A
VER SI AHORA CAYO LARA VA A RESULTAR UN INTELECTUAL
Cuando empieza a narrar la tiranía de
Caracalla, dice Edward Gibbon que, hasta entonces, los romanos habían contado
con la peculiar ventura, y en los peores tiempos con el consuelo, de que en la
virtud sus emperadores habían sido activos; y en el vicio, indolentes (“it had
hitherto been the peculiar felicity of the Romans, and in the worst of times
the consolation, that the virtue of the emperors was active, and their vice
indolent”).
Afortunados ellos. Nosotros, tan sin
ventura ni consuelo, tenemos un presidente que en el vicio se muestra
infatigable, favorece a los poderosos, castiga a los más desprotegidos,
arremete contra la educación y la sanidad públicas, recorta derechos a
embarazadas, presos, inmigrantes y a todo aquel que no sea rico por su casa. En
sus conjeturales virtudes (capacidad para templar gaitas gallegas, sentido
común, pragmatismo o las que fueren) se ha entregado, en cambio, por completo a
la pereza.
Cómo no voy a apoyar a Sánchez Gordillo.
Cómo no voy a apoyar el robo de alimentos para repartirlos y la ocupación de
fincas.
Lo incomprensible, lo mojigato y
desvergonzado es ponerle peros, como ha hecho Izquierda Unida, en un rapto de
cagaleras orteguiano-democráticas.
¿Que no es legal? Por supuesto, ¿y qué?
Desde mi infancia vengo oyendo con
asombro que la Inmaculada Transición fue ejemplar porque se hizo dentro de la
ley. ¡De la ley franquista! Que las propias Cortes del dictador “se hicieron el
harakiri” (les encanta a los periodistas esta sandia expresión) para dar a luz
lo que se llama (no sé bien por qué) una democracia. Pues vaya mérito tan estrambótico
el de cumplir las leyes de una dictadura: vergüenza debería darles.
En cualquier país que se respete, al día
siguiente de la muerte del dictador se habría restaurado la República,
aboliendo de un plumazo todo el entramado jurídico ilegal e ilegítimo del
franquismo. Aquí no, qué va, Spain is different: aquí nos tragamos el
Movimiento Nacional al completo en la ponencia constitucional, en la dirección
de los periódicos, en las empresas, en la universidad y hasta en la jefatura
del Estado, en manos del sucesor designado por el propio Caudillo (“a título de
Rey”); y en la del Gobierno, con Adolfo Suárez, el que fue ministro secretario
general del Movimiento.
En la ejemplar e Inmaculada Transición
deglutimos sin masticar todo batracio de la charca de Franco, desde Martín
Villa a Juan Luis Cebrián (jefe de informativos de la radiotelevisión de la
dictadura), desde Samaranch a Fraga: menudo ejemplo. Sin romper jamás con la
“legalidad” franquista y (vergüenza da decirlo) además orgullosos de ello.
Y con la Iglesia de propina, por si no
tuviéramos bastante.
En cualquier “primavera árabe” (otra
bobada periodística), por mucho menos se monta la de San Quintín.
¿A quién le pueden asombrar los lodos
que han venido a enfangarnos tras aquella polvorienta transición?
Pues no escarmentamos todavía: resulta
que hasta Izquierda Unida titubea porque Sánchez Gordillo rompe esta
“legalidad”.
Pero si habría que hacerla añicos a
puñetazo limpio.
Raro es el verano en el que no releo
el Laberinto de fortuna de don Juan de Mena, pero este agosto sus
solemnes versos de arte mayor, escritos en el siglo XV, me han parecido de
plena actualidad, casi urgente.
Como las telas que dan las arañas
las leyes presentes no sean atales;
que prenden los flacos viles
animales
e muestran en ellos sus lánguidas
sañas;
las bestias mayores que son más
strañas
passan por ellas, rompiendo la
tela,
así que non obra vigor la cautela
sinon contra flacos e pobre
compañas.
¿No es exactamente lo que ocurre? ¿No
son tales las leyes presentes? Si parece que esté hablando de la amnistía
fiscal a los ricos, esas bestias extrañas, frente a la saña impositiva contra
“flacos e pobres compañas”. Si parece que esté hablando de los recortes
de sueldos a los funcionarios frente al bandidaje al por mayor de los
empresarios. Si parece que esté hablando de los banqueros, que rompen la tela
de la ley y apandan millones, mientras quienes se llevan unos carros de un
súper quedan prendidos en la red de la araña.
¡O miedo mundano! que tú nos
compeles
grandes plazeres fingir por pesares
(…).
Buenos nos fazes llamar los
viciosos;
notar los crueles por muy pïadosos
e los pïadosos por mucho crueles.
Si hasta Juan de Mena sentía miedo de
hablar, poca sorpresa será que a Izquierda Unida le den retortijones que le impiden
apoyar sin reservas a Sánchez Gordillo.
Al fin y al cabo, Juan de Mena no era
más que un intelectual, del que ya se chanceaba con bien poca gracia Juan de
Lucena, obispo de Burgos, cuando escribía: “De grand ánimo te muestras mi Joan
de Mena, que las armas tanto exaltas. Trahes magrescidas las carnes por las
grandes vigilias tras el libro, mas no durescidas ni callosas de dormir en el
campo; el vulto pálido, gastado del estudio, mas no roto ni recosido por
encuentros de lança”.
¿Será Cayo Lara después de todo otro
intelectual orteguiano y no el revolucionario por el que algunos le tomábamos?
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