LA
SOSPECHOSA CEGUERA DEL SERVICIO SECRETO ALEMÁN
Las irregularidades en torno a los
crímenes neonazis abren una grave interrogante sobre posibles connivencias. A
los servicios secretos interiores alemanes se les achacaba desde hace tiempo
una marcada miopía con la izquierda, a quien se veía como el ‘submarino’ de la
comunista y enemiga RDA. Luego se comprobaría que los ‘submarinos’ de la Stasi,
los servicios de inteligencia germano-oriental, estaban infiltrados en todo el
espectro social y político de la RFA, incluido el entorno más cercano de la
cancillería. También contribuía a ello la deficiente desnazificación de los
medios policiales y judiciales durante la posguerra. Una miopía que a la luz de
los últimos acontecimientos empieza a revelarse como una sospechosa ceguera.
El pasado lunes dimitía Heinz Fromm,
jefe del servicio secreto interior, que ostenta el rimbombante nombre de
Oficinal Federal para la Protección de la Constitución (BFV). La renuncia se
producía pocos días después de que se descubriera que la institución bajo su
mando había destruido importante documentación sobre una célula neonazi
(Clandestinidad Nacionalsocialista, NSU) integrada por tres personas a la que
se atribuye el asesinato de diez personas: ocho pequeños empresarios de
ascendencia turca, un ciudadano griego y una agente de Policía. También
cometieron 14 atracos y dos atentados con bomba en barrios de fuerte presencia
emigrante, en los que resultaron heridas de gravedad 22 personas.
Tras una década en la clandestinidad y
de un último atraco, se produjo el aparente suicidio de dos de los neonazis,
Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt, en una caravana. La tercera terrorista, Beate
Zschäpe, incendió el piso en que vivían y se entregó. Una semana después de
estos hechos y pocas horas antes de que la información pasara a manos
judiciales eran destruidos siete archivadores con información clave sobre el
caso, recopilada a lo largo de seis años por el BFV y la inteligencia militar.
Según el diario Bild, esta destrucción no fue una chapuza sino una acción
premeditada para eliminar pruebas de los contactos de grupos neonazis con
algunos miembros de los servicios secretos. También ha salido a la luz que la
policía local detuvo en 2006, tras el asesinato a tiros del empresario de
ascendencia turca, Halit Yozgat, a un hombre que resultó ser agente del BFV y
que había sido testigo presencial de los hechos. Finalmente el agente no fue
imputado y el ministro del Interior de Hesse y hoy presidente del estado
federado, Volker Bouffier, prohibió personalmente que se investigara al BFV de
su región por este crimen.
Años de tardanza
Para colmo de despropósitos, la Policía
tardó años en relacionar los asesinatos con los grupos neonazis. Los atribuyó a
la mafia e investigó incluso a los familiares de las víctimas dando a entender
que podía tratarse de ajustes de cuentas entre mafias. La propia canciller,
Angela Merkel, tuvo que pedir excusas por las falsas sospechas sobre los
muertos y calificó los sucedido de “vergüenza”.
Tras aceptar la dimisión de Fromm, el
ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, anunció una reforma a fondo del
organismo de seguridad. Sin embargo, numerosas voces piden directamente la desaparición
de la BFV y que su tarea la asuma otra institución como la Policía. El
politólogo y miembro del Consejo de Investigación del NSU en el Parlamento,
Hajo Funke, en declaraciones a la Deutsche Welle considera que es necesaria
“una estructura mucho más amplia que pueda llegar, por medio de profundos
análisis, verdaderamente al meollo del problema que tenemos con el extremismo
de derecha en Alemania”. En los últimos veinte años el terrorismo neonazi y
xenófobo ha causado la muerte de 147 personas en la RFA.
Tras el declive y práctica desaparición
del terrorismo de ultraizquierda que sufrió Europa durante los ochenta y
noventa, el aumento de la emigración y la crisis económica empiezan a alentar
radicalismos del signo opuesto. Los avances de la ultraderecha en Francia,
Grecia, Holanda, Austria y Finlandia, la proliferación de ataques xenófobos y
episodios como el de la matanza de Noruega o la célula neonazi alemana perfilan
un inquietante panorama. Resultaría suicida minimizar la amenaza que estos grupos
y movimientos pueden plantear en una Europa convulsa y desorientada, un terreno
abonado para los mensajes nacionalistas con soluciones fáciles y drásticas.
Heinz Fromm, jefe del servicio secreto
interior
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