Cualquiera que haya estudiado con cierto
rigor al capitalismo sabe que las crisis son intrínsecas a su funcionamiento. Y
a poco que se haya profundizado en su evolución durante los últimos treinta
años se podrá comprobar que ha sido justo entonces —cuando el capital está
operando más libremente que nunca— cuando ha habido más crisis o situaciones de
perturbaciones graves. Eso tiene que ver con bastantes factores muy diversos
que no puedo analizar aquí pero, sobre todo, con un hecho fundamental: la
incompatibilidad que se da entre la búsqueda constante del beneficio privado
(que además lleva a que los propietarios del capital traten de concentrar cada
vez más su poder) y la satisfacción de las necesidades sociales.
Una
incompatibilidad que no solo produce desigualdad e insatisfacción crecientes,
sino la inestabilidad de las propias relaciones capitalistas. La renta, por
ejemplo, o va al capital o al salario. Si va al capital terminará produciéndose
una crisis de demanda; si va al salario, una crisis de oferta, por falta de
beneficios. Algunos economistas defensores del capitalismo, como Keynes,
reconocen la amenaza constante de estas crisis y proponen guardar un cierto
equilibrio entre ambas pero., como he demostrado en mi artículo, “John Maynard
Keynes: el legado imposible”, esa es una estrategia que hoy día es imposible de
mantener por razones muy diversas: financiarización exacerbada, globalización,
insostenibilidad de las estrategias de crecimiento intensivo, etc.
La crisis actual es una más del
capitalismo, aunque con rasgos mucho más acusados, con extensiones al conjunto
de las relaciones sociales y coincidente con otras de diferente naturaleza
(alimentaria, ambiental, de valores, civilizatoria…), todo lo cual hace que sea
auténticamente sistémica. Por eso vengo defendiendo que es imposible salir de
ella manteniéndose ‘dentro’ del sistema.
Para superarla, y evitar otras
parecidas, es imprescindible cambiar de paradigma: las relaciones sociales (de
propiedad, de poder…); el modo de llevar a cabo la actividad económica; y
nuestra relación con la naturaleza. Los intentos de hacer más de lo mismo, por
parte de los gobiernos plegados a los intereses del capital, ya vemos que sólo
están llevando a profundizar en la crisis. Y es evidente también que la salida
del sistema se puede hacer con diferentes pretensiones y de distintas maneras y
que para salir de él no basta con proponérselo.
En mi opinión, tanto si se insiste en
seguir desregulando, como si se sale del sistema pero para fortalecer de otro
modo las relaciones de propiedad dominantes y el actual modo de producción y
consumo intensivos, no habrá más que un gigantesco desorden por delante (porque
eso en realidad no sería una auténtica ‘salida’).
Por el contrario, tengo la convicción de
que si se quiere salir de esta crisis, y de otras mayores que vendrán en el
futuro, es imprescindible superar el capitalismo. Pero creo que afirmar esto es
casi irrelevante (o puro nominalismo) si no se sabe la forma de hacerlo en una
sociedad tan compleja como la actual. Lo que yo creo que habría que hacer para
ello es articular una gigantesca mayoría social que asuma la necesidad de un
modo distinto de producir, de consumir, de pensar y de vivir. Para lo cual hay
que empezar por mostrar que hay alternativas diferentes de plantear y resolver
los problemas sociales y de hacer que funcione la economía y la sociedad sin
necesidad de mantener los privilegios del capital. Y, por supuesto, por
desenmascarar lo que hacen sus dueños, para que se tome conciencia del daño que
produce el capitalismo.
1 comentario:
Para superar el capitalismo hay que superar el egoísmo individual, pues el capitalismos es el contexto que gestionan los egoístas (unas veces victimas, otras verdugos) para aprender de sus errores.
No solo es necesario tomar una medida que nos permita salir de esta situación, si no que nos permita entras y ser digno de la siguiente situación. Y eso solo tiene una solución, vencer nuestros egoísmos, por que todos esto que ocurre, es el resultado del egoísmo en cada uno de nosotros. De manera que si os dignáis a pensar más en los demás que en si mismo, esto, en ese precioso momento, se termina, y no solo eso, si no que sois dignos merecedores de lo que ha de venir.
Esta era ha sido una era para egoístas, para el poder del egoísta individual, y esta que entramos para el poder del egoísmo universal. Solo queda elegir.
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