LAS
GANAS DE HACER
Qué delirio. Me parece que estoy un poco
loco. Pero como diría don Zorba, el griego, a los uruguayos nos falta un
poquito de locura. Así que no me arrepiento. Porque muy racionalmente me consta
que estas cosas no dependen del dinero, el dinero que no hay, ni lloverán del
cielo, ni brotarán de las manos de Tabaré. Estas cosas nacerán de la gente, y
sobre todo de la gente joven, si a la gente se le despiertan las ganas de
hacerlas.
Son cosas chiquitas. No acaban con la
pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción
y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la
alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la
realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que
la realidad es transformable.
El país gris, el país triste, habla un
lenguaje calandraca. Es el lenguaje de la impotencia nacional, típico de los
tiempos de desaliento que han seguido a los años del terror. Estamos todos
aburridos de escuchar consignas y discursos que masturban a los muertos. La
energía creadora se desarrolla haciendo, y haciendo juntos. La militancia
juvenil no languidece por falta de ganas, sino por falta de acción. ¿Hasta cuándo
vamos a seguir ofreciendo tristeza a los tristes? ¿Hasta cuándo vamos a seguir
vendiendo arena en el desierto?
*Fragmento de: El derecho a la alegría,
en Ser como ellos y otros artículos
(1990)
De tanto estar tristes, ¿somos tristes?
Estamos jodidos. Pero, ¿somos jodidos? ¿Es un destino, el bajón? ¿O es un
desafío?
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