ESPAÑOLES
EN EL SUBMUNDO
'Españoles en el mundo' es un espacio que se emite
desde 2010 y tiene una audiencia media de dos millones y pico de espectadores.
Ha logrado varios galardones. Un programa de entretenimiento que muestra a un
puñado de compatriotas repartidos por el planeta y que viven felices después de
tomar la decisión de dar un giro a su vida y emigrar. Todo el mundo habla de
él. Para bien... y para mal. Dicen que está actuando a modo de flautista de
Hamelín, salvando las distancias, aquel cuento en el que un hombre hacía sonar
su flauta y conseguía que los ratones que agobiaban al pueblo le siguieran
hasta el río, donde se arrojaban sin pensarlo y morían ahogados. Sin ir más
lejos, la embajada española en Noruega habla sin tapujos del «efecto llamada»
de este programa de TVE, que está provocando que una legión de españoles vague
por sus calles con oficio pero sin beneficio y con tanta hambre como para
recurrir a la caridad. También hablan de la necesidad de informarse antes de
lanzarse a la aventura.
Monika Bolaños ha encontrado en Berlín su particular
Hamelín -es una ciudad real de la Baja Sajonia, en Alemania-. Su caso es de los
sangrantes: «Lo he pasado mal. Las cosas no son como dicen. ¡Qué indignación
con 'Españoles en el mundo'! Están confundiendo a todos, invitando a emigrar,
sacando solo a los que les va bien, que son un 10%». Suena hasta surrealista la
historia de esta vasca de 39 años, que habla incluso de contaminación por
radiactividad. Técnica del metal con experiencia, buen inglés y conocimientos
de alemán, se siente una de los «miles de engañados por el convenio firmado
entre Zapatero y Merkel el año pasado para dar trabajo a técnicos e ingenieros;
puro marketing, pocos han encontrado un trabajo así».
Llamada por este canto de sirena, marchó con 3.000
euros a la ciudad que, por ser la capital, eligen mayoritariamente los
españoles que se decantan por Alemania, aunque es la que tiene más paro, un
13%. Cuando se dio cuenta de que no había nada de lo suyo, logró un empleo «en
régimen de semiesclavitud haciendo 40 camas, limpiando 15 retretes, otras
tantas duchas... Ganaba 670 euros porque el Gobierno me quita el 30% en
impuestos». La despidieron «por tener asma». Después trabajó en un 'call
center'. Más tarde la aceptaron para hacer prácticas no remuneradas en una
empresa que radiografía el acero. «Era un búnker donde no había seguridad y me
radié dos veces. No me daban un dosímetro porque decían que era caro. Un día
cogí un aparato de medir, porque estaba asustadísima, y pitaba todo el rato.
Sabré si la radiactividad tiene consecuencias en 15 años. Podría haberlo
denunciado, pero tuve miedo».
Críticas en el metro
Monika brega hoy en una empresa de catering: pocas
horas, le pagan 5 euros netos por cada una, sin seguro médico. Gana unos 190,
tira de ahorros y sigue estudiando alemán. Comparte piso con dos personas, «900
euros cuando el que nos lo subalquila estará pagando 300; aquí esto es legal y
muy común», lamenta. «No hay salario mínimo, en las entrevistas te hablan en
bruto y no sabes lo que vas a cobrar después de impuestos y un seguro médico
privado».
Alfredo Pérez Claeys-Bouuaert también reside en
Berlín, desde marzo, y aunque él es algo más optimista sobre el país que le ha
acogido y su propio futuro allí, tampoco ha tenido mucha suerte. Y está bien preparado:
licenciado en Económicas, máster de Estudios Económicos Europeos en Brujas y
experiencia de ocho años. Inglés, francés y buen nivel de alemán. Ya había
estado en aquel país en 2002 estudiando el idioma y ganándose la vida de
camarero. «Si me hubiera quedado habría prosperado, seguro». Volvió el pasado
marzo.
«El primer mes y medio me dediqué a perfeccionar el
alemán. Otro mes lo pasé enviando currículos, aquí las cosas no son tan
inmediatas como en España, necesitas tiempo. A final de junio me salió una
colocación en una empresa de publicidad y relaciones públicas donde hacía de
todo; me pagaban 1.100 euros por jornadas de diez horas y el jefe se pasaba el
día gritando. Lo dejé y ahora estoy en un 'call center'. Cobro lo mismo, pero
vivo tranquilo. Y no pierdo la esperanza de encontrar algo interesante aquí. Se
habla mucho de lo mal que está Berlín, pero está igual de mal que otros sitios.
