LUGARES DE PASO. EDUARDO MARTÍN


LUGARES DE PASO
Siempre he pensado que la gente es buena por naturaleza, pero últimamente, que me toca estar viajando con frecuencia, he podido comprobar que son en los lugares de paso donde se concentran la mayoría (estaciones, aeropuertos, etc.).

Gente que espera a otra gente, que vuelven, que se despiden, gente lejos de casa. Desde gente sin rumbo que viaja a dedo de ciudad en ciudad con una mochila, una guitarra y la gorra con la que sacar el dinero para el billete de su siguiente destino, hasta empresarios trajeados hablando por el móvil y carpeta en mano.

Y entre tal cantidad de personas tan diferentes siempre encuentras a la persona que te echa una mano si lo necesitas. Han sido más de una vez las que me han ayudado con mi maleta y más de una también en las que he ayudado. Cuidar maletas de desconocidos, un chaval que me pagó el autobús de línea urbana porque yo no tenia cambio de diez euros; esos hombres con los que comparto tres horas de viaje que te invitan a caramelos, agua o lo que tenga en ese momento; del que te pide el periódico hasta el niño al que regalé un libro de Edgar Allan Poe, porque en su curiosidad y al verme leer, me preguntó por lo que leía, y una vez que leyó el primer relato, no pudo dejar la oportunidad de pasar al siguiente...

Sin duda, comento todo esto porque esperando mi autobús en la estación, coincidí por segunda vez con un hombre que sentado con su periódico me preguntó por mi destino, mi viaje y si me esperaba alguien, y ante mi sorpresa reconocí que ese hombre no muy viejo ya me había preguntado antes lo mismo y en el mismo sitio, no pude contener las ganas de preguntarle.

Me explicó que ir a la estación es lo más parecido que tiene a viajar, que se sienta allí, a nadie le molesta ni le preguntan, sólo esta allí, tal vez esperando su autobús. Me explicó que allí conoce a gente de muchos sitios al igual que en la época en la que el viajaba, me explicó que en las estaciones todos están lejos del hogar y es lo que los hace humildes y capaces de sentir empatía por la situación del que se sienta a su lado, que allí no existen las diferencias.

Al poco tiempo descubrí que era verdad, que fuera de allí, en la calle, la gente se vuelve egoísta, y si un día me lo vuelvo a cruzar no dudaré en decirle “Tenia usted razón, aquí todos estamos tan lejos que nos protegemos entre nosotros” Aunque tal vez eso él ya lo sepa.

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