NO CON MI DINERO. FEDERICO J.C-SORIGUER.


NO CON MI DINERO

Los buenos lectores de periódicos habrán podido comprobar la frecuente presencia de noticias en los últimos días sobre la investigación científica en el País Vasco. Así, por ejemplo, en un periódico de difusión nacional entrevistaban a numerosos líderes científicos del País Vasco que, sin excepciones, estaban encantados de haberse conocido. En otros medios, incluso en este propio diario, noticias de agencia informaban sobre las inversiones en ciencia que se estaban produciendo allí. Hace unas semanas he estado dos días allí, invitado por mis homólogos de Bilbao. Estaban contentos pues muchos de ellos han recibido bastante dinero en la reciente convocatoria pública de proyectos científicos.


En un periódico de Bilbao un alto cargo del PNV de Guipúzcoa declaraba que en el País Vasco los brotes verdes comenzaban a ser realidad. Mientras tanto en las páginas generales las noticias sobre Andalucía estaban presididas por el 'caso Malaya' y el asunto de los ERE. Sí, a través de la lectura de los periódicos, realmente parecía que estábamos en otro mundo. Sin embargo, es conveniente restregarse los ojos y respirar hondo pues nadie está libre de caer en cualquiera de las variantes menores del síndrome de Estocolmo. ¿Por qué, ahora, este entusiasmo sobre la investigación en el País Vasco? ¿Por qué los brotes verdes del País Vasco no son la misma metáfora vacía que aquellos otros de la señora ministra de economía de Madrid? Pues porque les han caído sin apenas esfuerzo millones de euros con el destino de desarrollar la I+D del País Vasco. ¿El motivo? Los votos del PNV para que el Gobierno sacara adelante los presupuestos generales del Estado y la presencia de una ministra de Innovación y Ciencia, vasca, en el Consejo de Ministros. La misma ministra que no ha sido capaz de defender desde su asiento en el Consejo la reducción de la partida dedicada a la ciencia en los presupuestos generales del Estado. La misma que no ha tenido ninguna dificultad para librar cuantiosas cantidades de dinero para investigación en su tierra natal. Ni siquiera se han preocupado esta vez de disimularlo. Cuando he hablado estos días sobre este asunto con altos cargos de la gestión biomédica y sanitaria del país, se han limitado a esbozar una pícara sonrisa. La cuestión viene de largo y no es la primera vez.

Las primeras transferencias sanitarias a las CCAA, en el País Vasco se llamaron eufemísticamente, las transferencias del Insalud, porque recibieron más dinero que nadie por este concepto. Las consecuencias son que hoy, 2011, más de treinta años después, el País Vasco es la que más dinero recibe por ciudadano para prestaciones sanitarias. Exactamente 1.623,08, euros frente a los 1.180,09 euros de Andalucía, es decir un 32 % más, según los últimos datos del MSC publicados por la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. Una diferencia enorme. Al igual que con la Sanidad hoy las diferencias de estas inversiones en investigación científica se verán dentro de unos pocos años y entonces tendremos que ir los andaluces a que nos den teórica sobre la gestión de la ciencia al igual que hoy lo hacemos con Cataluña.

Pero entonces ya nadie se acordará que hubo en algún momento una decisión política que hipotecó a generaciones enteras. Unas nuevas generaciones que tendrán que soportar la suficiencia de quienes creyeron que lo que tienen les correspondió por merecimientos históricos.

Como ciudadano esta situación es humillante y como médico y científico, lamentable. Un investigador andaluz, un grupo de investigación andaluz tiene hoy que poner mucho más empeño para conseguir recursos que cualquiera de, por ejemplo, el País Vasco. Pero lo peor es el futuro. Pocos dudan de que el futuro pasa por el conocimiento. Las sociedades del futuro serán o sociedades del conocimiento o sociedades de servicio. Es esta la nueva dialéctica del amo y del esclavo. Si Andalucía no es capaz de cambiar su modelo productivo seguiremos siendo los criados del norte. No es esta la sociedad que quiero dejar a mis hijos.

Hemos criticado desde aquí en numerosas ocasiones determinados aspectos de la política científica en Andalucía, pero tengo también que reconocer ahora el enorme esfuerzo que desde las admiraciones públicas andaluzas se ha hecho por incrementar la investigación. No reduciendo, por ejemplo, en estas últimas convocatorias los presupuestos de educación y de investigación.

Pero este esfuerzo se queda en agua de borrajas al lado de lo que con toda la prudencia necesaria podríamos calificar como pelotazo científico, arriba contado, tal como hace treinta años se hizo con el sanitario. Un esfuerzo autonómico andaluz que tampoco es suficiente para neutralizar la deriva de la señora Garmendia, que ha terminado generando una política científica lamentable en la que, como dice Pere Puigdomnénech, para justificar la reducción del presupuesto ha aumentado la presión sobre los grupos de investigación tanto como han disminuido los fondos dedicados a este fin. Y esta presión, una vez más a quien perjudica es a los grupos andaluces cuya infraestructura es más precaria que la de comunidades como Madrid, Cataluña o, ahora, el País Vasco. Quiero llegar a una rápida conclusión. Hay cosas que a los treinta y cinco años del final de la dictadura y cercano, dicen, el final de ETA no se pueden seguir manteniendo.

Hay que impedir que un pequeño partido nacionalista con un puñado de votos tenga más peso político que otro de ámbito estatal con muchos más votos, lo que exige cambiar la ley electoral, como hay que acabar con los fueros y derechos históricos de algunas comunidades, pues históricos son también los derechos y los agravios de todos.
Parece llegada la hora de que desaparezca aquel injusto pacto con los territorios así mismos llamados históricos, que tal vez estuviera justificado en un momento para evitar males mayores, pero que, profundamente antidemocrático, solo es un instrumento para el nepotismo y el chantaje político. Es posible que algunos crean que el precio político de esta ruptura sería insostenible. Tal vez nos llevaríamos una sorpresa pero, en todo caso, cuando uno ve que se presume con el dinero de los otros de brotes verdes, a algunos no nos importaría correr ciertos riesgos. Y desde luego ez da nire diruarekin (no con mi dinero: traducción del Google).
FUENTE: DIARIO SUR

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