La gente viene hablando un inglés medio y sin alemán. Si hasta yo que lo
controlo a veces tengo problemas... Lo del idioma es complicado». Alfredo
reconoce que antes de llegar a Alemania veía «con curiosidad el programa de la
tele, pero me parece que ha hecho daño, solo sacan a gente con una posición
mucho más elevada que la media».
¿Y la imagen de los españoles en Alemania? Monika
Bolaños relata que en el metro ha llegado a escuchar críticas «porque somos
muchos». «A veces, en las discotecas y clubes, si te oyen hablar español no te
dejan entrar. En mi trabajo no me dejan dirigirme a mis compañeros en nuestro
idioma. ¡Dicen que conspiramos!». El diario 'Frankfurter Allgemeine Zeitung'
publicó hasta un editorial criticando la avalancha de españoles pese a los
cuatro millones de parados que suma el país.
Pies congelados
Pero si hay alguna nación que está dando que hablar
es Noruega. Hay 3.100 compatriotas registrados en la embajada; 520 lo han hecho
este año. En la prensa local se han publicado reportajes sobre la situación de
varios que se han visto obligados a recurrir a la caridad e, incluso, a dormir
en la calle. Gonzalo Marina, un joven de 34 años con estudios de Ingeniería
Técnica, copó páginas en los periódicos noruegos en enero, después de que le
tuvieran que ingresar en el hospital con los pies congelados por dormir una
semana en la calle. Se le acabaron los ahorros y no podía volver a casa. Un
caso extremo.
La representación diplomática de España reconoce el
problema: «La embajada de Noruega en Madrid está dando la información correcta,
pero creemos que hay un efecto llamada debido al programa de TVE 'Españoles en
el mundo', donde la clase bien acomodada dio información de que aquí todo el
mundo tiene casa, barco y auto. Y no es precisamente correcto, sobre todo en lo
que se refiere a los extranjeros que todavía no están integrados». Tan cruda se
está poniendo la cosa que Cáritas Noruega está empezando a impartir cursos
gratuitos de su idioma a los hispanohablantes. «Los españoles que llegan nos
hacen conocedores de la problemática en un país con un idioma tan diferente y
una climatología tan dura como la nórdica. A lo que se suma la carestía de la
vida, probablemente es el país más caro del planeta».
La directora de 'Españoles en el mundo', Carmen de
Cos, sabe que hasta la entrada en la wikipedia de este programa hace referencia
al problema noruego: «Las opiniones son libres. Éste es un espacio de
entretenimiento que muestra la realidad de unas personas que nos llaman para
que contemos cómo marcharon por diferentes motivos: trabajo, amor, dinero... y
cómo les va. A algunos les va bien y a otros no tanto. Pero a los que les va
mal no llaman, no quieren contar sus problemas y tampoco es nuestro papel
buscar ese perfil. En el programa de Noruega -hemos hecho tres-, salía una
persona diciendo que si no hablas noruego la cosa está difícil». Armada de
sentido común, aconseja a aquellos que quieran emigrar que «se informen en las
instituciones, en las embajadas, que se enteren de los profesionales que
necesitan, del idioma que vale, de los salarios, los seguros médicos...».
Moho y drogadictos
José Manuel Llorente, un fotógrafo nacido en Jerez
de la Frontera hace 32 años, pasó cinco en Birmingham (Inglaterra), luego
regresó a España, pero se dio cuenta de que «prefería vivir en un país más
civilizado». Así que en febrero de 2009 aceptó la invitación de un amigo residente
en Noruega y viajó a Bergen. No ve la tele, así que no culpa al programa de
TVE. Domina el inglés a la perfección y tenía casa pagada. No pintaba mal la
historia. «¿Sin noruego? Quizá tengan suerte los ingenieros con buen inglés, el
resto nada. Cuando preguntas a la gente te contestan en noruego y si ven que no
dices nada en su idioma ni se molestan. Me pasé el mes y medio que estuve allí
pateando la ciudad echando currículos, unos cien. Ni de McDonald's me
llamaron». Esa es una de las mayores pegas, en Noruega necesitas noruego, así
de simple. El inglés, además, siempre lo hablan mejor los emigrantes británicos
e irlandeses, la competencia. Lo peor de todo es sin duda lo que le decían a
José en la ETT: «Me invitaban amablemente a volverme a España. Decían 'qué
bonito, qué bien vivís allí, ¿por qué no te vas a tu país?'». Y volvió, sí, a
las cinco semanas, cuando no le quedaba dinero ya. Ahora está trabajando en la
localidad vizcaína de Leioa como fotógrafo (www.bandw.es)
Irlanda es otro punto caliente. El biólogo soriano
Daniel Manrique y la diplomada en Educación Infantil Celia Casares, de Cúllar
Vega (Granada), coinciden en que está «plagado de españoles». El primero acaba
de volverse definitivamente de Dublín tras año y medio y la segunda marchó en
verano a Cork para probar fortuna de 'aupair'. Hasta eso le salió mal, por
discrepancias con la familia, «que era muy religiosa». Pese al paro (14,7%) y a
los 30 euros mensuales que hay que abonar por el 'rescate' a los bancos,
Irlanda es un destino más atractivo que Gran Bretaña: evita el cambio a la
libra, más cara que el euro. Pero hay tanto español que ni siquiera en la
hostelería es fácil encontrar algo. Celia regresó hace poco, «como muchos de
mis amigos, que en tres meses ya estaban en casa».
