SENTIR
Tumbada parecía que el viento no tenía fuerza, sentía el calor de la tierra, aunque en la superficie hacía frío, llevaba dos pantalones, dos polares, una chaqueta, gorro, guantes y dos bufandas, aún así notaba esa calor terrícola tan bueno y agradable.
Cerraba los ojos, y escuchaba el silbido del viento en sus orejas, el polvo ensuciaba su cara, se introducía en su boca, nariz y ojos. Pero allí en aquel lugar, estirada en el suelo, estaba tranquila, no sentía el frío y tampoco ganas de levantarse, bien cómoda, así sin hacer nada, sólo sintiendo aquel lugar, siendo consciente de lo que hacía y sentía en ese momento.
Apartó los pensamientos un rato para sentir su cuerpo, activo sus millones de poros que se abrían para captar la vida de aquella tierra, que le daba calor, un espacio dónde respirar, un espacio donde notaba como su cuerpo funcionaba, lo notaba vivo y en armonía, ese trozo de tierra le acariciaba, la calentaba para que no pasara frío, como una madre, estaba feliz, allí en medio del desierto en donde todo el mundo dice que no hay nada, se puede encontrar y sentir todo.
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