FABRA
Y LA CASTA
Dice Pérez Reverte algo así como que,
cuando escribe un artículo, hay mañanas en las que uno se levanta y no da
tiempo a mirar siquiera a quien se la endiña. La actualidad impone al
columnista la necesidad de repartir mandoblazos a diestro y siniestro y, en
este país, por suerte para el articulista, y por desgracia para el resto de la
población, los candidatos para recibir hachazos abundan por doquier.
El columnista es, por tanto, un
antidisturbios, como esos a los que la crisis está dando tanto trabajo, que
agarra la porra y golpea, aunque a veces los golpes le reboten y magullen. En
estos días uno ya no sabe ni a quién criticar. ¿Quién es más responsable de
nuestra desesperada situación? Hay tantos objetivos que al francotirador se le
nubla la vista y acaba por pegarse un tiro en el pie.
Pero hay ciertos personajes que, bien
por incompetencia o bien por afán de notoriedad, son capaces de suscitar la
atención de la sociedad aún cuando las noticias que nos asaltan son tan
terribles como numerosas. Así, el día que Andrea Fabra gritó "que se
jodan", mientras Rajoy Brey enumeraba los últimos recortes que afectan
directamente a los parados, salió del anonimato del escaño y se situó en el
centro de la diana. Ella solita se lo había buscado.
Las redes sociales empezaron a pedir la
dimisión de la citada señora, mientras las redacciones recopilaban información
sobre una diputada que, hasta ese mismo momento, había pasado totalmente
desapercibida en el Congreso. Y es en ese instante, tras rascar un poco, cuando
la susodicha no resiste el más mínimo examen.
La diputada asegura que el ya famoso
"que se jodan", perdónenme por repetir la ordinariez, no iba dirigido
a los parados, lo que hubiera sido suficiente para llevarla a la guillotina,
sino a los diputados del Partido Socialista. Se crea o no la versión de su
señoría, resultan unos hechos bien definitorios de la categoría de nuestros
representantes que merecen, sin duda alguna, un castigo ejemplar. Ya que no
tenemos políticos preparados, que menos que sean educados.
Pero los hechos resultan mucho más
terribles cuando lees la trayectoria de la señora Fabra, hija del Fabra
presidente de la Diputación de Castellón (el del aeropuerto sin aviones, el que
le toca la lotería todos los años, el imputado por varias causas...), casada
con un ex consejero de la Comunidad de Madrid, acumulando todo tipo de cargos y
puestos de responsabilidad desde su más tierna juventud sin más mérito aparente
que el ser hija de su padre. La señora Fabra es todo un ejemplo de la casta
política que nos gobierna y que constituye el principal escollo para la
regeneración de nuestro país.
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