UNA UTOPÍA
Y apareció una voz dulce y esperanzadora: '-Hasta aquí las noticias de hoy, volvemos el próximo lunes'. Volverás tú, dije, yo no sé si volveré y cabe la posibilidad de que tú tampoco lo sepas.
Las flores se secan, se termina la niñez, se termina la juventud, se termina la vejez. En cierto modo la muerte, el término, es vida. Va tocando a cada uno, a cada cosa, el dejar de 'existir', el no ser lo que se era.
Un mueble viejo con los cajones rotos no es útil como tal pero da paso a otro nuevo con el lustre agradable de la renovación. No hay otra ciencia, no puede buscarse ninguna solución; todo es así de natural. Todo está programado. De aquí no se va nadie ni nada.
La vida circula a gran velocidad y el presente se va al pasado de modo rapidísimo. Por mucho que se diga, el futuro no se puede prever aunque, ilusoriamente, creamos que si. Pensamos lo que puede suceder pero no puede asegurarse que así ocurra; se cae y adiós jarrón que conservábamos con tanto cuidado. Para bien o para mal, no podemos frenar nada de lo que ocurre ni podemos hacer un cambio por algo que nos parezca mejor. Nunca sabemos nada ¡todo se sucede por si mismo!
La influencia que creemos aportar está enmascarada por motivos que, de ningún modo, podemos alcanzar a comprender; lo que sucede sucede y punto. El mundo no se para, de momento, siempre hay flores; tras las que se secan nacen nuevas con la misma frondosidad. Nada puede considerarse fuera de las normas, todo es auténticamente real y natural. Es sabido cuanto antecede mas hay que tomar, tranquilamente, conciencia de ello para no ir contracorriente por el río de la vida y no nos apartemos de ninguna situación. Las penas duran tanto como las alegrías.
Aunque vivimos amarrados a este juego entretenido, creando ilusiones, competencias ¡viviendo!, nos sostiene, en este maremagnum, dos grandes pilares: las exigencias del estómago y la exigencia del sexo. Si no fuera por ello la vida si que sería un auténtico caos. Y como casi todo se prohíbe, menos prohibir prohibir, voy a prohibirme no enredarme mas con estas reflexiones porque saltando por estos intrincados senderos siempre nos encontramos en el mismo sitio. Me desconecto de esta odisea. Todo lo que empieza irremediablemente termina. Teniendo en cuenta este axioma, acabo aquí.
Salvador Palma Daniel
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