EUROPA
Y EL RESCATE
Hace unas semanas eran los 100000 mill
de euros y la victoria de los valedores del euro en Grecia. Hoy son los rescates de Valencia y Murcia, pero
el caso es que siempre se encuentran ingredientes para explicar el acelerado
ascenso de nuestra prima de riesgo. El FMI, la OCDE y la Comisión Europea no
dan tregua y bombardean con nuevas propuestas de recortes, como si esta receta les
hubiera servido a nuestro vecinos helenos o a nosotros mismos. Así las cosas,
el panorama no puede ser más descorazonador, siendo ya habitual que cada
infarto coyuntural se convierte en la antesala momentánea de otro aun peor.
A estas alturas, de lo poco claro que
nos queda es que el euro se concibió mal, o quizás invertimos los términos
adecuados emprendiendo el camino de la unión monetaria antes que la propiamente
económica, y ésta aun antes que la política. El modelo, más allá de lo que
significó el Benelux, siempre fue germano, y tuvo en el Zollverein decimonónico
el ejemplo de cómo una nación podía fundirse a partir de la unión aduanera y
económica.
Pero Europa es mucho más compleja:
decenas de lenguas y fronteras psicológicas, culturas diferenciadas y
particularismos construidas a lo largo
de siglos de historia, todo ello generando tantas decenas de estructuras
económicas y productivas, sistemas fiscales
y mercados laborales. Sobre ese mosaico variadísimo se impuso la moneda
única, que de forma ficticia pero simbólica quería escenificar esa anhelada
unión de los pueblos europeos, expresión máxima de la paz en un continente
desgarrado por el belicista e irracional siglo XX.
Pero la idílica unión puede convertirse
en pesadilla cuando la crisis actual demuestra que no todos los pueblos cuentan
lo mismo. Alemania se yergue como el inquisidor continental, garante del castigo a través de sus recetadas políticas
de austeridad. El BCE, que nunca ha dejado de ser una sucursal del Banco
alemán, impone sus reservas hacia el intervencionismo cuando casi todos los
expertos afirman que ahí está parte de la solución, o al menos una cura
temporal de la situación, y ante la negativa, ¿Todavía alguien duda de que su
actitud es de claro posicionamiento político, ideológico y hasta nacionalista,
frente a una supuesta ortodoxia económica? La postura del BCE es desde luego la
postura de Alemania, que encara la crisis con unos objetivos donde prevalecen,
ni que decir tiene, sus propios intereses y no los del conjunto de los
europeos, evidenciando una preocupante germanización de Europa cuya comparación
con otros tristes periodos de la
historia sería excesiva si no fuera evidente que este proceso significa una
colonización económica en toda regla.
A Alemania, sin embargo, habría que
recordarle que fueron sus bancos los que permitieron el endeudamiento griego,
que su economía fue la primera en incumplir el pacto de estabilidad, o que su
crecimiento depende de un mercado europeo que está menguando día a día. Habría
que recordarle, en fin, que más allá de
sus intereses nacionales y de los intereses electorales de su canciller, Europa
es un proyecto de alcance histórico, un proyecto político y ético en el pleno
sentido de la palabra, un proyecto que no puede estar sometido a los vaivenes
de los mercados.
Europa debía ser un gran proyecto
social, cuna y modelo del Estado del Bienestar, no sólo deseable sino desde
luego viable, por mucho que algunos, con claros intereses ideológicos, nieguen
esta viabilidad. Somos muchos los que consideramos la utopía europea como
ejemplo de progreso, desarrollo y democracia, quizás porque nos educaron en
ello y a pesar de sus limitaciones o incorrecciones. Esta construcción debía
erigirse frente a otras regiones emergentes o de economía más liberal que
mercantilizan al trabajador y hacen prevalecer el crecimiento económico pese a
las desigualdades sociales que se generan.
Europa no está enferma sino que lo están
las instituciones nacionales, aquellas que traban la concepción de un verdadero
estado federal de los pueblos europeos, solidario y orientado hacia los
ciudadanos. La negación de una intervención concertada y decidida está al
servicio de la Europa de las instituciones como el BCE o el Consejo Europeo
donde se evidencian los intereses particulares de los estados, pero no de la
verdadera Europa de los ciudadanos.
Como resultado, hoy se habla de una
posible salida griega del euro. Sería un desastre que la utopía europea se
empezara a romper precisamente en Grecia, allí donde nació en gran parte lo que
nos define como europeos, un lugar que ya en el siglo V a.C se preciaba de
estar formado por ciudadanos y no por súbditos. Me resisto a creer que 2500
años después sus herederos nos convertimos en esclavos del capital, que no otra
cosa es someterse ciegamente a las leyes del mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario