LA LECCIÓN
MÁS NOBLE, Y LA… OTRA
Porque son dos lecciones. La
penúltima, ha sido extraordinaria. Tal
vez la menos concurrida, pero la más difundida. Tal vez la menos preparada,
pero la más sincera. La que ha llegado
al aula redonda del mundo, y al corazón de la gente. ¡Qué grande! ¡Qué
fuerza de luz tiene! Una gran lección de profesoras que hicieron en Newtown de
escudos humanos ante la masacre. La directora Hochsprung, la psicóloga Serach y
las profesoras Lauren Rousseau y Victoria
Soto, cada una a su manera lo dieron todo por salvar las vidas de los
niños. Frágiles en apariencia, pero
ágiles mentalmente y con la sensibilidad
y las entrañas de madres fuertes
hicieron todo para esconder, ocultar y defender a los niños. Algunas, como
Soto, se inventaron el juego decisivo de
estrategia, que los niños entendieron, guardándose en armarios. Gracias al
juego se salvaron.
Dice el General (R) y
miembro den AEME, Luis Alejandre, que
“no hay momento de mayor grandeza en el ser humano que cuando se ofrece para
salvaguardar, generoso, la vida de los otros”. El sabe de ese valor y de ese
honor que no es otro que “El sacrificio”.
Por eso, escribía con todo el sentimiento de su aprecio:” ¡Mi enorme
respeto a vuestro sacrificio!”
Enseñar siempre debe ser educar
en valores. Siempre comienza en la familia. Los valores comienzan por la vida.
La vida que se da y vivifica. Se puede perder, pero se gana para siempre. No la
pueden callar nunca las armas, ni los metales que desgarran las entrañas, de
adultos o de niños indefensos. Pese al sacrificio de sus profesoras, ¡Veinte
niños acribillados – cada víctima recibió más de un disparo- son demasiados!
Demasiados para Estados Unidos, que ve cómo se repiten con una periodicidad
sobrecogedora, acciones de este tipo. Y demasiados también para el mundo que
debe preguntarse también por su responsabilidad, en las masacres.
Cualquier forma de violencia
es denunciable. Pero hay que ir más allá de la denuncia, porque han saltado las
alarmas. No se trata de defender al negro
contra el blanco, al pobre contra el rico, ni al obrero contra el
patrono, o a la mujer contra la violencia machista, ni siquiera al niño contra
el adulto. Defender eso es fácil, es progresista. Pero no, no es eso.
En el mundo actual, en todos
los países, hemos atravesado las fronteras de lo humano y lo divino. Todos
estamos de acuerdo en defender el planeta, todos estamos de acuerdo en defender
la vida. El gran ideario progresista es defender la vida y mejorar las
condiciones de vida de los habitantes de cada país, y de los ciudadanos del
mundo. ¡En teoría! En la práctica, es otra cosa. Se aprueban leyes abortistas
que permiten la muerte legal y física de millones de inocentes que están en camino.
Se aprueban leyes de eutanasia para acortar la vida de las personas. Y se
fabrican armas “para defenderse”, cuando todos saben que las armas no dan más
seguridad. Las leyes las aprueban los parlamentos, los políticos que nosotros
hemos elegido. ¿Quién defiende a los débiles? ¿Quién defiende la vida? ¿Quién
protesta por esas muertes?
El mayor negocio del mundo,
son las armas. En Estados Unidos, con 313 millones de habitantes, hay más de 300 millones de armas en poder de
la población. En Estados Unidos y en muchos otros países, es fácil comprar
armas. En el mercado negro –y en el no tan negro de Interenet- se mueven miles de millones. Y todos sabemos
que las armas se compran para que sirvan de floreros en casa. Todos sabemos que
el progreso es posible, porque ya no hay guerras, y las contiendas se resuelven
sin la eficacia de las armas. No estamos caminando sobre polvorines de
destrucción masiva. Oficialmente, Naciones Unidas, resuelven amistosamente las
contiendas. La Carta de Derechos Humanos ha sido firmada por la mayoría de
naciones. Esos Derechos y las obligaciones que conllevan se enseñan en la
familia y las escuelas. Y lo más importante, son llevados a la práctica diaria.
¿O no? Si no fuera así, estaríamos propiciando ese negocio de muerte y
destrucción.
