LA LECCIÓN MÁS NOBLE, Y LA… OTRA. JOSÉ MANUEL BEMONTE


LA LECCIÓN MÁS NOBLE, Y LA… OTRA                            
Porque son dos lecciones. La penúltima,  ha sido extraordinaria. Tal vez la menos concurrida, pero la más difundida. Tal vez la menos preparada, pero la más sincera. La que ha llegado  al aula redonda del mundo, y al corazón de la gente. ¡Qué grande! ¡Qué fuerza de luz tiene! Una gran lección de profesoras que hicieron en Newtown de escudos humanos ante la masacre. La directora Hochsprung, la psicóloga Serach y las profesoras Lauren Rousseau y Victoria  Soto, cada una a su manera lo dieron todo por salvar las vidas de los niños.  Frágiles en apariencia, pero ágiles mentalmente y con la sensibilidad  y las entrañas de  madres fuertes hicieron todo para esconder, ocultar y defender a los niños. Algunas, como Soto, se inventaron el juego  decisivo de estrategia, que los niños entendieron, guardándose en armarios. Gracias al juego se salvaron.


Dice el General (R) y miembro den AEME,  Luis Alejandre, que “no hay momento de mayor grandeza en el ser humano que cuando se ofrece para salvaguardar, generoso, la vida de los otros”. El sabe de ese valor y de ese honor que no es otro que “El sacrificio”.  Por eso, escribía con todo el sentimiento de su aprecio:” ¡Mi enorme respeto a vuestro sacrificio!” 
                                                        
Enseñar siempre debe ser educar en valores. Siempre comienza en la familia. Los valores comienzan por la vida. La vida que se da y vivifica. Se puede perder, pero se gana para siempre. No la pueden callar nunca las armas, ni los metales que desgarran las entrañas, de adultos o de niños indefensos. Pese al sacrificio de sus profesoras, ¡Veinte niños acribillados – cada víctima recibió más de un disparo- son demasiados! Demasiados para Estados Unidos, que ve cómo se repiten con una periodicidad sobrecogedora, acciones de este tipo. Y demasiados también para el mundo que debe preguntarse también por su responsabilidad, en las masacres.

Cualquier forma de violencia es denunciable. Pero hay que ir más allá de la denuncia, porque han saltado las alarmas. No se trata de defender al negro  contra el blanco, al pobre contra el rico, ni al obrero contra el patrono, o a la mujer contra la violencia machista, ni siquiera al niño contra el adulto. Defender eso es fácil, es progresista. Pero no, no es eso.

En el mundo actual, en todos los países, hemos atravesado las fronteras de lo humano y lo divino. Todos estamos de acuerdo en defender el planeta, todos estamos de acuerdo en defender la vida. El gran ideario progresista es defender la vida y mejorar las condiciones de vida de los habitantes de cada país, y de los ciudadanos del mundo. ¡En teoría! En la práctica, es otra cosa. Se aprueban leyes abortistas que permiten la muerte legal y física de millones de inocentes que están en camino. Se aprueban leyes de eutanasia para acortar la vida de las personas. Y se fabrican armas “para defenderse”, cuando todos saben que las armas no dan más seguridad. Las leyes las aprueban los parlamentos, los políticos que nosotros hemos elegido. ¿Quién defiende a los débiles? ¿Quién defiende la vida? ¿Quién protesta por esas muertes?

El mayor negocio del mundo, son las armas. En Estados Unidos, con 313 millones de habitantes,  hay más de 300 millones de armas en poder de la población. En Estados Unidos y en muchos otros países, es fácil comprar armas. En el mercado negro –y en el no tan negro de Interenet-  se mueven miles de millones. Y todos sabemos que las armas se compran para que sirvan de floreros en casa. Todos sabemos que el progreso es posible, porque ya no hay guerras, y las contiendas se resuelven sin la eficacia de las armas. No estamos caminando sobre polvorines de destrucción masiva. Oficialmente, Naciones Unidas, resuelven amistosamente las contiendas. La Carta de Derechos Humanos ha sido firmada por la mayoría de naciones. Esos Derechos y las obligaciones que conllevan se enseñan en la familia y las escuelas. Y lo más importante, son llevados a la práctica diaria. ¿O no? Si no fuera así, estaríamos propiciando ese negocio de muerte y destrucción.

