EL JARDÍN PROHIBIDO. ISMAEL SERRANO


EL JARDÍN PROHIBIDO

En cierto modo era una declaración de guerra. Quizá por eso aplaudían con fervor las palabras de su líder proclamando el mayor y más terrible ajuste llevado a cabo en la democracia. En el delirio de los vítores una diputada gritaba “¡Qué se jodan!”, resumiendo en pocas palabras el programa oculto del partido en el poder.

Luego pidió perdón. Como lo hizo el rey. Aquí ya no existen las responsabilidades políticas. Basta con pedir perdón y ya está. Lo mismo podrá hacer Rajoy cuando le pidan cuentas por haber incumplido uno por uno cada punto de su programa electoral. Pedirá perdón, como el amante de la canción “El jardín prohibido” de Sandro Giacobbe.


Siempre me fascinó esta canción tan entrañable como horrible. El tipo se acerca a la amada y le dice:

Esta tarde vengo triste y tengo que decirte, que tu mejor amiga ha estado entre mis brazos.

Además el tipo se regodea y le dice a la engañada que mientras se lo montaba con la amiga pensaba en ella (mis ojos decían cansados que eras tú, que eras tú)

 Para rematarlo, en el estribillo, en un ejercicio de cinismo y recochineo maravilloso, el hombre, atormentado todo hay que decirlo, canta: lo siento mucho la vida es así no la he inventado yo.

 Aquello era tan inevitable como los recortes del gobierno, nada podemos hacer contra la naturaleza de los mercados así como con la de los amantes que se sienten atraídos por las amigas de la novia.

 El rey en un acto de entrega que nos conmueve hasta el alma dice en los periódicos: según mi médico otro estaría de baja; yo tengo que currar. Y en la foto sale en un avión el rey a cuerpo de ídem camino a Rusia para abrir mercado a las empresas españolas. Yo creo que tamaño abuso no se puede consentir. ¿No sería recomendable que le dieran la baja? Digo yo: permanente. En otro artículo leo, y en este momento a este que les escribe se le llenan los ojos de lágrimas, que al Rey se le baja el sueldo un 7%. Reconozocámoslo: son unos cachondos.

 Montoro afirma en el congreso: “Si no sube la recaudación está en riesgo el pago de las nóminas”. No hay dinero, repite una y otra vez. Y lo dice después de haber ayudado a la banca e intercedido a favor de que a través de fondos europeas se inyecten en ella cifras millonarias y obscenas. ¿Por qué un banco no puede caer y sí la Sanidad Pública, la Educación Pública, las nóminas de los funcionarios? ¿Por qué nos parece inadmisible la regularización del sistema financiero, la exigencia de responsabilidades políticas y penales para aquellos ejecutivos y políticos que nos llevaron al desastre y sí tenemos que tragar con recortes claramente injustos y que además alargarán la recesión indefinidamente?

 Al poco de haber anunciado la batería de ajustes entre aplausos y vivas a la madre que los parió doña Lagarde dijo que quería más, que todo recorte es poco, que se acometieran más y rapidito, que tenía hora para la cama UVA y que no está el horno para bollos.

 A lo que el gobierno de España, un gobierno que en una rueda de prensa inaudita llegó a confirmar su incapacidad para tomar decisiones (no tenemos alternativa, dijo, que es lo que precisamente se le exige a un político), respondió con un atenta la compañía en posición de firmes.

 Volverán las elecciones y el trámite de promesas y guirnaldas. Entonces como Sandro Giacobbe el político de turno nos mirará a los ojos y nos dirá con cara de consternación:
Mi cuerpo fue gozo
durante un minuto,
mi mente lloraba tu ausencia.

No lo volveré a hacer más
No lo volveré a hacer más.


 No olvidemos. Seguramente la novia despechada del “El jardín prohibido” tampoco lo haría.

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