DESORIENTADOS. SIN NORTE Y SIN RUMBO
Gira el mundo a una velocidad
vertiginosa. Pasan los días a velocidad de la luz. Los humanos seguimos dando
vueltas sin saber cómo ni hacia dónde. Parece haberse perdido en todas partes
la brújula. Tal vez algún genio poderoso o algún espíritu maligno, ha mezclado
lo blanco con lo negro, la altura luminosa con el oscuro abismo, lo bueno con
lo malo, lo natural con lo postizo, la vida con la muerte. Los medios de
comunicación, visuales sobre todo, son altavoces que meten todo ese ruido
mundial, en nuestra propia casa.
Nuestro salón es la aldea global
desde donde somos testigos de todos los desastres, de todas las guerras, de
todas las huelgas y de todas las violencias. No podemos escapar. Desquiciado,
el hombre, grita y no se oyen sus voces. Busca una pértiga para saltar por
encima del caos. No hay pértiga ni respuesta, o éstas son muchas y confusas. Todos creen tener razón en
sus verdades antagónicas o claramente contrarias y contradictorias.
El Estado, la sociedad del ayer, los
derechos civiles que parecían conquistados y adquiridos para siempre, están
patas arriba. La democracia misma se ha convertido en la tiranía de los
partidos hacia los ciudadanos, sus votantes. La corrupción ha colmado el nivel
de lo soportable. El Estado de Bienestar, se ha convertido para muchos en “su
bienestar” a costa del Estado. Todos iguales no son, claro, pero no convencen como gestores, o han
demostrado ser un desastre. Desde luego,
no se aprecia ni en los que rigen los
destinos, ni en la oposición, el carisma de un verdadero líder.
La justicia, estira las leyes y las
palabras a conveniencia del que manda o
del que paga. Los gobernantes, sean del signo que sean han alcanzado tal
descrédito, que, salvo honrosas excepciones, parece una vividora casta
política. Aunque eso sí, la ideología de la agitación y propaganda no duerme,
se enrosca y envenena y salta y lo emponzoña todo. Perdido el respeto hay
argumentos para todo y se lanzan unos a otros como dardos. No hay izquierda ni
derecha, tan solo lluvia de palabras que penetran hasta el alma, o tal vez,
desierto y fuego abrasador, según se
mire. Perdida la razón, se buscan argumentos.
En muchos países, estamos viviendo un
caos asombroso de confusión, desorden, injusticia y manipulación. Se justifica
todo, se deteriora y se confunde lo más sagrado, se pierde la decencia, los
valores básicos y elementales y nadie se sonroja, lo desautoriza o lo critica.
No puede ser verdad tanta mentira. Se ha mentido sin pudor y abusado de la buena
fe.
Ni los nervios de acero, ni la sólida
formación, ni el embrutecimiento pueden frenar los sentimientos. Los sentidos,
ante esa avalancha nos dejan atónitos, casi incapaces de reaccionar y hacernos
una idea clara, o encontrar un hilo
conductor que permita vivir con un poco de dignidad. El huracán hace crujir los
principios más sólidos y los derechos inmutables, cuando no se convierten en
escombros como las torres gemelas. Dios, el dios de todas las religiones, calla
o habla en el silencio, y las prisas y el ruido por un lado y la ignorancia y
los prejuicios por otro, no son la forma ideal para escucharlo.
Tiene, por fuerza, que salir un orden
nuevo de este caos; de este parto convulso, tiene que nacer la nueva sociedad.
No tengo ninguna duda de que estamos en el umbral de una etapa nueva.
Necesitamos una brújula, o por lo menos, encontrar el Norte. Los niños, y los
fetos, aquí y en todo el mundo han sido los grandes perdedores. Y sin embargo,
ellos son el futuro. “En nuestra sociedad el sentimiento ha destronado a la
razón. Y la razón ha sido vencida por la frivolidad de lo efímero”. La juventud
también ha sido manipulada, recortadas sus expectativas y perdedora del
presente. No podemos seguir por ese camino. Repetir que hay crisis, que estamos
en crisis, es una pérdida de tiempo. Lo
importante es analizar las causas y buscar soluciones todos y con todos;
empezando por la familia, la escuela, el municipio y el estado.
Si hasta aquí hemos vivido más y
mejor, “no es por la extensión de los derechos civiles y la democracia”, que
han hecho agua y necesitan regeneración. Posiblemente no vuelvan a ser nunca
como en la última etapa conocida. Por muchos que nos vendan los políticos, si
hemos llegado en nuestra evolución a alcanzar niveles razonables de
satisfacción y de progreso se deben, entre otras causas, “a la ciencia y a la
tecnología”.
Detenerse, desconectar y ser capaces
de pensar y buscar un punto de apoyo y de encuentro, es necesario. No parar
hasta encontrarlo. Mantenerse un momento alejado, como en suspensión, sin
bascular ni hacia el pasado ni hacia el futuro, como este planeta, como éste
país. “En suspensión, como todos nosotros”, dice A. Maalouf en “Los
desorientados”.
Ciencia, tecnología, cultura y éxito
necesitan reposo. Lo que no se afianza en la verdad, en la ética y en los
valores humanos es efímero. Nos cansa y nos hastía tanta política de reyezuelos
y tanto debate soberanista. Sólo lo que nos hace más humanos y más libres tiene
de verdad futuro. Ciencia y humanismo son complementarios. Cultura y vida,
pueden progresar si se respetan.
El respeto es fundamental. Se necesita
un debate sosegado, lo más alejado posible del sectarismo político sindical.
Hablar de soluciones partidistas, territoriales o ideológicas es sembrar el
fracaso en el punto de partida. Hay que aceptar el reto de ser ciudadanos del
mundo, construyendo un nuevo orden social y un Nuevo Mundo. No es una vieja
sinfonía, aunque suene bien. Sin la colaboración sincera y personal, siempre
será incompleta. “Si uno no se implica, lo que suceda es culpa suya” (K.F. En
invierno del mundo).
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