EN EL EXTERIOR, ESPAÑA
La Junta de
Andalucía y el Gobierno de la nación están negociando un acuerdo para que
algunas oficinas de la Agencia Andaluza de Promoción Exterior se integren en la
red que el Instituto de Comercio Exterior mantiene en el extranjero. Con eso
Andalucía no perderá nada de autonomía y los contribuyentes se ahorrarán
duplicidades, es decir, gastos innecesarios. Todos contentos.
¿Habrá algo
más normal que el hecho de que las comunidades autónomas que necesiten
presencia en otros países la tengan utilizando las sedes, el personal y los
recursos que el Estado financia en cada nación? Vale también para las
representaciones diplomáticas: ¿a cuento de qué hemos de aguantar, y costear,
la proliferación de embajaditas autonómicas allí donde existen y funcionan
embajadas de España que, en principio, defienden los intereses de todos los
españoles, pertenezcan al territorio al que pertenezcan? A cuento de las
ínfulas y megalomanías de algunos virreyes autonómicos y del no querer ser
menos de los restantes virreyes.
El Gobierno
se ha decidido a poner coto al expansionismo diplomático de las autonomías
partiendo de una premisa inobjetable, a saber, que la Constitución reserva al
Estado las competencias exclusivas sobre la política exterior. Prepara un
proyecto de ley que le facultará para emitir un informe, no vinculante, antes
de que cualquier comunidad autónoma abra oficina propia en un país extranjero,
y obligará a los gobiernos autonómicos a comunicar al Ministerio de Asuntos
Exteriores sus propuestas de viajes, intercambios y otras actuaciones de
proyección exterior y a atender las recomendaciones de este departamento.
Como era
previsible, la iniciativa del Gobierno ha sido inmediatamente rechazada por
Artur Mas -¡por quién si no!-, como una muestra más del nacionalismo
"rancio" español que impulsa la recentralización del Estado y, más en
concreto, el boicot a la internacionalización del proyecto soberanista de
Cataluña que ha impulsado la Generalitat. Pura manía persecutoria, vamos. Con
lo fácil que es entender que una representación del Estado español con todo sus
avíos resultará más útil y fructífera para Cataluña, y para todas las
comunidades, que una minirrepresentación a cargo de una parte del Estado.
Celebro que
Andalucía no haya seguido ese camino. Hay cosas en las que es mejor ser cola de
león que cabeza de ratón.
FUENTE:
MÁLAGA HOY
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