano para que se disponga a la acción. Pero
nadie le toca mientras duerme ni al despertar. Así que se dirige a la escuela
preguntándose: Pero, ¿qué hay que hacer ahora? Quizá yo no sepa hacerlo. Y
entonces le dicen: Vaya a hacer un curso para enterarse… En definitiva, una
locura.
Cuando se analiza la realidad es preciso distinguir
la comprobación de la atribución. Una cosa es lo que sucede y otra, muy
distinta, la causa de aquello que sucede. Hay que diagnosticar con rigor. Y
luego tomar decisiones racionales. Existe un peligro muy grave que consiste en
pensar que, cuando hay problemas (fracaso escolar en este caso), cualquier
medida que se tome los solucionará. No siempre es así. Si las medidas no son
adecuadas, el problema se quedará como estaba o, lo que es peor, se agravará.
Si, para paliar el fracaso, lo que se hace es reducir profesores, aumentar el
número de alumnos por aula, imponer reválidas y promulgar leyes…, lo más seguro
es que habrá más fracaso. No todo cambio es una mejora.
Cuando el Ministro Ángel Gabilondo propuso un pacto
sobre la educación en España, escribí un artículo en el periódico “Público” de
Madrid, titulado “Un pacto necesario”. Así lo veía y así lo veo. Siete leyes
generales en España durante la etapa democrática para mejorar la educación
resulta escandaloso. ¡Siete leyes en cuarenta años! ¿Qué vigencia le confiere a
la LOMCE el actual Ministro? Se lo diré: lo que dure el PP en el Gobierno.
No tiene ningún sentido esta ley del péndulo. Lo que
era bueno ayer, es malo hoy. Lo que era malo ayer, es bueno hoy. No me sorprende
que haya desconcierto y rabia entre las familias y el profesorado. Qué decir de
los alumnos y las alumnas. Todo se hace por ellos, pero sin ellos.
Por otra parte, esta pretensión de cambiar la
escuela a través de leyes es claramente desprofesionalizadora. Se manda hacer
las cosas porque se piensa que los docentes no las van a querer hacer por sí
mismos y se les explica cómo hacerlas porque se supone que no las van a saber
hacer. El legislador se lava las manos ante el fracaso. “Yo ya les he dicho a los
profesores lo que tienen que hacer. ¿Por qué no lo hacen?”, dice el legislador.
Pero hay leyes y leyes. Esta nos hace retroceder
medio siglo. No puedo entrar en detalle, dado el espacio de que dispongo.
Resulta una ironía y una desfachatez leer en el borrador que “esta ley es el
resultado de un diálogo abierto y sincero con toda la comunidad educativa”. ¿Se
lo creen de verdad? ¿Quieren que nos lo creamos?
Instaurar reválidas externas significa que no se
confía mucho en el trabajo de los docentes. Y, por otra parte, lleva consigo un
castigo a quienes tienen menos medios para competir con éxito. Dice Bernstein:
“El ritmo de los aprendizajes que hace falta seguir hoy en la escuela es tan
intenso que hace falta una segunda escuela en la casa para seguirlo. ¿Y los que
no la tienen?”. Esos ya eran desgraciados antes de ir a la escuela Y ahora son
doblemente desgraciados porque van a fracasar estrepitosamente en ella.
Resulta inaudito que, cuando habla de la autonomía
de los centros, se diga que “los centros educativos dispondrán de autonomía
para diseñar e implantar métodos pedagógicos propios”. ¿Es que no van a tener
autonomía para eso? Lo que hace falta es autonomía curricular, organizativa y
económica.
Da la impresión que el texto ha sido redactado
precipitadamente, después de una mala noche. ¿Cómo se puede afirmar sin rubor
que “la incorporación generalizada de las TIC al sistema educativo permitirá
personalizar la educación”. ¿Cómo? ¿Por qué?
Achaca el Ministro a las Reformas anteriores su
carácter de ideológicas (a saber qué entiende por tal). Esta ley suya debe ser
exclusivamente técnica o, quizás, meramente espiritual. Esta no es ideológica.
Lo que hay que Wert.
No parece de recibo que una ley que afecta a la
educación esté mal redactada. Debería tenerse más cuidado. Resulta paradójico
que una ley que insiste tanto en los aprendizajes instrumentales relacionados
con la lengua esté pésimamente escrita.
FUENTE EL ADARVE
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