El ser humano no tiene ningún sentido como individuo, como especie sin relación con otros seres, ya sean similares o diferentes. Las personas necesitamos comunicarnos, expresarnos y entendernos con nuestros semejantes y sería muy difícil concebir nuestra vida en una isla desierta o en un planeta destruido, ejemplos cinematográficos a la orden del día que nos mostrarían esta soledad y nos harían reflexionar del sentido de la vida.
El párrafo anterior puede resultar bastante evidente y trivial. Pero la sociedad, que por suerte nos ha tocado vivir, hace que creamos que somos independientes, imprescindibles y, por ende, egoístas. Y este mal es la causa principal de la mayoría de los problemas que nos encontramos en la actualidad. Y aunque nos vanagloriamos de estar en la edad de la Comunicación, muchas de nuestras acciones las realizamos como si fuéramos el único ser viviente del planeta o, por lo menos, el más importante.
Por ejemplo, no tomaríamos café en la típica terraza mientras nuestro coche aparcado en segunda fila molesta a cientos de conductores que pasan por esa vía durante 2 o 3 horas, si pensásemos por un solo momento en alguno de ellos y en las dificultosas maniobras que deben realizar por nuestro poco civismo. Por lo menos, quiero pensar que no reflexionamos porque, de otro modo, ya no habría ninguna solución. Podríamos citar miles de ejemplos como éste, que podemos observar en nuestras acciones o en las de otros.
Pero la pregunta es cómo podemos combatir este problema endémico. Como cualquier reflexión, para saber combatir un problema debemos delimitar las causas que lo producen. Estamos completamente inmersos en una sociedad consumista, y como cualquier poder, el consumismo no quiere perder ni un ápice de su dominio. Este poder opresor, como a lo largo de la Historia han sido otros, intenta quitarle al pueblo las armas con las que podría combatirlo. De momento, lo han conseguido más que de sobra. Los gobiernos son los otros o, seguramente, los mismos beneficiados de este clima de conformismo.
La creación de campañas publicitarias, leyes educativas y asignaturas (que utilizan otros poderosos como protesta de humo para no perder su verdadero poder y financiación) son muy débiles frentes ante tan poderoso enemigo. Sólo podemos combatir al egoísmo y al consumismo, dándole a la sociedad el raciocinio y el poder de juzgar, en primer lugar, sus acciones y, a continuación, las de las personas que les rodean desde un punto de vista mucho más amplio que la primera persona y el ego.
Busquemos cinco minutos para reflexionar y, juzguemos todo lo que hagamos e intentemos vivir en un mundo donde el amigo, el vecino, el desconocido e, incluso, el enemigo es igual de importante que yo; quizás conseguiríamos mejorar…
Ricardo Villa Brieva
Busquemos cinco minutos para reflexionar y, juzguemos todo lo que hagamos e intentemos vivir en un mundo donde el amigo, el vecino, el desconocido e, incluso, el enemigo es igual de importante que yo; quizás conseguiríamos mejorar…
Ricardo Villa Brieva
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