EL INFIERNO
Uno observa las llamas, los municipios
evacuados, los bomberos luchando contra gigantes invencibles, mientras lee o
escucha las noticias sobre miles de hectáreas arrasadas, cuerpos calcinados,
poblaciones desplazadas, y entonces sólo cabe una profunda sensación de
derrota. En un incendio de estas magnitudes se lucha sabiendo de antemano que
la batalla está perdida. Si María Zambrano decía que existir es sobreponerse al
capricho de los dioses, aquí no parece haber manera posible. Entonces uno carga
con esa ruina y la lleva a todas partes, a casa, al trabajo, a la calle. Todo está
perdido. Y no hay nada más que añadir.
Pero ocurre que a veces uno despierta
del letargo, a latigazos, y se hace algunas preguntas: ¿Por qué esta tragedia
se venía fraguando desde hacía años, con cada verano salpicado de fuegos justo
en la misma zona donde ahora ha estallado el infierno, y nadie ha hecho nada
por evitarlo? ¿Por qué la prevención de incendios es tan nefasta? ¿Por qué no
se destinan los medios adecuados y necesarios? ¿Por qué no se considera este
asunto de verdadera urgencia durante todo el año? ¿Por qué se habla tan poco de
los incendios? ¿Por qué las instituciones les dedican tan poco tiempo? Todo
apunta, otra vez, a un incendio intencionado, ahora con víctimas mortales. ¿Por
qué la justicia actúa tan tarde y tan mal cuando al crimen se le añade el
fuego? ¿Por qué persiste la sensación de impunidad? ¿Quién está ganando
exactamente qué con lo que está pasando? ¿Por qué los políticos salen luego
dándose palmaditas en la espalda por lo bien que lo han hecho? Algunos medios y
tuiteros definían la noche del jueves como "una noche para olvidar".
Pues no, debe ser una noche para recordar, para mantenerla presente, para
exigir justicia, para que ruede lo que tenga que rodar y para que algo así no
se vuelva a repetir. El olvido es lo que pretenden quienes tienen algo que
perder a cuenta del horror. Y no lo merecen.
PUBLICADO EN MÁLAGA HOY
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