DE BANCOS MALOS Y GOBIERNOS TERRIBLES
Alberto Garzón Espinosa Ayer el gobierno
de España anunció el llamado banco malo. Se trata de una medida que venía
incorporada en el memorándum que el Gobierno negoció con la troika, el cual no
es otra cosa que un conjunto de condiciones económicas que ha de realizar
España a cambio de los 100.000 millones de euros del rescate.
Para entender esta nueva medida hemos de
asumir que estamos viviendo la resaca de la burbuja inmobiliaria. Entre 2002 y
2007 se construyeron más viviendas que en Francia y Alemania juntas (y ambas
cuentan con el doble de población y el triple de territorio), y ese proceso de
construcción desaforada permitió enormes ganancias al sector de la
construcción-inmobiliario, el cual en alianza con los poderes políticos locales
pudo utilizar mecanismos como las reclasificaciones y recalificaciones de suelo
para añadir unos cuantos ceros a sus ganancias habituales. La conocida y
práctica habitual del «pelotazo urbanístico».
Pero en ese proceso no se utilizaba sólo
dinero ahorrado sino también dinero prestado, así que durante todos esos años
la economía española vio como su endeudamiento privado se disparaba. Las
grandes empresas de la construcción se regaban con deudas y también los hogares
(especialmente los más ricos) multiplicaban su endeudamiento para comprar
varias viviendas y poder participar en la orgía especulativa. El acceso a la
Unión Europea había supuesto el desmantelamiento del sector industrial y
agrario de España, así que el binomio construcción-inmobiliarias se convirtió
en el motor del crecimiento español y de la creación de empleo. Cuando la
patata caliente estalló y ya nadie quería comprar viviendas todo se vino abajo.
Las constructoras tuvieron que cerrar tras despedir a miles de trabajadores y
sus activos (viviendas, suelo, préstamos, etc.) pasaron a formar parte de los
bancos y cajas que les habían prestado el dinero.
Pero estos bancos y cajas tenían a su
vez deudas contraídas con los bancos extranjeros, y ahora las viviendas, suelo
y otros activos que recibían ya no valían lo mismo que antes. Incluso, podría
decirse, ya no valían nada. Así que muchos bancos tuvieron y tienen que ser
rescatados. Y los únicos que los pueden rescatar somos todos nosotros, el
dinero público.
El banco malo sólo persigue cambiar esos
activos que no valen nada por algo de dinero que valga algo. El banco acepta
una pérdida (que compensará de otra forma) al vender una vivienda o suelo por
debajo del que la recibió, pero muy por encima de lo que recibiría si lo
quisiera vender ahora mismo a cualquier sujeto económica. Por esa razón el
propietario del banco malo, el Estado, pierde mucho más. Esto es, perdemos
todos. Se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias. Una clarísima
transferencia de dinero desde lo público hasta lo privado.
Hay alternativas al banco malo, y a
falta de una Unión Europea sensata todas pasan por dejar quebrar a los bancos y
nacionalizarlos después. Las viviendas y otros activos inmobiliarios podrían
servir para crear un «banco bueno» que creara un stock de viviendas de alquiler
público barato. Las estimaciones del censo de 2011 plantean que en nuestro país
hay entre 5 y 6 millones de viviendas vacías, muchas de las cuales son
propiedad de los bancos. De forma paralela es conocida la necesidad de vivienda
por gran parte de la población, especialmente joven. Hablamos de un problema
que tiene solución, pero que requiere enfrentar con la radicalidad necesaria a
los poderes económicos y financieros que nos gobiernan sin legitimidad alguna.
El Gobierno acredita con esta medida y
una vez más que estamos ante una inmensa estafa y con un plan que responde
únicamente a los intereses de los poderes financieros extranjeros. Este
gobierno no se preocupa de los ciudadanos sino que sólo obedece las órdenes de
instancias no democráticas que son las que realmente mandan. Ausencia de
democracia y un gobierno traidor a sus votantes y a sus ciudadanos.
PUBLICADO EN LA OPINIÓN DE MÁLAGA
No hay comentarios:
Publicar un comentario