QUERIDOS
HOMBRES DE NEGRO
Ya están aquí. Los hombres de negro que
el irrepetible ministro de Hacienda decía muy ufano que no vendrían nunca, han
llegado. Y no van a dejarnos en paz. En su discurso del miércoles Rajoy admitió
que no tenía más remedio que hacer los recortes. Que lo obligaban. Tenemos al
nuevo presidente en la misma situación que Zapatero en mayo de 2010: en el
puente de mando, perfectamente uniformado con sus galones de primer ministro y
con un walkie talkie al oído pendiente de las órdenes que le dicta el
directorio europeo. Esta orfandad en el liderazgo del país es percibida por el
público en general. Los tres años largos de mandato que le quedan a Rajoy, con
su flamante mayoría absoluta, se le van a hacer muy largos.
Y, entre tanto, podemos dirigirnos
directamente a los hombres de negro sin intermediarios. Por si ellos se
orientan mejor en el laberinto español. Tampoco es muy difícil, el anterior
Gobierno negó que viniese una crisis gigantesca, adujo que estábamos en una
desaceleración pasajera, se resistió a tomar medidas y finalmente fue obligado
a desdecirse de todos sus postulados. Y el actual no ha hecho más que lo mismo.
Una reforma fiscal, una reforma financiera, un recorte a los salarios de los
funcionarios, una reforma laboral, otra reforma financiera, otra reforma
fiscal, ajustes a pensiones y desempleo, otra bajada a los sueldos de los
funcionarios… El walkie talkie echa humo.
Lo peor de todo es el procedimiento. En
vez de debatir el conjunto de las reformas en Las Cortes, intentar pactar una
estrategia y cortar de una sola vez por lo sano, nuestros gobernantes,
socialistas y populares, aplican el método de la tortura china: primero cortan
la primera falange, después la segunda falange y la tercera más tarde, para
seguir por la muñeca y el brazo por debajo del codo… Se corta a tontas y a
locas, sin ton ni son. Necesitamos alguien con más criterio.
Queridos hombres de negro: No se fíen
del ministro de Hacienda. Tiene raptos de frivolidad impropios de un hombre de
Estado. No le importaba que España se hundiera en época de Zapatero, porque la
llegada al poder del PP la levantaría. Magia no se produjo. Y luego tiene sus
manías. Aquí tenemos una antigua administración territorial del primer tercio
del siglo XIX, superada y solapada por las comunidades autónomas que está
empeñado en reforzar, en vez de liquidarla. Las diputaciones cuestan 22.000
millones de euros al año. Empiecen por ahí. También nos gastamos 3.000 millones
en televisiones públicas locales y regionales, mayormente dedicadas a la
propaganda de los gobiernos respectivos. Y hay decenas de miles de funcionarios
en los servicios del suelo y urbanismo de autonomías y ayuntamientos, de cuando
fabricábamos 750.000 viviendas al año en España. A ver si afinan ustedes un
poco y salvamos sanidad, educación y dependencia. De algo debería servir que
España esté intervenida.
MÁLAGA HOY
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