LO QUE HAY QUE WERT. MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUERRA


LO QUE HAY QUE WERT
Para lectores de otros países quiero aclarar que el señor José Ignacio Wert, por los caprichos de la política, se ha convertido en el actual Ministro de Educación, Cultura y Deportes de España. Este ministro de cartera múltiple, sociólogo de profesión, ha entrado en el campo de la educación como jabalí en cacharrería. Le faltó tiempo para suprimir Educación para la ciudadanía, instaurar reválidas, garantizar el concierto a los Colegios del Opus y recortar por doquier (menos profesorado, más alumnos y alumnas por aula, más horas de docencia). Para mejorar la calidad, supongo.


Siempre me he manifestado contrario a la reiterada pretensión de transformar el sistema educativo a través de leyes. Michel Crozier publicó hace años un libro con el título “La sociedad no cambia por decreto”. Puede muy bien trasladarse ese aserto al tema que nos ocupa: “La escuela no cambia por decreto”. Una ley puede transformar algunas cosas: la estructura del sistema educativo, la edad de escolarización obligatoria, el curriculum básico… Pero no puede cambiar otras: la formación de los docentes, la actitud de estos hacia su tarea, sus concepciones sobre la metodología, la evaluación, la diversidad o la discapacidad…

Es como una manía, como un tic. El partido que llega al gobierno achaca todo el fracaso al gobierno anterior del color político opuesto y emprende un nuevo rumbo que lleva su marca.

¿Qué es lo que quiere el Ministro con la ley? ¿Mejorar la educación? Le diré, sin emplear mucho tiempo y esfuerzo, lo que habría que hacer: Mejore y amplíe la formación inicial del profesorado en todos sus niveles, baje la ratio profesor-alumno, organice plantillas cohesionadas y estables en los centros, potencie la formación en ejercicio, dote a los centros de autonomía y de medios… Pero, claro, este camino es más largo. Y más caro. De modo que el camino largo y caro hará que, quizás, otro partido rentabilice en votos el trabajo realizado. Eso no es electoralmente muy rentable.

El legislador parece pensar que la víspera de la promulgación de la ley, alguien tocará al profesor con un varita mágica mientras duerme en tres sitios. En la cabeza para que lo entienda. En el corazón para que se entusiasme. Y en la mano para que se disponga a la acción. Pero nadie le toca mientras duerme ni al despertar. Así que se dirige a la escuela preguntándose: Pero, ¿qué hay que hacer ahora? Quizá yo no sepa hacerlo. Y entonces le dicen: Vaya a hacer un curso para enterarse… En definitiva, una locura.

Cuando se analiza la realidad es preciso distinguir la comprobación de la atribución. Una cosa es lo que sucede y otra, muy distinta, la causa de aquello que sucede. Hay que diagnosticar con rigor. Y luego tomar decisiones racionales. Existe un peligro muy grave que consiste en pensar que, cuando hay problemas (fracaso escolar en este caso), cualquier medida que se tome los solucionará. No siempre es así. Si las medidas no son adecuadas, el problema se quedará como estaba o, lo que es peor, se agravará. Si, para paliar el fracaso, lo que se hace es reducir profesores, aumentar el número de alumnos por aula, imponer reválidas y promulgar leyes…, lo más seguro es que habrá más fracaso. No todo cambio es una mejora.

Cuando el Ministro Ángel Gabilondo propuso un pacto sobre la educación en España, escribí un artículo en el periódico “Público” de Madrid, titulado “Un pacto necesario”. Así lo veía y así lo veo. Siete leyes generales en España durante la etapa democrática para mejorar la educación resulta escandaloso. ¡Siete leyes en cuarenta años! ¿Qué vigencia le confiere a la LOMCE el actual Ministro? Se lo diré: lo que dure el PP en el Gobierno.

No tiene ningún sentido esta ley del péndulo. Lo que era bueno ayer, es malo hoy. Lo que era malo ayer, es bueno hoy. No me sorprende que haya desconcierto y rabia entre las familias y el profesorado. Qué decir de los alumnos y las alumnas. Todo se hace por ellos, pero sin ellos.

Por otra parte, esta pretensión de cambiar la escuela a través de leyes es claramente desprofesionalizadora. Se manda hacer las cosas porque se piensa que los docentes no las van a querer hacer por sí mismos y se les explica cómo hacerlas porque se supone que no las van a saber hacer. El legislador se lava las manos ante el fracaso. “Yo ya les he dicho a los profesores lo que tienen que hacer. ¿Por qué no lo hacen?”, dice el legislador.

Pero hay leyes y leyes. Esta nos hace retroceder medio siglo. No puedo entrar en detalle, dado el espacio de que dispongo. Resulta una ironía y una desfachatez leer en el borrador que “esta ley es el resultado de un diálogo abierto y sincero con toda la comunidad educativa”. ¿Se lo creen de verdad? ¿Quieren que nos lo creamos?

Instaurar reválidas externas significa que no se confía mucho en el trabajo de los docentes. Y, por otra parte, lleva consigo un castigo a quienes tienen menos medios para competir con éxito. Dice Bernstein: “El ritmo de los aprendizajes que hace falta seguir hoy en la escuela es tan intenso que hace falta una segunda escuela en la casa para seguirlo. ¿Y los que no la tienen?”. Esos ya eran desgraciados antes de ir a la escuela Y ahora son doblemente desgraciados porque van a fracasar estrepitosamente en ella.

Resulta inaudito que, cuando habla de la autonomía de los centros, se diga que “los centros educativos dispondrán de autonomía para diseñar e implantar métodos pedagógicos propios”. ¿Es que no van a tener autonomía para eso? Lo que hace falta es autonomía curricular, organizativa y económica.

Da la impresión que el texto ha sido redactado precipitadamente, después de una mala noche. ¿Cómo se puede afirmar sin rubor que “la incorporación generalizada de las TIC al sistema educativo permitirá personalizar la educación”. ¿Cómo? ¿Por qué?

Achaca el Ministro a las Reformas anteriores su carácter de ideológicas (a saber qué entiende por tal). Esta ley suya debe ser exclusivamente técnica o, quizás, meramente espiritual. Esta no es ideológica. Lo que hay que Wert.

No parece de recibo que una ley que afecta a la educación esté mal redactada. Debería tenerse más cuidado. Resulta paradójico que una ley que insiste tanto en los aprendizajes instrumentales relacionados con la lengua esté pésimamente escrita.

FUENTE EL ADARVE

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