Al llegar a Dublín, Daniel, biólogo y máster en
Energías Renovables, se dio «de bruces con la realidad. Las ETT no funcionan,
son unos irresponsables. Me citaron a las siete de la mañana para una
entrevista en la otra punta de la ciudad y al llegar me sueltan que ya habían
dado el puesto». Trabajó en atención al cliente por teléfono y tres meses
probando programas informáticos y videojuegos. No se da por vencido, quizá lo
intente en Finlandia o Sudamérica, «aunque esta vez iré más preparado».
El granadino Rafael García prefirió ir a Londres con
dos amigos. Su caso evidencia la necesidad de prever bien el alojamiento antes
de partir, porque en los primeros días te dejas los ahorros. La noche de
llegada la pasaron en el Hyde Park Hostel. «¡Que no vaya nadie! 25 personas por
habitación, había drogadictos y creo que hasta prostitución. Las ollas tenían
cuatro dedos de moho, mi amiga fue a ducharse y vomitó al ver lo que había. Nos
marchamos, pero los otros alojamientos eran muy caros. Me iba con las maletas a
entregar los currículos, más de cien». Nada, se acabó el dinero y no pudo
esperar más. Llegó en febrero y regresó en marzo. «Se puede emigrar, pero con
cabeza, esto no es como en la tele».
El Mundial de Brasil
Rocío Gómez, una joven gaditana licenciada en
Historia, pasó un año y medio en Edimburgo. Fue a estudiar un máster de
Arqueología y a trabajar. «Todo el mundo decía que era fácil encontrar
colocación, también 'Españoles en el mundo', pero nada más lejos de la
realidad. Solo me han contratado para limpiar hostales. Como somos tantos,
hasta para recoger los vasos de los pubs te piden un nivel altísimo de inglés.
Y los contratos son tan flexibles que te hacen trabajar diez horas». Al ver que
no había futuro regresó y gracias al máster ahora trabaja en una excavación
arqueológica en Barcelona.
Más lejos viajó el catalán José Luis Rodríguez, que
trabajaba de escolta privado en Euskadi hasta que hace un año cesó la amenaza
de ETA. Como ya estaba casado con una brasileña -lo que simplifica las cosas-
optó por este país emergente, con un paro en mínimos históricos (6%). La
proximidad del Mundial de Fútbol de 2014, para el que la presidenta Dilma
Rousseff quiere construir 800 aeropuertos, las posibilidades de empleo en
penitenciarías y el futuro tren de alta velocidad funcionan como un imán. Pero
el país endureció en abril las condiciones de entrada a los españoles.
En espanolenbrasil.blogspot.com.es, José Luis aporta
toda la información necesaria para emigrar. «Me escriben a diario quince
personas, se han incrementado las peticiones de ayuda un 80%. Algunos me piden
gente para casarse por papeles...». Y advierte: «Quien piense en hacer las
Américas, que se olvide». El papeleo es complicado hasta para los que están
casados con brasileños. «Si quieres abrir un negocio te exigen un capital de
100.000 euros, 50.000 para montarlo y otro tanto a fondo perdido, en impuestos.
Íbamos a abrir una tienda de ropa, pero nos asaltaron y nos robaron 10.000».
Pero esta historia acaba bien: «Despúes de mandar mil currículos, me cogieron
de cocinero en el restaurante La Fontana... ¡Y me van a hacer gerente!».
FUENTE: DIARIO SUR
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