La primera lección de las profesoras es, que la vida hay que defenderla incluso con la propia vida. La segunda lección, que nos han dado tanto los niños  como las profesoras de Newtown es que las armas matan. No sólo porque estén en manos de locos, sino porque fueron hechas para eso. ¡Seguro que ustedes piensan que es evidente, que decir eso es una perogrullada! Pues yo pienso que hay que plantearse de verdad este tema.   Las armas  matan, o destruyen vidas, y es una canallada  lo uno y lo otro. Y es una canallada que se estén enriqueciendo, muchísima gente, y muchísimos gobiernos, con el negocio de las armas, y con el negocio de la muerte. Posiblemente  las mujeres y los niños, estén pagando las decisiones fáciles, y a todas luces irresponsables que los hombres tomaron hace años.

Me horroriza que hayan muerto. Me horroriza que las armas estén al alcance de los desequilibrados o de sus padres o tutores porque las pueden comprar. Y me parece una hipocresía atajar el problema, pidiendo simplemente un poco de mayor control, cuando se sabe que 34 estadounidenses mueren diariamente por causa de las armas.  Había control en las cámaras nazis y se exterminaba a la gente, y en los gulags y en las cárceles de la muerte. Hay “mayor control” en los Hospitales abortistas, y el negocio del aborto es el tercero del mundo, (la droga es el segundo) y se exterminan a miles de seres humanos cada día. Hay que instaurar la cultura de la vida, de una vez por todas. No se puede vivir matando.

Y digo más. Seguro que mucha gente no sabe, que el mismo día de la masacre de Newtown, al menos diez niñas murieron y otras dos han resultado heridas por la explosión de una mina antipersona en la provincia de Nangarhar,  en el este de Afganistán, según la cadena qatarí Al Yazira.  Son menos las víctimas, cierto, pero cada una, no menos importante y con la misma dignidad que las americanas e igual de inocentes. Esas 10 muertes y esas dos niñas heridas, han costado  entre todas, 1, 80 euros. ¡Así de barato es matar! Es lo que cuesta esa mina.

La gente tiene que saber que hay más de 110 millones de minas, de estas, repartidas en más de 64 países (la mayoría en África). Cada año más de 26.000 personas mueren o sufren traumáticas mutilaciones debido a las explosiones de estas armas que no distinguen entre combatientes y población civil. Afganistán, cuando se fueron los rusos, quedó sembrado de millones de “regalos”. Se han destruido unas 700.000 minas, pero aun así, es uno de los países más minados del mundo. Los juguetes tienen su dosis de muerte por lo menos para 50 años.

Las minas antipersonas o minas antipersonales son un tipo de mina terrestre. Están diseñadas para incapacitar a sus víctimas o matar. Son lanzadas arbitrariamente desde aviones o desde lanzadoras sin ningún control sobre la zona en que caen. Por supuesto no se elaboran mapas de minas. Se utilizan para colapsar los servicios médicos enemigos, degradar la moral de las tropas, dañar vehículos no blindados. Pero sobre todo se busca con ellas que hieran gravemente o mutilen, y no tanto que maten, ya que un muerto no causa tantos problemas (en su país) como un herido. Por eso, sus efectos más comunes son amputaciones, mutilaciones genitales, lesiones musculares y en órganos internos, quemaduras etc.

Este regalo macabro,  es un negocio de ida y vuelta.  Una mina es fácil de hacer, barata  de construir y se arroja sin peligro. Con una simple presión destruye o mutila en un radio determinado. El 90% de sus víctimas es población civil (la mayoría niños jugando o recogiendo leña). Las mismas empresas constructoras, proporcionan medios para poder desactivarlas. Ahora bien,  desactivar una de estas minas,  puede costar: hasta 718 euros. Algo asequible evidentemente a todos los niños del mundo.  ¡Malditos hipócritas!
Quería desearles paz, porque suele hacerse en estas fechas. Y lo voy a hacer, pero tan sólo se lo deseo a quienes no se enriquezcan con la muerte de los niños. ¡Descansen en paz todas las víctimas! Los niños, todos los niños, en cualquier parte del mundo, siempre y desde el primer momento, tienen derecho a vivir. También en Belén. También en Palestina. Y en Siria .Y aquí. Si estás de acuerdo,  tú ya tienes la paz. ¡Qué tu Dios te siga dando todo lo mejor para crecer! A los otros, un poquito de luz, tal vez así encuentren algún día la paz. ¿Cuándo llegará el día en que  todos podamos ser felices?
Hace pensar el video-poema de Yenny Londoño, con la voz de mercedes Pérez y música de Carmina Burana.

http://www.youtube.com/watch?v=6_77oQbnhIc

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recién lo leo , y solo puedo pedir al Señor que definitivamente no nos cansemos de defender la vida ---Gracias amigo ---