GENERACIÓN MIEDOSA
Grosso modo,
los que nacimos próximos a finales del anterior siglo disfrutamos de una
adolescencia casi perfecta. Facilidades de acceso al sistema educativo; trabajo
bien remunerado; la posibilidad de vivir en buenas casas o pisos; una paga; lo
más parecido al hambre que tuvimos lo confundíamos con la pueril impaciencia de
querer la comida en cuanto subíamos a casa de jugar al fútbol; cine barato;
tecnologías que llegaban a nuestro cuarto con la misma celeridad con que
adquiríamos la siguiente versión; quiero unas Nike, ahí las tienes... Ahora que
todo eso se esfuma, tenemos miedo a lo que viene. Porque no sabemos qué viene.
Ya no nos
suenan a chino esas historias de nuestros padres en que se repartían una
pastilla de chocolate o un trozo de pan entre seis hermanos. Nos vamos
resignando a un nuevo panorama, el problema es la metamorfosis, el miedo al
cambio y al cómo. Frustra y asusta a partes iguales. Y como quedarse cruzado de
brazos es como sentarse en la vía del tren, habrá que adelantarse al cambio.
Toca cambiar
el chip. Los trabajos tradicionales dejarán de ser clásicos de manual. El
funcionariado ya no será el edén de antes ni un coto seguro. El periodista
ahora tiene que ser 2.0. El mayor debe aprender a leer en ebook y saber usar el
smartphone. Ley de vida. Pero, sobre todo, desde aquí invito a no tener miedo
al autoempleo. Es la corriente que viene, ya no sólo una forma de sobrevivir en
la transición al nuevo modelo económico, sino la mutación heredada de la
maldita reforma laboral. En 50 años habrá más autónomos que jubilados, así que
hay que explotar la opción autodidacta. Asesórense, buceen por internet, no
teman impulsar y ejecutar sus propias innovaciones. Hay un mundo nuevo a la
vuelta de la esquina. La autogestión no es sólo tener una idea de restauración,
venta o servicios. Es una sensacional oportunidad para descubrirse y potenciar
nuestra creatividad, canjearla por el pan nuestro de cada día. Y si hay algo
bueno del paro es que al menos te permite estudiar de manera reposada y
reflexionar acerca de las posibilidades que uno puede explotar. A los que aún
conservamos nuestro trabajo apenas nos da tiempo a sentarnos media hora en una
silla huyendo de las urgencias y los problemas de la oficina. Habrá que dejar
de preguntarles a nuestros hijos qué quieren ser mayor. Cuando nos vean
buscándonos la vida de mil maneras entenderán que ya no es cuestión de elegir,
sino de tener o no. Será un magnífico aprendizaje para ellos. Salvo en
privilegiados casos, la necesidad sustituirá a la vocación.
FUENTE:
MÁLAGA HOY
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