La primera lección de las
profesoras es, que la vida hay que defenderla incluso con la propia vida. La
segunda lección, que nos han dado tanto los niños como las profesoras de Newtown es que las
armas matan. No sólo porque estén en manos de locos, sino porque fueron hechas
para eso. ¡Seguro que ustedes piensan que es evidente, que decir eso es una
perogrullada! Pues yo pienso que hay que plantearse de verdad este tema. Las armas
matan, o destruyen vidas, y es una canallada lo uno y lo otro. Y es una canallada que se
estén enriqueciendo, muchísima gente, y muchísimos gobiernos, con el negocio de
las armas, y con el negocio de la muerte. Posiblemente las mujeres y los niños, estén pagando las
decisiones fáciles, y a todas luces irresponsables que los hombres tomaron hace
años.
Me horroriza que hayan
muerto. Me horroriza que las armas estén al alcance de los desequilibrados o de
sus padres o tutores porque las pueden comprar. Y me parece una hipocresía
atajar el problema, pidiendo simplemente un poco de mayor control, cuando se
sabe que 34 estadounidenses mueren diariamente por causa de las armas. Había control en las cámaras nazis y se
exterminaba a la gente, y en los gulags y en las cárceles de la muerte. Hay “mayor
control” en los Hospitales abortistas, y el negocio del aborto es el tercero
del mundo, (la droga es el segundo) y se exterminan a miles de seres humanos
cada día. Hay que instaurar la cultura de la vida, de una vez por todas. No se
puede vivir matando.
Y digo más. Seguro que mucha
gente no sabe, que el mismo día de la masacre de Newtown, al
menos diez niñas murieron y otras dos han resultado heridas por la explosión de
una mina antipersona en la provincia de
Nangarhar, en el este de Afganistán,
según la cadena qatarí Al Yazira. Son menos las víctimas, cierto, pero cada
una, no menos importante y con la misma dignidad que las americanas e igual de
inocentes. Esas 10 muertes y esas dos niñas heridas, han costado entre todas, 1, 80 euros. ¡Así de barato es
matar! Es lo que cuesta esa mina.
La gente tiene que saber que hay más de 110 millones
de minas, de estas, repartidas en más de 64 países (la mayoría en África). Cada
año más de 26.000 personas mueren o sufren traumáticas mutilaciones debido a
las explosiones de estas armas que no distinguen entre combatientes y población
civil. Afganistán, cuando se fueron los rusos, quedó sembrado de millones de
“regalos”. Se han destruido unas 700.000 minas, pero aun así, es uno de los
países más minados del mundo. Los juguetes tienen su dosis de muerte por lo
menos para 50 años.
Las minas antipersonas o minas
antipersonales son un tipo de mina terrestre. Están diseñadas para
incapacitar a sus víctimas o matar. Son lanzadas
arbitrariamente desde aviones o desde lanzadoras sin ningún control sobre la
zona en que caen. Por supuesto no se elaboran mapas de minas. Se utilizan para colapsar los servicios médicos
enemigos, degradar la moral de las tropas, dañar vehículos no blindados. Pero sobre
todo se busca con ellas que hieran
gravemente o mutilen, y no tanto que maten, ya que un muerto no causa tantos
problemas (en su país) como un herido. Por eso, sus efectos más comunes son
amputaciones, mutilaciones genitales, lesiones musculares y en órganos
internos, quemaduras etc.
Este regalo macabro, es un negocio de ida y vuelta. Una mina es fácil de hacer, barata de construir y se arroja sin peligro. Con una simple
presión destruye o mutila en un radio determinado. El 90% de sus víctimas es
población civil (la mayoría niños jugando o recogiendo leña). Las mismas
empresas constructoras, proporcionan medios para poder desactivarlas. Ahora
bien, desactivar una de estas
minas, puede costar:
hasta 718 euros. Algo asequible evidentemente a todos los niños del mundo. ¡Malditos hipócritas!
Quería desearles paz, porque suele hacerse en estas
fechas. Y lo voy a hacer, pero tan sólo se lo deseo a quienes no se enriquezcan
con la muerte de los niños. ¡Descansen en paz todas las víctimas! Los niños,
todos los niños, en cualquier parte del mundo, siempre y desde el primer
momento, tienen derecho a vivir. También en Belén. También en Palestina. Y en
Siria .Y aquí. Si estás de acuerdo, tú
ya tienes la paz. ¡Qué tu Dios te siga dando todo lo mejor para crecer! A los
otros, un poquito de luz, tal vez así encuentren algún día la paz. ¿Cuándo
llegará el día en que todos podamos ser
felices?
Hace pensar el video-poema de Yenny Londoño, con la
voz de mercedes Pérez y música de Carmina Burana.
http://www.youtube.com/watch?v=6_77oQbnhIc
1 comentario:
Recién lo leo , y solo puedo pedir al Señor que definitivamente no nos cansemos de defender la vida ---Gracias amigo ---
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