EL
SILENCIO CÓMPLICE DE LAS BUENAS PERSONAS
Del 'caso de los supermercados' cabe
extraer dos conclusiones relevantes. La primera es que quienes nos gobiernan,
en política como en economía, no tienen voluntad alguna de dar un paso atrás:
todo lo que hacen es razonable, justo e inevitable, como lo son las leyes que
han perfilado en su estricto provecho. ¿Alguno de los tertulianos ultramontanos
-no seCarlos Taiborá esto una redundancia- ha mostrado algún asomo de duda a la
hora de juzgar a esos desalmados que incumplen la ley?
Hasta aquí, con todo, ninguna sorpresa.
Tampoco la hay, hablando en propiedad, de la mano de una segunda conclusión que
tiene, con todo, su relieve: nos obliga a poner el dedo en la llaga de la
patética reacción de las gentes de orden que, estafadas todos los días por
Mercadona, estiman que quienes merecen reprobación y castigo severo son los
asaltantes robin-hoodianos de los supermercados.
El 15 de mayo del año pasado recordé, en
la Puerta del Sol de Madrid, una frase de Martin Luther King que viene al pelo.
Dice algo así como lo siguiente: "Cuando llegue el momento de evaluar lo
ocurrido en nuestro siglo, no nos abrumará tanto la conducta de los malvados
como el silencio cómplice de las buenas personas".
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