MUERTE DE ENRIQUE MENESES
Aunque sabía
que la muerte perseguía a Enrique Meneses pensaba que la esquivaría una vez más
como ha hecho tantas veces en los últimos años. Pero la fortaleza humana tiene
un límite aunque este gran caballero del periodismo ha luchado hasta su último
suspiro
Le visité en
su casa hace dos semanas. Le abracé y le besé durante un largo minuto. Hablamos
durante casi dos horas. De periodismo, de fotografía, de la vida. Me sorprendió
su entereza porque sabía que tenía los días contados. Me enseñó la maqueta de
su gran libro fotográfico que no ha podido ver publicado. Me despedí
acariciándole la mano consciente de que seguramente sería la última vez que lo
vería vivo.
En las
conversaciones telefónicas recientes transmitía un gran cansancio como si todo
dependiera de un hilillo, pero nunca se olvidaba de mandar besos para la
familia. Me han contado que no dejó de hablar de periodismo hasta que cerró sus
ojos para siempre.
Me gustaría
contarles su historia. Ustedes mismos se darán cuenta por qué admiro a este
gran hombre, por qué hay que admirarlo y seguir aprendiendo de sus escritos, de
sus libros, de sus fotografías, de sus permanentes lecciones. Cuando se escriba
la verdadera historia del periodismo español (en la que espero que no estén los
escribas del poder), Enrique Meneses ocupará un lugar privilegiado.
Hace 83
años, su nacimiento coincidió con el crack de 1929. Hace más de 65 años, el 28
de agosto de 1947, cubrió la muerte de Manolete con apenas 17 años y cobró 150
pesetas por este primer reportaje aunque gastó tres veces más en la carrera del
taxi que le llevó de Madrid hasta la ciudad andaluza.
Hace 60 años
atravesó toda África de El Cairo a El Cabo en busca de una belleza nilótica que
había visto en una revista. Hace 57 años cubrió magistralmente la guerra del
Canal de Suez en la que murieron varios ilustres periodistas y fotógrafos como
Jean Roy y David Seymour, uno de los fundadores de de la agencia Magnum. Hace
55 años, en diciembre de 1957, se encontró con Fidel Castro y Che Guevara en
Sierra Maestra.
Sus
reportajes en Paris Match sobre aquellos revolucionarios barbudos son parte de
la historia del periodismo. Parece que hablamos de prehistoria y, sin embargo,
qué reportajes más modernos y frescos que derriban la falacia actual de que la
inmediatez es más importante que la reflexión.
Si yo fuera
un prohombre dela Televisión iniciaría mi primera emisión con la mejor
entrevista posible: Meneses y Castro, frente a frente en la actualidad,
recordando aquellos años y pasando revista a más de cincuenta años de historia.
Saltarían chispas, pero sería inolvidable.
Hace más de
50 años llegó a Nueva York coincidiendo con la crisis de los misiles en Cuba,
fue testigo de la marcha dela Libertadque lideró Martin Luther King y
fotografió el acto de inscripción de la primera estudiante negra en una
universidad estadounidense.
Hace 46 años
dirigió la revista Cosmópolis acompañado por las mejores plumas de la época.
Hace 40 años formó parte del equipo de Los Reporteros, un clásico de la historia de la televisión.
Hace casi 20
años llegó a Sarajevo en pleno cerco salvaje. Allí lo conocí. Tenía la edad de
mi padre y seguía yendo a las guerras porque amaba el periodismo como el primer
día. Me impresionó verle subir las escaleras del hotel Holiday Inn (el ascensor
nunca funcionaba) a pesar de sus dificultades respiratorias. Me reí mucho
cuando me contó que había engañado a su familia diciéndole que se había ido a
un safari a Kenia.
Cuando hace
12 años empecé a dirigir anualmente un Seminario de Fotografía y Periodismo en
Albarracín (Teruel) el primer ponente fue Enrique Meneses. Un sábado a primera
hora se dirigió a 150 personas que no le conocían de nada. Estuvo una hora y
media contando historias periodísticas
con esa majestuosa capacidad narrativa que sólo los privilegiados
derrochan. Para muchos fue un inolvidable descubrimiento y se lo agradecieron
con un aplauso eterno. Porque Enrique absorbía a los que lo escuchaban, tenía
el don de la palabra y manejaba el lenguaje como pocos.
Sus
reportajes en Paris Match ayudaron a salvar a Abu Simbel, los impresionantes
templos del sur de Egipto. Entrevistó a Abdel Krim a quien su padre había
combatido, a los reyes Faisal II de Arabia Saudita y Huseín de Jordania, al
Dalai Lama en seis ocasiones, conoció a Piccaso, Dali y Luis Miguel Dominguín y
fue testigo de la boda grecoespañola de los actuales Reyes.
Su libro de
memorias “Hasta aquí hemos llegado” (publicado por Ediciones del Viento en 2006) es, sin duda, el mejor que he leído en
muchos años y debería forma parte de los planes de estudios en la universidades
y masters de Periodismo.
El texto,
escrito con gran brillantez y un ritmo endiablado, penetra en un pozo de
sabiduría sin fondo que te atrapa hasta su última línea. Es un compendio de gran periodismo.
Pero si
hacemos una encuesta entre los jóvenes estudiantes de periodismo será difícil
encontrar a alguien que sepa quién es Enrique Meneses. Si nos acercamos a las
redacciones, quizá algún veterano comentará: “¡Pero si se murió hace años!”.
Pues no: ha estado vivo, coleando y haciendo gran periodismo, utilizando los
últimos avances tecnológicos, hasta el final de su vida.
Sorprende
que apenas haya recibido invitaciones para explicar su visión del periodismo
puro cuando es difícil encontrar a alguien que trasmitiese mejor sus
experiencias.
Enrique
Meneses tampoco ha tenido suerte en el frecuente reparto de premios. Deberíamos
preguntarnos por qué esta bendita profesión tantas veces exalta a los periodistas
mediocres y a los trinchados en la rueda del poder mediático y olvida a los
verdaderos pura sangre como Enrique Meneses.
Ojalá su
muerte sirva para recuperar la figura de uno de los periodistas imprescindibles
de nuestra historia. Querido Enrique, me alegro de que por fin descanses en
paz.
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