LA
CONSTITUCIÓN, EL ABORTO, PEPE GOTERA Y OTILIO
Yo no estoy a favor del aborto (¿alguien
lo está?), pero sí soy partidario de que el Estado desarrolle una ley que
regule esta cirugía como si fuera una operación de apendicitis. Me parece bien
que en España exista una norma como la que se aprobó en la pasada legislatura,
aunque ni yo mismo sé si me acogería a ella. El PP en cambio, mucho más seguro
que yo en tantas cosas, interpuso un recurso de inconstitucionalidad, que
todavía está pendiente de resolución.
Resulta que el magistrado del Tribunal
Constitucional que va a desarrollar la ponencia sobre la que se discutirá el
fallo es un señor Ollero. Algunos partidarios de la ley ya aprobada por el
Parlamento, algunos partidos y algunas asociaciones de magistrados consideran
que el tal señor Ollero debería abstenerse porque su imparcialidad está en
cuestión. Se apoyan en tres razones: que ha hecho pública varias veces su
postura contraria a la ley actual, que pertenece a la organización Opus Dei y
que ha militado en el PP.
De las tres alegaciones la única que me
parece digna de consideración es la última, el hecho de que el Ollero haya
militado precisamente en la parte que interpuso el recurso que ahora debe
resolver como juez. La ideología nunca puede ser un argumento para invalidar a
priori el trabajo de nadie. Es cierto que a tenor de lo que ha escrito en la
prensa el tal Ollero no parece la persona más adecuada para regular la
interrupción del embarazo. Pero no es eso lo que se le pide. Se le pide una
valoración jurídica, se le pide que diga si la ley actual se ajusta o no a la
Constitución. No tengo elementos de juicio para saber si Ollero es o no un buen
profesional, es decir si es capaz o no de analizar técnicamente leyes al margen
de sus ideas sobre la fecundación.
Me pregunto si los partidarios de
recusar a Ollero por sus ideas tendrían el mismo comportamiento con otro juez
que hubiera expresado con idéntica claridad la posición contraria. Posiblemente
no. En ese caso habría sido el PP quien habría puesto el grito en el cielo,
como hizo con el juez Pérez Tremps, un magistrado seguramente tan profesional
como el señor Ollero, a quien sin embargo recusó por haber participado junto a
otros juristas y antes de ser magistrado del Constitucional en un estudio sobre
el Estatuto de Cataluña.
El episodio en todo caso es un
apasionante tema de conversación: cómo manejar la evidente influencia de la
ideología en los fallos supuestamente técnicos y objetivos del poder judicial.
Y apasionante sobre todo porque pone sobre la mesa asuntos menos filosóficos:
la chapuza de nuestro Tribunal Constitucional o los enjuagues en la selección
de sus miembros, indicios ambos (y ya son muchos) de que nuestra Constitución,
elaborada a lo Pepe Gotera y Otilio en unas circunstancias de emergencia que ya
no existen, necesita en este como en otros puntos una nueva redacción.
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