EUROPA Y EL RESCATE. SERGIO RUIZ MATEO


EUROPA Y EL RESCATE
Hace unas semanas eran los 100000 mill de euros y la victoria de los valedores del euro en Grecia. Hoy  son los rescates de Valencia y Murcia, pero el caso es que siempre se encuentran ingredientes para explicar el acelerado ascenso de nuestra prima de riesgo. El FMI, la OCDE y la Comisión Europea no dan tregua y bombardean con nuevas propuestas de recortes, como si esta receta les hubiera servido a nuestro vecinos helenos o a nosotros mismos. Así las cosas, el panorama no puede ser más descorazonador, siendo ya habitual que cada infarto coyuntural se convierte en la antesala momentánea de otro aun peor.


A estas alturas, de lo poco claro que nos queda es que el euro se concibió mal, o quizás invertimos los términos adecuados emprendiendo el camino de la unión monetaria antes que la propiamente económica, y ésta aun antes que la política. El modelo, más allá de lo que significó el Benelux, siempre fue germano, y tuvo en el Zollverein decimonónico el ejemplo de cómo una nación podía fundirse a partir de la unión aduanera y económica.

Pero Europa es mucho más compleja: decenas de lenguas y fronteras psicológicas, culturas diferenciadas y particularismos  construidas a lo largo de siglos de historia, todo ello generando tantas decenas de estructuras económicas y productivas, sistemas fiscales  y mercados laborales. Sobre ese mosaico variadísimo se impuso la moneda única, que de forma ficticia pero simbólica quería escenificar esa anhelada unión de los pueblos europeos, expresión máxima de la paz en un continente desgarrado por el belicista e irracional siglo XX.

Pero la idílica unión puede convertirse en pesadilla cuando la crisis actual demuestra que no todos los pueblos cuentan lo mismo. Alemania se yergue como el inquisidor continental, garante del  castigo a través de sus recetadas políticas de austeridad. El BCE, que nunca ha dejado de ser una sucursal del Banco alemán, impone sus reservas hacia el intervencionismo cuando casi todos los expertos afirman que ahí está parte de la solución, o al menos una cura temporal de la situación, y ante la negativa, ¿Todavía alguien duda de que su actitud es de claro posicionamiento político, ideológico y hasta nacionalista, frente a una supuesta ortodoxia económica? La postura del BCE es desde luego la postura de Alemania, que encara la crisis con unos objetivos donde prevalecen, ni que decir tiene, sus propios intereses y no los del conjunto de los europeos, evidenciando una preocupante germanización de Europa cuya comparación con otros tristes periodos de  la historia sería excesiva si no fuera evidente que este proceso significa una colonización económica en toda regla.

A Alemania, sin embargo, habría que recordarle que fueron sus bancos los que permitieron el endeudamiento griego, que su economía fue la primera en incumplir el pacto de estabilidad, o que su crecimiento depende de un mercado europeo que está menguando día a día. Habría que recordarle, en fin,  que más allá de sus intereses nacionales y de los intereses electorales de su canciller, Europa es un proyecto de alcance histórico, un proyecto político y ético en el pleno sentido de la palabra, un proyecto que no puede estar sometido a los vaivenes de los mercados.

Europa debía ser un gran proyecto social, cuna y modelo del Estado del Bienestar, no sólo deseable sino desde luego viable, por mucho que algunos, con claros intereses ideológicos, nieguen esta viabilidad. Somos muchos los que consideramos la utopía europea como ejemplo de progreso, desarrollo y democracia, quizás porque nos educaron en ello y a pesar de sus limitaciones o incorrecciones. Esta construcción debía erigirse frente a otras regiones emergentes o de economía más liberal que mercantilizan al trabajador y hacen prevalecer el crecimiento económico pese a las desigualdades sociales que se generan.

Europa no está enferma sino que lo están las instituciones nacionales, aquellas que traban la concepción de un verdadero estado federal de los pueblos europeos, solidario y orientado hacia los ciudadanos. La negación de una intervención concertada y decidida está al servicio de la Europa de las instituciones como el BCE o el Consejo Europeo donde se evidencian los intereses particulares de los estados, pero no de la verdadera Europa de los ciudadanos.

Como resultado, hoy se habla de una posible salida griega del euro. Sería un desastre que la utopía europea se empezara a romper precisamente en Grecia, allí donde nació en gran parte lo que nos define como europeos, un lugar que ya en el siglo V a.C se preciaba de estar formado por ciudadanos y no por súbditos. Me resisto a creer que 2500 años después sus herederos nos convertimos en esclavos del capital, que no otra cosa es someterse ciegamente a las leyes del mercado.

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