TONTERÍAS POST-VACACIONALES. IGNACIO RODRIGO CASQUERO


TONTERÍAS POST-VACACIONALES

Estaba a punto de finalizar mis vacaciones. 34 días de relax en los que hubo tiempo para todo: sillon-bowl en clave olímpica, comidas copiosas, alguna que otra juerga, días de playa en la maravillosa playa nerjeña de Burriana y hasta un camino de Santiago en el que volví a comprender (ya lo había hecho hace nueve años) lo que se tarda en completar un kilómetro si se hace andando.

Días y días desconectado casi por completo de la actualidad, sobre todo durante los diez días que estuve en tierras gallegas. Algún que otro telediario y la siempre presente radio me mantenían enganchado a la realidad pero no me di cuenta de lo que se me venía encima hasta que el último día de agosto vi los informativos de la tele mientras me comía una pizza.

En la siempre repetitiva secuencia de informaciones que se suceden durante el verano llegó el turno de la vuelta al trabajo y el regreso del colegio. En la pequeña pantalla aparecen imágenes de playas repletas de turistas que apuran los últimos rayos de sol que tomarán en los próximos diez meses, carreteras con interminables filas de coches y grandes almacenes con masiva presencia de padres comprando el uniforme y el material escolar de sus hijos.

Parece que algo monstruoso está a punto de suceder. Las declaraciones de algunos turistas/padres alimentan esa terrible sensación: "Esto se acaba y hay que aprovechar hasta el último momento", "Todo tiene un final y no hay más remedio que afrontarlo de la mejor manera", "Atrás quedan muy buenos recuerdos y vivencias", "En dos horas no hemos avanzado más de cinco kilómetros y no sé a qué hora llegaremos", "Esto es desesperante", "Nos vamos a gastar medio sueldo en la vuelta al cole de nuestros dos hijos", "El material escolar debería ser gratuito", etc.¡¡¡Horror, llega septiembre!!!

La ciudadanía tiembla ante lo que está por llegar. Desde los medios se contribuye a ello, no sé si intencionadamente, y a mí me siguen sorprendiendo ciertos aspectos a los que se la da veracidad con una solemnidad categórica. El primero es aquello del "síndrome post-vacacional", en mi modesta opinión un invento de los últimos años. No dudo que el regreso a la actividad laboral, el hecho de toparse de golpe y porrazo con la rutina y las obligaciones del día a día provoque cierto malestar y hasta un enfado de narices, pero no debe pasar de ahí.

En la información televisiva aparecen prestigiosos psicólogos y psiquiatras hablando de los síntomas y de la manera de paliar sus efectos. Yo solo conozco una: te aguantas y te vas a trabajar, que ya pasarán los días, se te caerá el moreno y harás de la rutina tu forma de vida. Siempre ha sido así. Pregunten a sus padres o abuelos si alguien les habló alguna vez de ese "síndrome postvacacional". Ninguno precisó tratamiento psicológico. Les bastó con asumir la realidad. Al fin y al cabo el hecho de volver al trabajo debe ser motivo de alegría (que le pregunten a los millones de parados que hay en España).

El otro aspecto que me sorprende es la facilidad con la que ciertos padres se quejan del desembolso económico que conlleva el regreso al colegio de sus hijos. Me sorprende que les moleste tanto tener que pagar 300 ó 400 euros para comprar el uniforme y todo el material escolar. Me asombra el lugar tan retrasado en el que que estos padres tienen en su escala de valores la educación de sus vástagos. Para ellos están por delante esas vacaciones en Benidorm en las que han invertido unos mil euros, esas copiosas cenas, con copa y puro, en las que han pagado 30 euros por cabeza o esa consola para su Jonathan por la que han tenido que pagar 300 euros. Todo, mucho más importante que invertir en la educación de sus hijos.

Apago la tele y me dispongo a echar mi última siesta antes de despertar de mis vacaciones. ¡¡¡Ayyyy, que pena!!! A ver si va a ser cierto eso del síndrome post-vacacional...

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