ENHORABUENA
Mientras se iba fraguando la quiebra que
nos ha llevado a la situación dramática que vivimos, nuestra clase política ha
perdido años y años discutiendo asuntos tan trascendentales como la reforma del
Estatuto de Andalucía o la polémica sobre la asignatura de Educación para la
Ciudadanía, justo en el país europeo que tiene menos alumnos con conocimientos
sólidos de inglés y donde hemos alcanzado los índices más escandalosos de
fracaso escolar.
¿Tan importante era reformar el Estatuto
de Andalucía? ¿Tan trascendental era el debate sobre una asignatura que apenas
tenía importancia en el temario escolar? Pues éstos han sido los temas que han
concentrado nuestra atención en estos últimos años, justo cuando nuestro nivel
de deuda pública y privada iba creciendo a pasos agigantados. Y a la vez que
nos íbamos convirtiendo -y sin saberlo- en nuevos pobres con cada día que
pasaba, nos creíamos unos nuevos ricos que podían permitirse el lujo de
reformar un Estatuto que prometía cosas que nadie sabía cómo se podrían
financiar. Y al mismo tiempo que nuestros alumnos se aburrían en clase o
suspendían de forma calamitosa -o mejor dicho, no progresaban adecuadamente-,
nuestros políticos se enzarzaban en debates bizantinos sobre los contenidos de
una asignatura que en el fondo no era más que una maría. Hay que ver lo listos
que hemos sido.
Como soy un poco masoquista, he repasado
el Estatuto de Autonomía andaluz, que se aprobó en referéndum en 2007 y que nos
tuvo entretenidos durante dos años con debates y polémicas. El artículo 169,
por ejemplo, establece lo siguiente: "Los poderes públicos fomentarán el
acceso al empleo de los jóvenes y orientarán sus políticas a la creación de
empleo estable y de calidad para todos los andaluces y andaluzas. A tales
efectos, establecerán políticas específicas de inserción laboral, formación y
promoción profesional, estabilidad en el empleo y reducción de la precariedad
laboral". Pido disculpas por la sintaxis lamentable del Estatuto, pero
reparemos un segundo en esta prodigiosa columna de humo burocrático. El
Estatuto garantizaba unas circunstancias laborales -como la estabilidad o los
empleos de calidad- que ninguna Administración Pública está en condiciones de
garantizar, porque esas condiciones dependen de la capacidad de gasto público y
de las fluctuaciones de los ciclos económicos. Y ahora, cinco años después de
que entrara en vigor el nuevo Estatuto, ya sabemos en qué quedó todo aquello de
la estabilidad laboral y del acceso al empleo de los jóvenes: un 50% de los
jóvenes andaluces está en paro y el 33% de la población laboral adulta también
lo está. Desde aquí trasmito mi más sentida enhorabuena a quien corresponda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario